El material de las pesadillas

793 81 3
                                    

Wirt volvió a dejarse caer por encima de la silla, respirando hondo; el corazón golpeteaba contra de su pecho, seguramente su corazón estaba demasiado escandalizado para al menos dejarlo hablar, así que guardó silencio mientras observaba a la madre de Beatrice, que con suavidad colocaba los platos sobre la mesa en perfecto orden.

De repente su mirada se colocó sobre Beatrice, que yacía de cuclillas encima de la alfombra, observando a sus hermanos menores jugar. El muchacho pensó en la posibilidad de que ella fuera sólo un recuerdo de su verdadera vida ─a donde fuera que está hubiera sido─, y sin darse cuenta, Beatrice le miraba por encima del hombro, arqueando ambas cejas.

Wirt retiró rápidamente la mirada, un tanto apenado, y tosió ligeramente, para deshacerse del sonrojo que se extendía por la piel de las mejillas. 

─Es lo que tenemos ─murmuró la madre de Beatrice, tendiéndole un plato repleto de verduras y un poco de carne.

─Muchas gracias ─respondió Wirt con suavidad, tomándolo entre sus manos.

Comenzó a comer en silencio, mientras la familia de pelirrojos se arremolinaba a su alrededor, tomando sus respectivos asientos, al igual que los niños, que no dejaban de observarlo con genuina curiosidad. Internamente al muchacho le recordó a la mirada que solía tener Greg cuando era todavía un niño pequeño.

─ ¿De dónde vienes? ─Preguntó uno, señalándolo con la cuchara. El cabello rojo se le paraba sobre el cráneo en forma de punta. 

─De muy lejos, seguramente ─respondió Wirt, ladeando la cabeza sin dejar de comer.

─ ¿Más allá del jardín? ¿Del bosque? ─Volvió a inquirir.

─Ojalá pudiera recordarlo ─se encogió de hombros. 

La familia prestaba el debido interés a su conversación con el niño.

─ ¿Extrañas tu hogar? ─Preguntó el niño nuevamente.

─ ¿Quién no extrañaría el suyo? ─Alzó la mirada para observarlo─. Es como si te alejaran de tu madre, padre y tus hermanos, ¿no sentirías acaso que algo dentro de ti falta algo?

El niño frunció los labios, ligeramente confundido. Pero siguió hablando después de unos cuantos segundos.

─ ¿Esa parte dentro de ti es lo que hace que no puedas volver a casa? ─Inquirió. 

Wirt frunció el ceño, confundido, ¿algo qué no pudiera permitirte regresar a casa?, se preguntó dentro de su mente, apretando los labios, limitándose a encoger los hombros para concluir la conversación; la madre de Beatrice regañó por lo bajo al niño, pero Wirt fingió no darse cuenta de lo acontecido. Estaba confundido, no sabía cómo llegar a casa y eso lo asustaba. 

Con el paso de los años Wirt había crecido y madurado, el miedo de su primera visita, cuando apenas temblaba al escuchar un sonido en el interior del Bosque, cambió radicalmente al igual que su altura. La madurez comenzaba a enredar su alma, volverlo serio e incrédulo conforme a las situaciones que demandaban imaginación.

Él no lo notaba, por supuesto, aquello se le hacía normal, nada de otro mundo, pero Wirt desde que era niño había desconfiado un tanto de la existencia de lo Desconocido, ¿cómo no iba a hacerlo ahora, cuando el mundo de los adultos estaba succionando su infancia?

  ─Wirt ─murmuró Beatrice, al notar que el muchacho había terminado su cuenco de comida─, ¿quieres salir a dar una vuelta? ─Propuso, sonriendo de medio lado.

─Gracias por la comida ─musitó Wirt a toda la familia, poniéndose de pie.

Beatrice lo guió a la puerta de entrada, y juntos salieron dirigiéndose a los lindes del bosque, por donde corría una suave corriente acariciando las rocas cercanas. El Bosque seguía tal y como Wirt lo recordaba, con sus altas copas y caminos sin demasiada vegetación que les obstruyera el paso; Beatrice caminaba adelante de él, colocando ambos brazos por detrás de su espalda.

El viento le revolvía el cabello, pero no hizo ninguna acción para evitar que esto ocurriera. El Bosque se fue haciendo cada vez más denso, y la luz que se filtraba por entre las ramas era ligeramente tenue, al menos lo suficiente para que Wirt mirara por donde colocaba sus pasos.

─ ¿Beatrice? ─Preguntó Wirt, para llamar su atención─. ¿A dónde nos dirigimos?

─Creí que al crecer ya ibas a dejar de ser un poco cobarde ─respondió Beatrice, sonriente.

Wirt igualmente sonrió.

─Y yo esperaba que al menos fueras más alta que yo ─refutó él.

─En tus sueños, Wirt ─replicó Beatrice, poniendo los ojos en blanco. 

Sus pasos fueron los únicos que llenaban el vacío que se colocó sobre ellos. Wirt suspiró hondo, el bosque comenzaba a formarse tenebroso, con los troncos fruncidos y las hojas de un color otoñal intenso.

─La Bestia ─comenzó a decir Beatrice, deteniéndose─, no volvió después de que ustedes se fueron ─la chica colocó una palma por encima de un tronco─. La luz que el leñador extinguió creo que fue lo suficiente para deshacerlo, matarlo ─lentamente miró a Wirt sobre el hombro─. Ustedes habrían estado a salvo aquí de haberlo hecho antes. 

¿Aquello que inundaban las mejillas de la muchacha eran lágrimas?

─Nos habríamos quedado aquí ─respondió Wirt, caminando hacia ella.

Notó que el tronco en el cual se estaba deteniendo era de aquellos árboles que talaba el leñador. Los que estaban hechos de personas, transfigurados gracias a la Bestia; evitó a toda costa soltar un grito, no quería parecer un patético cobarde frente a una chica que estaba propensa a hundirse en llanto en cualquier momento. 

─Lo sé ─replicó la pelirroja con brusquedad, limpiándose las lágrimas con la muñeca, pero Wirt fue más rápido.

Colocó las palmas sobre sus mejillas y limpió las lágrimas con las yemas de los dedos.

─Creí que ya no habían árboles de estos ─susurró, volviendo la mirada al tronco─. Suponía que el leñador había talado todos. 

─Los encontré tiempo después de que se fueron ─separó la mano del tronco, bajando la mirada y dio un paso hacia atrás, alejándose de Wirt. 

─El material del cual se alimentaba la Bestia ─susurró Wirt, sin dejar de mirar la madera─ estaba hecha de cuerpos humanos, de almas, ¿no es cierto?

─De las almas perdidas en lo Desconocido ─asintió Beatrice, solemnemente.

Wirt guardó silencio. En su interior suponía que él en ese momento estaba perdido, a merced de un bosque infinito. 

─Debo volver a casa ─afirmó, cerrando una palma en forma de puño─. No puedo quedarme aquí...

Beatrice lo miraba, tratando de que su rostro pareciera unánime.

─Te ayudaré ─prometió Beatrice, asintiendo con la cabeza. La muchacha sintió como el corazón se le rompía nuevamente en pedazos.



Over The Garden Wall: The BeastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora