Lorna

412 35 5
                                    

Era como volar.

Sabía que si extendía los dedos hacia la luna, terminaría ocultándola con las yemas. Así que contrajo el cuerpo, en un gesto de alerta, y siguió su sendero entre la oscuridad, que a sus ojos no era más que un tenue color dorado, que incluso el cielo se veía opaco y estéril. Se preguntó si era de esa forma en que la Bestia miraba su mundo, una oscuridad perpetua tan brillante que no podía imaginar una luz atravesándole la razón.

Se desplazó tan rápido, que vislumbró el ferri que atravesaba el río, mientras la música sonaba de fondo y los cuerpos pegajosos de sapos se desplazaban por las orillas de las maderas, observando con un suspiro el cielo nocturno que comenzaba a eclipsarlos alrededor de su cuna.

Wirt recordó ─de forma vaga y confusa─ la forma en que Beatrice, convertida todavía en azulejo, le confesaba a voz alta que gustaría de escucharle tocar su instrumento, mientras danzaban por los movimientos temples del agua, en una danza inerte.

Y es que los recuerdos del muchacho comenzaron a ser confusos, a batirse en su interior, haciéndose una masa extraña; podía parpadear y observar el rostro de una muchacha morena sonriéndole. En el siguiente cerrar de ojos, podía ver a un niño cantar a la esquina de la mesa, mientras revolvía un plato repleto de patatas con melaza.

¿Todo eso había sido real?

Entonces llegó a la cabaña. La reconoció, ¿cómo es que sus recuerdos difusos podían ser capaces de saber qué era lo que había pasado ahí, en su estancia en lo Desconocido? Frunció el ceño ─o al menos él lo presintió, pero en realidad su anatomía comenzaba a dar forma de una especie de monstruo─, y se arrastró con la oscuridad al interior.

Una vela despedía luz, exactamente en el centro de la habitación. Los escalones que conducían al segundo piso chirriaron, el corazón de Wirt ni siquiera se alteró cuando vislumbró una figura atravesar la luz anaranjada, mostrando un rostro pálido a mitad de la penumbra. La reconoció como una vieja amiga.

Lorna lo miraba con un rostro apacible.

Wirt esperó a que gritara, pero en su lugar tomó asiento justo frente a él, y asintió suavemente con la cabeza; el muchacho, meditabundo, continuó cerca de la puerta, aferrando con fuerza los dedos contra de la madera. ¿Por qué no corría? ¿Qué era lo que estaba esperando?

─Wirt ─susurró Lorna, sin inmutarse.

E inesperadamente sonrió.

─Lorna ─masculló el muchacho─, ¿qué haces aquí?

─Estaba esperándote ─admitió la muchacha─. Escuché por ahí que ahora eras tú el que portaba un demonio en su interior.

─Parece ser algo irónico ─respondió Wirt, sin bajar la guardia─. Pero eso no responde mi pregunta.

─Ni las responderá ─Lorna inclinó el cuerpo hacia él, cruzando ambos brazos por encima de su pecho. Estaba igual de como Wirt la recordaba─. De alguna forma supe que vendrías aquí, así que he venido a ayudarte.

─Creo que ahora ese afán lo compartes con Beatrice ─los dedos se fruncieron contra de su capucha y sus ojos destellaron, enfadados.

─Mi deuda es real ─respondió─. Además, quería volver a verte ─susurró, bajando la mirada.

Había pasado tanto tiempo, lo sabía, y aun así Lorna lo admitió en voz alta, sin ocultarle sus verdaderos sentimientos. ¿Por qué a Beatrice le costaba tanto decírselo a la cara, pedirle que se quedara con ella? Aunque una parte de él sabía que no podía hacerlo, porque existían personas que esperaban por él al otro lado, a ese sitio inhóspito al que se supone debía regresar. ¿Le llamaba hogar?

─La Bestia ha vuelto, reencarnada en mí ─el tono de Wirt subió de volumen, y su cuerpo tembló en múltiples tonalidades de oscuro. Lorna apenas y podía vislumbrar los rasgos de su rostro, pero no quiso advertirle que su cuerpo comenzaba a desaparecer, ocultándose tras capas de neblina y tormento.

─Hemos descubierto cómo ayudarte ─susurró Lorna, suavemente, para no alterarlo.

Se levantó de la silla, y caminó hacia la puerta de entrada. Tendió con lentitud su palma hacia la del muchacho, pero él ni siquiera reaccionó, sino que se arrinconó lejos de la muchacha, entrecerrando los ojos; su corazón comenzaba a enfriarse poco a poco, y a exterminar su humanidad.

Lorna no volvió a intentarlo, así que dio media vuelta y salió hacia la oscuridad del bosque, mientras la nueva Bestia la seguía de cerca, envolviendo su alrededor con neblina e inundándole el corazón de la chica entre pesadillas.

Over The Garden Wall: The BeastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora