9 - La maldición del Sur

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Con pasos apresurados el pobre joven rubio recorría los pasillos del castillo, en cada habitación había alguien enfermo, corría el riesgo de contagiarse de esas enfermedades inremediables.

Dobló la esquina y subió por las escaleras hasta llegar a la segunda planta dónde se encontraba su habitación, una vez al frente de ésta tocó la puerta con delicadeza.

–¿Diga? –respondió una vocecilla dentro de la habitación.

–Señorita, su medicina –dijo el joven apresurado –¿Puedo pasar?

–...sí, está bien –a la princesa, desde dentro, no le gustaba la idea de que su mejor amigo entrara a su cuarto pues podría contagiarse.

–Permiso...

Abrió la puerta con cuidado sosteniendo una bandeja con comida, bebida y medicina.

Apenas la dejó sobre una mesita una tela que había lanzando la princesa se estampó en su cara, él la miró y entendió que quería que se cubriese así que lo hizo.

–¿Felíz?

–Felíz... –estornudó –¿qué hora es?

–Son las tres de la tarde, Reol-san...

–Es bastante tarde...

Kradness la miró preocupado, sus mejillas estaban coloradas, puso su mano sobre la frente de la chica y comprobó que su temperatura había subido.

–Espera, iré por un trapo húmedo...

–Mhm...

El chico se fue y regresó con una rapidez increíble, pero la joven no le dio importancia ya que creyó que era causa de su enfermedad que el tiempo le pasaba de otra manera.

–Todo ésto... ¿es culpa de la maldición? –preguntó Reol mientras su amigo dejaba el trapo húmedo sobre su frente después de apartar su cabello peliblanco.

–Lo es –aseguró el chico –es lo que todos dicen.

Reol miró hacia otro lado, meditando un poco, alguien tuvo que haber conenzado esa loca acusación. No siempre "todos" habían dicho lo mismo.

Kradness la ayudó a sentarse y dejó la bandeja con comida sobre sus piernas, Reol tomó con la cuchara el caldo de res que le habían preparado, éste se había enfríado pero le restó importancia.

–Sabes... se lo encontraron –dijo el chico sentándose al lado de la chica sobre su cama.

–¿A quién?

–Al que causó ésta maldición, sin embargo, los que estaban haciendo guardia eran aún novatos y escaparon.

Reol se cubrió la boca con la manga de su camisón y tosió sonoramente, haciendo que el rubio se resignara, su mejor amiga no parecía mejorar.

–¿Qué planeaban hacer cuando los capturaran?

Kradness tragó saliva.

–Quemarlos.

–Quemarlos...

–Sí, quemarlos.

–¿En honor al reino del Oeste?

Kradness asintió levemente con la cabeza agachada, hablar de su reino lo ponía mal, siempre evitaban el tema. Aquella familia se apiadó de su reino y acogió a los sobrevivientes.

–¿Qué hay del Este?

–Reol-san, no hay nada allí, está desierto –rio el joven, sacándole una sonrisa a la chica.

[Beta ver.] Buscando el CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora