A través del bosque

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Lo primero que hicieron fue ir al hogar de Beatrice.

Ella había insistido en asistir ahí a mitad de la madrugada para tomar ropa limpia y cobijas.

El silencio que reinaba en la casa era casi fantasmal, solo se podían escuchar el rechinido de la madera debajo de sus piernas, o el suave susurrar del viento contra de las ventanas, así como el nauseabundo tiritar de la noche que parecía contener el aliento.

Wirt respiró profundo, siguiendo de cerca a la muchacha, quien le indicó con sigilosos movimientos de manos que esperara a las orillas de la puerta de entrada, para que solamente ella se encargara de llevar las cosas que necesitarían; y así lo hizo: Wirt esperó, observando a la muchacha alejarse escaleras arriba, mientras arrastraba tras de sí su camisón mojado.

Volvió la mirada hacia el bosque taciturno. Podía escuchar el revolotear de aves aturdidas a causa del sueño, e incluso el ulular de un búho lejano. Por algún extraño motivo en lugar de sentirse alerta y temeroso ante lo desconocido, el único sentimiento que reinaba dentro de su corazón era un extraño palpitar tranquilo y lleno de paz. ¿Eso significaba ser la Bestia?

¿Ser consciente del movimiento interno del bosque, de los animales correteando en su interior moviéndose entre las ramas o las raíces? E incluso era capaz de sentir un suave palpitar, tan desapercibido que por un segundo dudó que fuera verdad, pero frunció el ceño, guardando silencio y logró escucharlo: la vida de los árboles en el interior de lo Desconocido, cantando una suave sonata entre soplidos y crujidos.

Un himno silencioso.

─Wirt ─susurró alguien a su espalda.

Él volteó lentamente la cabeza hacia el llamado con sigilo, y justo delante de él se encontraba Beatrice, sosteniendo un par de capas, así como lo que parecía ser un bolso hecho de costal lleno completamente. La pelirroja abrió los ojos, momentáneamente asustada, antes de volver a hablar.

─Vamos ─indicó, cerrando la puerta tras de sí.

Wirt, a juzgar por las facciones de Beatrice, se percató que la chica se había sorprendido ante sus movimientos. ¿Se había movido demasiado rápido? ¿Lento? ¿O era el simple hecho de que un par de ramas salían de ambos lados de su cráneo, haciéndole parecer un maldito árbol de Navidad?

─ ¿Beatrice? ─Susurró Wirt, caminando justo detrás de ella.

─Ten, póntela ─ordenó Beatrice, tendiéndole una capa de color negro─. Espero que pueda proteger tu cabeza ─añadió con una media sonrisa, antes de seguir andando.

Se colocó la capa con cierta torpeza. Beatrice observó la dificultad con la que la anudaba y de un resoplido se volvió nuevamente hacia él. No dijo nada, lo miró fijamente, y Wirt dobló las piernas ─lo suficiente─ para que ella pudiera anudarle la capa así como alzar de un solo movimiento la capucha, cubriéndole la cabeza como las ramas.

«Al menos», pensó Wirt, «no son tan grandes como un árbol de Navidad.»

─Serás más alto que yo ─farfulló Beatrice, con el ceño fruncido─ pero tu torpeza sigue siendo la misma, Wirt.

─Supongo que eso es permanente ─adjudicó el muchacho, volviendo a pararse recto.

Siguieron caminando en silencio.

La capucha de Beatrice revoloteaba contra el viento, dejándole ver debajo de ella su vestido color azul, parecido al plumaje de azulejo con el cual Wirt ─hace mucho tiempo atrás─ la había conocido. Entonces el muchacho se dio cuenta que no había preguntado sobre el tema lo suficiente como para que Beatrice lo silenciara de un golpe.

¿Sería el momento adecuado para sacar el tema a relucir?, se preguntó, frunciendo el entrecejo.

A medida que se volvían a internar por el bosque, esta vez siguiendo el sendero marcado para atravesarlo, Wirt podía percibir con mayor fuerza el palpitar de todo lo Desconocido, incluso de observar con mayor resolución a través de la oscuridad. Una vista perfecta para la Bestia que acosaba ese páramo.

─Esto me recuerda cuando viajábamos juntos de niños ─comentó Wirt, sosteniendo con fuerza la capucha. El viento estaba aumentando de intensidad─. De noche, con la luna acompañándonos.

─Y tú temblando como un renacuajo ─añadió Beatrice, con cierto humor─. Yo a la cabeza y tú junto a tu hermano siguiéndome las espaldas.

─Yo creí que eras un ave cualquiera con un don para no dejar de hablar ─Wirt salteó una rama, agachándose.

─Eras un torpe sin remedio ─la muchacha negó con la cabeza.

Beatrice detuvo momentáneamente su caminata, y esperó el tiempo suficiente para que Wirt caminara a su lado. Lo miró con una delicada sonrisa entre los labios, propinándole un amistoso codazo en el brazo, haciendo que Wirt sonriera.

─Eres asombrosa, lo sabes, ¿no es cierto? ─Con los años Wirt había aprendido a cómo tratar con gentileza a una chica─. Y no lo digo muy seguido ─volvió a sonreír, antes de ponerse serio─. Actúas como si no fuera un monstruo.

─Mientras no trates de llevarte mi alma, estaré bien con una cosa como tú caminando a mi lado ─afirmó la pelirroja, arqueando ambas cejas─. Además, eres tú, Wirt. Si tú pudiste viajar con un azulejo parlanchín y molesto, entonces yo puedo caminar con un árbol torpe a mi lado.

─Estás admitiendo que eras un fastidio ─molestó Wirt, esbozando una amplia sonrisa.

─Cierra la boca ─replicó.

La luna comenzó a esconderse a lo lejos, tiñendo el cielo de un azul oscuro brillante, si es que eso tenía algún sentido. El camino serpenteó, pero ninguno de los dos muchachos se quejó al respecto, sino que continuaron caminando juntos sin necesidad de intercambiar palabras. Por alguna extraña razón el corazón de Wirt sentía una profunda paz mientras permanecía al lado de Beatrice, quien no dejaba de pasear la mirada por entre los troncos o alzaba la cabeza hacia el cielo, soltando un tenue suspiro.

Llegaron a un granero en el tiempo en que el sol comenzó a asomarse en el horizonte.

─De ahora en adelante tendremos que caminar de noche ─adjudicó Beatrice, entrando al viejo granero abandonado.

¿Cómo sabían que estaba abandonado?

Las puertas estaban en peores condiciones, no había ningún atisbo de alguna persona cerca y en el interior de éste no encontraron más que paja polvorosa, y unas tijeras de césped fruncidas de forma extraña; cerraron las puertas de madera con una pala para impedir que alguien ajeno entrara y los sorprendiera. A ninguno de los dos les apetecía que el rumor sobre un posible regreso de la Bestia se extendiera.

─Ahora sí que puedo decir que soy un monstruo nocturno ─bromeó Wirt, dejándose caer de lleno sobre la paja.

Beatrice se cruzó de brazos con los labios fruncidos, observándolo con atención.

─Wirt ─susurró Beatrice, llamando su atención y el muchacho abrió los ojos extraños, dirigiéndolos hacia ella─, ¿por qué no lo has preguntado?

─ ¿El qué?

─Sobre el ser azulejo.

─ ¿El cómo ser un pájaro y tener plumas en lugar de piel?

─Wirt ─le reprendió Beatrice.

Wirt cerró los ojos, no quería verla fijamente.

─Beatrice ─susurró el muchacho─, te conocí siendo un ave, y ahora, viéndote tal como eres, sé que no importa. Porque me alegra que hayas vuelto con tu familia. Me alegra, en cierta forma, de haber vuelto, porque por alguna extraña razón había deseado hace mucho tiempo volver a verte.

Over The Garden Wall: The BeastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora