11 - Manos vendadas

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Se sentaron juntos y suspirando se dejaron caer en la cama.

Val no quería salir de su cuarto por nada del mundo, había desayunado allí dentro incluso. La reina había ido a verlo cuando Soraru lo estaba cuidando pero el pequeño no le dijo ni una palabra, solo confiaba en sus hermanos y eso (de alguna manera) tambien incluía a Mafu.

–Estoy preocupado por Val –dijo Mafu.

–Va a estar bien, no te preocupes –le sonrió el príncipe.

–Eso espero...

–Val es fuerte, Mafu.

Soraru se estiró y acomodó en la cama del albino y éste lo imitó para quedar a su lado más cerca.

–Han pasado cosas raras, ahora está este ataque a Val y anteriormente... tú y tu herida que se curó rápidamente.

–¿Uh?

Soraru levantó un poco el pantalón del albino dejando ver su pálida piel sin siquiera rastro de la herida.

–¿Pero qué..? Ni cicatriz te dejó...

–Pero... A Soraru-san no le gustan las cicatrices.

Soraru volteó a verlo con una idea loca revoloteando en su cabeza, pero la descartó, Mafu no podía estarse curando a si mismo de esa manera, era imposible.

Un nuevo silencio se hizo presente, Mafu comenzaba a dudar si debía romperlo con una pregunta, al final decidió hacerlo.

–Nee, Soraru-san...

–¿Hm?

Mafu estaba por morderse la lengua pues se había arrepentido en ese último momento, pero necesitaba saber la respuesta.

–Es mal momento pero... el día de mi cumpleaños.

–¿Si?

–¿A qué te referías con que yo te gustaba?

Soraru se sobresaltó un poco.

–A eso mismo... me gustas –respondió –tch... ésta no era el tipo de declaración que quería hacer.

Mafumafu soltó una dulce risilla pero enseguida volvió a quedarse callado.

–Entonces tenemos un problema, majestad...

–¿Eh?

–Porque también me gustas.

Urata caminó sobre la tierra acercándose al pelirojo que estaba recargado en un árbol cercano al lago mientras sostenía una caña en sus manos.

Se acercó a su compañero y cuando estuvo a su lado éste se percató de su presencia.

–Oh, Urata-kun, ¡hola!

–Hola Sakata-san, ¿estás pescando?

–No, mira que estoy haciendo carpintería.

Urata se rio entre dientes, Sakata volteó y le sonrió.

–¿Has pescado algo?

–¡Que estoy haciendo carpintería!

–Sakata-san...

Sakata soltó una fuerte risa que rápidamente le contagió a Urata.

Urata se sentó al lado del pelirojo y sacó de su bolsillo una larga venda, cortó dos trozos y ambos se vendaron la mano izquierda aún si ésta no estaba herida.

–Esto es raro –comentó Urata –pero no me quejo~

–Estamos encubriendo a alguien pues la orden viene del Palacio.

[Beta ver.] Buscando el CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora