Capítulo XXII

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Elena abrió suavemente los ojos al escuchar un par de risas infantiles a la distancia. Parpadeó con rapidez para salir de su estado somnoliento y entonces recordó todo... Volvió a escuchar las risitas de sus hijos y Elena no pudo más que sonreír y agradecer a Dios por aquel pequeño milagro de haberle devuelto a su hijo con vida.
Elena se incorporó en la cama y sus músculos protestaron por el extenuante ejercicio de la noche anterior, entonces ella sonrió feliz y enamorada al recordar la pasada noche en brazos de Juan de la Cruz... Había vuelto a ser su mujer, se habían demostrado de una forma maravillosa lo mucho que se amaban y todo había sido perfecto. Todo. Elena suspiró feliz, se cubrió el cuerpo desnudo con la sábana y se dirigió al cuarto de baño a darse una ducha rápida.
Poco después, duchada y pulcramente vestida, Elena salió al encuentro de sus hijos y del amor de su vida. Al ingresar a la sala, su corazón se inflamó de amor al ver a Juan de la Cruz haciendo muecas a los bebés, los cuales yacían cada uno entre los brazos de su padre pataleando y riendo a carcajadas. Elena se fijó en la expresión de su hija y se sorprendió, nunca la había visto tan radiante ¿Acaso habría echado de menos a su hermano gemelo?

-¡Soy un león! –exclamó Juan de la Cruz en tono juguetón, sin percatarse de la presencia de Elena.- Me los comeré ¡grrrr! ¡grrrr! –exclamó haciendo muecas a los bebés alternativamente e imitando el sonido de aquel animal.

Esperanza agitó sus manitas en el aire mientras reía y Mateo sonreía encantado a su padre como si lo conociese desde siempre... "El llamado de la sangre" se dijo Elena con un nudo en la garganta e inhaló aire profundamente.

-Hola... -saludó Elena.

Juan de la Cruz dejó de hacer sus muecas y ruiditos, al tiempo que elevaba la vista hacia Elena.

-Hola, Elena. -sonrió al verla.

Elena llegó a donde estaba Juan de la Cruz con los bebés y se inclinó hacia él para besarlo suavemente en los labios.

-Buenos días –respondió ella sonriente.

Él también sonrió.

-Muy buenos días...

Ella desvió la vista hacia sus hijos y a cada uno le propinó un suave beso en la frente, después tomó en brazos al pequeño Mateo quien la miró con una mezcla de curiosidad y devoción. Ella hizo lo mismo y miró fascinada a su hijo. Le parecía increíble que lo tuviera en ese momento entre sus brazos...

-¿Por qué no me despertaste antes? –preguntó Elena, mientras tomaba asiento al lado de Juan de la Cruz.

-Necesitabas descansar. –respondió Juan.

Elena le sonrió agradecida, entonces Mateo se aferró con fuerza a un dedo de su madre reclamando su atención y ella se la dio mientras soltaba una risita.

-Tenemos que comprar una casa más grande ¿No crees? –comentó Juan mientras jugaba con Esperanza.- Ahora tenemos dos hijos y necesitarán un espacio más grande, además debemos pensar en Sebastián e Isabella también.

Elena asintió.

-Tienes razón, también debemos empezar a tramitar los papeles de adopción. –razonó ella.- Ahora que se ha demostrado mi inocencia supongo que el proceso se podrá reanudar sin problema alguno.

Juan de la Cruz le tomó la mano libre a Elena.

-Haremos esto juntos.

Elena lo miró con amor.

-Juntos. –asintió.

Ambos se sonrieron y se inclinaron hasta que sus labios se rozaron en un suave beso.

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-Mi hijo... Mi hijo... ¿Dónde está mi hijo?

Doña Joaquina se mordisqueaba las uñas con nerviosismo mientras miraba desconfiadamente por la ventana de la habitación donde había pasado la noche. Después de haberse visto descubierta por la policía, Joaquina había decidido dirigirse hacia el único lugar donde sabría que estaría a salvo... Con Valenzuela.
La tarde anterior se había reunido con él y después de que Leoncio llegara a interrumpirlos con la noticia de que la policía había aprehendido a Ernesto, Valenzuela le había dado la dirección de una casa a las afueras de la ciudad donde tenía planeado esconderse hasta que llegara la hora de poner en marcha el plan... El plan. Joaquina sonrió con satisfacción. Muy pronto todo habría acabado.

La Cruz Del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora