Capítulo XV

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Elena exhaló un profundo suspiro al ver los primeros rayos del sol colarse por la ventana de su celda. Un día más encerrada en ese lugar... Después de su "pesadilla" de la noche anterior, ya no había podido conciliar el sueño. Durante los últimos seis meses que llevaba en aquel lugar había dormido muy poco, cada vez que lograba conciliar el sueño volvían a sus sueños las imágenes de su marido cubierto de sangre o las imágenes del momento en que fue detenida y acusada...

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Muerto. Alberto estaba muerto.
Elena no podía asimilarlo, se negaba a creerlo, alguien tan bueno como Alberto no podía estar muerto ¡No podía! ¿Por qué él? ¿Quién habría cometido un acto tan atroz?

-Elena ¿estás bien? –escuchó que decía una voz profunda.

Alguien se sentó a su lado y la tomó de la mano con suavidad, ella levantó la mirada y se encontró con Dionisio Ferrer mirándola con preocupación. ¿Cómo habría llegado ahí? Se preguntó Elena, ni siquiera sabía con exactitud cómo ella había terminado en el jardín envuelta en una manta.

-Está muerto. –susurró ella, en claro estado de shock.

Él apretó los labios.

-¿Qué pasó?

-No lo sé. –sus ojos se llenaron de lágrimas al recordarlo.- Estaba oscuro cuando ingresé a mi habitación –relató.- Tropecé con algo y al encender la luz... -un nudo se le formó en la garganta.- Lo vi en el suelo cubierto de sangre. –sollozó.

Dionisio la atrajo hacia sus brazos para tratar de consolarla. Elena se aferró al abrazo de Ferrer pero un movimiento hizo que su mirada se dirigiera hacia la entrada de la Mansión Montiel y vio como salían un par de camilleros de la casa... con el cadáver de Alberto sobre la camilla, dentro de una bolsa negra.
Dionisio también lo vio y apretó los dientes.

-No mires. –le dijo a Elena y le cubrió el rostro con la manta que la cubría.

En ese momento un par de policías se acercaron a ellos.

-Buenas noches, Señor. –saludó uno de ellos.

Dionisio respondió con asentimiento de cabeza.

-La señora tiene que acompañarnos a la comisaría. –habló el segundo policía.

Dionisio se tensó.

-¿Para qué?

-Para declarar. –explicó el primer policía.- Ella fue quien encontró el cadáver y es menester que nos dé su declaración.

-¿No puede esperar a mañana? –preguntó Dionisio.- Ella está muy afectada.

El segundo policía negó con la cabeza.

-Lo sentimos, así es el proceso. –se disculpó.- Tiene que acompañarnos.

Dionisio inhaló profundamente.

-Está bien, pero yo voy con ella. –sentenció.

Elena, ajena a todo lo que la rodeaba pudo sentir cómo Dionisio la ponía de pie y la dirigía hacia quien sabe dónde.
La ayudó a subir a un auto, él subió con ella y después Dionisio sacó su celular e hizo una llamada corta.

-Todo va a estar bien, Elena. –escuchó que le decía Dionisio en cuanto colgó el teléfono, pero ella apenas y lo escuchó. Estaba en shock, de vez en cuando derramaba alguna lágrima pero se sentía indiferente, como si estuviera en un mundo surrealista y todo aquello no fuera verdad...

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Durante el interrogatorio, Elena respondió monótonamente las preguntas que le formulaba el comandante. El hombre la miraba especulativamente pero ella estaba tan afectada que no se percató de nada.
Unas cuantas horas después, Elena fue puesta en libertad y partió junto a Dionisio a casa de éste, donde le esperaba una tarea sumamente difícil: darle la mala noticia a Juanito. ¿Cómo le diría al niño que su padre estaba muerto si ella misma no asimilaba la noticia todavía?
El momento fue desgarrador para Elena. Juanito la había recibido con una hermosa sonrisa en el rostro y había corrido hacia ella.

La Cruz Del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora