Una razón egoísta

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Era como volver tiempo atrás, pero ahora sin alas.

Corrió tan rápido que incluso los gritos de su madre no se oyeron a causa del soplido del viento. Fue como si algo succionara la diminuta pizca de esperanza que tenía lo Desconocido, y lo absorbiera de golpe. La luz menguó, la luna se tiñó de color sangre y todos los habitantes del limbo volvieron la cabeza hacia el cielo, esperando su fin.

Mientras Beatrice corría entre la luz escaza y el corazón enloquecido, aferrando la capucha contra de su cuerpo, como única protección ante lo inhóspito de la oscuridad, que comenzaba a adueñarse de su hogar.

Algo le había pasado a Wirt, de eso estaba segura. Quería gritar su nombre, pero sabía de antemano que él ya no respondería. Y todo era por su culpa, lo sabía, e incluso el muchacho también, y de todas formas no gritó cuando lo supo ni la miró de forma despectiva, como si todo aquello fuera su culpa. Lo era.

De alguna forma uno sabe a dónde ir cuando alguien querido está en peligro.

Las tinieblas siguieron adueñándose de los rincones, el bosque susurraba con mayor fuerza, y la presencia de la Bestia se hacía latente a cada paso que Beatrice se atrevía a dar, mientras su piel se erizaba a causa del miedo y su instinto de supervivencia le exigía dar media vuelta, para escapar.

Se rehusó.

De un momento a otro su cuerpo chocó contra el de alguien. Beatrice entrecerró los ojos, tratando de identificar su rostro a través de la oscuridad, pero solamente pudo reconocer algunos rasgos: la nariz y una parte de lo blanco de sus ojos.

─ ¿Quién es? ─Preguntó Beatrice, con voz firme y autoritaria.

─Lorna, ¿quién eres tú? ─Inquirió la voz, desorientada y asustada.

─ ¿Lorna? ─Beatrice dio un paso hacia atrás─. Soy Beatrice, creo que te conozco. Conoces a Wirt, ¿no es cierto? ¡¿Sabes dónde está?!

─ ¡Huye, Beatrice! ─Gritó Lorna, llena de terror y trató de encontrar el cuerpo de Beatrice con los brazos─. ¡No existe una forma de salvarlo! ¡Huye, antes de que te encuentre! ─Sollozó, desconsolada.

─ ¡¿Qué le han hecho?! ─Gritó Beatrice, formando con sus manos un par de puños.

─Tratamos de salvarlo, lo siento... ─Susurró, negando con la cabeza y escuchó claramente cómo se desplomaba contra el suelo, desolada─. Creí que podíamos salvarlo, que cortándole los cuernos podríamos rescatar su alma, que al hacer sonar la campanilla, lograríamos ahuyentarlo de lo Desconocido... Yo no sabía...

─No, tú no...

─El Leñador creyó que era lo correcto, que así podríamos salvarlo ─sollozó con más fuerza─. ¡No sabíamos que desataríamos su poder, que lo volveríamos completamente un monstruo! ¡Es nuestra culpa! ¡Algo lo ata aquí y no sabemos qué es!

Dejó caer algo metálico contra el suelo, que rodó en dirección a la pelirroja; la muchacha se agachó para tomarlo, y con tan sólo palparlo reconoció la naturaleza del objeto.

─ ¿Tienes fósforos? ─Preguntó Beatrice, impaciente.

Lorna se los dio entre tartamudeos a través de la oscuridad, y cuando la luz por fin se encendió a mitad de la noche, ambas muchachas pudieron observarse fijamente. El rostro de Lorna estaba empapado en lágrimas, y yacía de forma patética sobre el suelo, con el vestido revuelto y el cabello adornado de suciedad.

─No tuvieron que dejarlo solo ─susurró Beatrice, frunciendo el entrecejo.

Alzó la lámpara por encima de sus cuerpos, y comenzó a caminar, dejando a la otra atrás.

─Iré contigo ─se ofreció, pero Beatrice ni siquiera se inmutó.

En su lugar, replicó con frialdad:

─No puedo confiar en aquel que abandona a un amigo.

Diciendo esto, siguió caminando con paso firme, atravesando la oscuridad con el único brillo de luz que permanecía encendida en todo lo Desconocido. Una estela de esperanza que iba poco a poco abriéndose paso entre las penumbras, llamando la atención de un ser que se arrastraba entre los lamentos, cuya piel crujía bajo sus extenuantes movimientos.

Ahora Beatrice danzaba cerca de la luz, y Wirt se desperdigaba entre la oscuridad.

Over The Garden Wall: The BeastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora