Sara

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Beatrice aguardó hasta que la respiración de Wirt volvió a ser regular.

Se apartó lo suficiente para darle espacio y permitirle tomar asiento. La luz de la tarde recaía detrás de las maderas, poco a poco ocultándose para darle pie a la oscuridad de la noche. Beatrice se negaba a admitir que aquel gesto ─el abrazo─ le había complacido de alguna forma.

Aferró las palmas contra de su vestido, formando minúsculos puños de tela, y no separó por ningún momento los ojos del piso, negándose a ver a Wirt a los ojos.

Lo escuchó susurrar en sueños, pero creyó que sólo se trataba de una pesadilla más del montón, como las que ella solía sufrir de vez en cuando. Pero cuando su cuerpo comenzó a enfriarse, y las palmas de las manos se sacudieron sin control, Beatrice se levantó rápidamente de la paja, y contempló como el cuerpo de Wirt comenzaba nuevamente a transformarse.

Las ramas de los costados de su cabeza habían adquirido más centímetros, y la piel de su rostro era lúgubre, sin ningún color rosado en ella. Pero lo que la dejó sin aliento fueron sus ojos asustados, llenos de lo que parecía ser una laguna sin fondo, sin ningún rastro humano que poder alcanzar.

"Sara"

Había gritado tan fuerte ese nombre que tuvo que obligarse a sí misma a sacudirlo para lograr despertarlo, no quería que nadie acudiera en plena tarde al granero abandonado y descubriera al muchacho mitad Bestia.

"Sara"

─Sara ─susurró Wirt, sacudiendo la cabeza con fuerza.

Beatrice lo miró de reojo, conteniendo la respiración.

─Tuviste una pesadilla ─se excusó la muchacha, frunciendo el entrecejo─. Comenzaste a gritar con fuerza, tuve que despertarte.

─Los recordé, Beatrice ─farfulló Wirt, alzando la mirada─. A mi familia. A Sara.

─ ¿Sara?

─Sí, Sara ─confirmó el muchacho, asintiendo con la cabeza─. Al parecer... Creo que es una chica que me gustaba, aún no lo sé con certeza. Pero recordé a mi familia ─exclamó─. A papá, a mamá y a Greg.

─Es un punto a nuestro favor ─respondió la pelirroja, poniéndose de pie. Se ajustó la capa con movimientos abruptos y se colocó la capucha de un manotazo─. Eso quiere decir que puedes regresar a casa, Wirt.

Ya con la capa ajustada, Beatrice dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la puerta de salida del granero. El sol ya se había escondido casi por completo, y sólo se podían llegar a atisbar retazos de luz entre el cielo azulado. La muchacha asintió con la cabeza, era cierto, no tenían un plan bien estructurado para llegar a la cuestión principal: ¿Cómo haría que Wirt volviera a casa?

─Tenemos que marchar ─susurró, sin volver la mirada al muchacho─. Ya casi estamos cerca de la primera parada.

Pero la verdadera pregunta seguía acosando sus pensamientos: ¿En verdad ella quería que Wirt volviera a su hogar?

El muchacho se levantó del suelo, sacudió la paja de su ropa con movimientos desenfadados, pero a juzgar por la fuerza en que fruncía el entrecejo, parecía estar pensando en algo verdaderamente importante. Beatrice no volvió a dirigirle la palabra, no quería interrumpirlo y entremezclar asuntos de lo Desconocido en cuestión a sus recuerdos de su vida verdadera.

La noche cayó tan rápido como se avecinó, el sendero era tranquilo y podía escucharse al viento silbar, así como voces lejanas o luces ocasionales en medio de la maleza.

─Antes no podías escuchar mucho por la noche ─susurró Wirt, hablando repentinamente.

Beatrice se encogió de hombros, cubriéndose con mayor fuerza la capa contra del cuerpo.

─Eso pasó después de que la Bestia desapareció ─explicó la pelirroja─. La gente ya no tenía miedo de perderse, los senderos se volvieron seguros al caer la noche y sus corazones creyeron que ya no existía ningún peligro.

─Eso es algo bueno.

─No realmente ─negó con la cabeza, volviendo la cabeza para mirarlo─. Mi padre dijo algo en lo que también concuerdo: la Bestia podía ser el temor materializado, un temor que la gente buscaba rehuir. Pero ahora que se ha ido, creen que el temor ya no existe, pero en realidad al carecer de un cuerpo, se ha implantado en ellos.

─El miedo nunca desaparece ─convino Wirt, bajando la mirada.

─No sé cómo sea del mundo o la vida de la que provienes ─farfulló la muchacha─, pero creo que podemos estar de acuerdo en que las personas con mucho miedo en sus corazones tienden a cometer errores irracionales o quizá enloquecer.

─ ¿Ha pasado algo como eso aquí en mi ausencia?

─Han desaparecido por lo menos cinco personas ─susurró Beatrice, volteando la mirada hacia enfrente. El camino comenzaba a estrecharse, lo que eran buenas noticias acerca de su próximo destino─. ¿Recuerdas el pueblo que visitamos? ¿Aquellos con el cuerpo de calabazas? ─Wirt asintió─. Últimamente han estado deambulando por el bosque, cuando no suelen salir de su pueblo, eso es extraño, nunca había pasado.

El viento sopló con fuerza, provocando que unas hojas cayeran contra el suelo.

─Vamos animó Beatrice al muchacho, llamándolo con un movimiento suave de manos─. Debemos apresurarnos, estamos cerca.

Los árboles poco a poco comenzaron a flanquear, la altura de las copas se volvió considerable, y las hojas de estos ya no eran de un tinte verde, más bien parecían a las que se marchitaban en otoño. Más adelante, donde el camino se doblaba ligeramente hacia la derecha, abriéndose a una vereda descampada, Beatrice pudo contemplar una pequeña casa y frente a ella un pozo sin fondo del que brotaba agua.

Se dirigieron a los escalones, los subieron con cuidado. La luna florecía en su máximo esplendor, inerte, y Wirt no se atrevió a preguntar mientras el puño de Beatrice tocaba contra de la puerta.

Esperaron.

Se escucharon pasos menguantes, que se fueron acercando a la entrada. Un par de voces susurraron del otro lado, intranquilas, hasta que por fin alguien se animó a abrir; el leñador los observó con ojos pacientes, detrás de él, su hija asomaba la cabeza para ver al par de muchachos.

─Necesitamos su ayuda ─susurró Beatrice, con voz firme pero educada.

Al lado de ella, Wirt asintió con la cabeza.


Over The Garden Wall: The BeastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora