¿Qué? ¡Debes estar bromeando!

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— ¡Despierta!

     Hallen seguía envuelto en sus cobijas, acurrucado en posición fetal, hundido entre las almohadas. Las gruesas cortinas no dejaban entrar nada de la luz matinal a su habitación y por eso estaba sumida en la oscuridad total. Todo estaba desordenado, sobre la mesa de madera se encontraba un sándwich intacto y en el suelo se apilaba una buena cantidad de libros. Una revista científica estaba abierta sobre el sofá, mostrando un artículo sobre la teoría química del amor.

— ¡Oye! — Grité — ¡Levántate!

     Me acerqué a las cortinas y me apresure a abrirlas, dejando entrar la luz.

— No las abras — Farfulló Hallen —. El sol es dañino.

— ¡Sal de la cama y anda!

— No.  

     Me froté la nuca.

— Tu madre me dijo que hace tiempo que no comes algo, y también me dijo que no has salido de la cama desde un buen tiempo. Ella creé que es por la mudanza pero yo sé que es por otra cosa.

— Estoy hibernando, no hay de qué preocuparse.

     Puse los ojos en blanco.

— Los humanos no hibernamos, Hallen.  

— Soy un oso.

     Hallen se encogió más y terminó ocultando toda su anatomía entre las cobijas de color azul.

— ¡Sal de ahí inmediatamente y camina!

     Me acerqué hasta él y le quité las cobijas, dejándolo al descubierto.

— ¡Hoy es sábado!— Se quejó y jaló de nuevo las cobijas para cubrirse.

— Y mañana domingo — Volví a jalonear las cobijas y las hice a un lado.

     Hallen levantó la cabeza para fulminarme con la mirada. Su cabello estaba despeinado, tenía unas terribles ojeras y sus pómulos se marcaban exageradamente, mostrando lo delgado que se había puesto. Probablemente no había estado comiendo nada bien después de su ruptura con Will.

— Ponte de pie — Lo jalé de la camisa —. Vamos.

     Después de quejarse obedeció de mala gana; se puso de pie, se tambaleó un poco, y logró recobrar la postura rápidamente. Llevaba una camiseta holgada y un pants deportivo color gris que le quedaba grande. Parecía enfermo, probablemente lo estaba.

— ¿Bien y ahora qué? —  Su voz se apagó — No tengo nada que hacer.

     Sus labios estaban resecos, como si no hubiese tomado nada de agua.

— Aséate, vamos a dar un paseo.

     Dejó caer su cabeza hacia atrás, estirando el cuello.

— No tengo ganas.

     Ahora la ventana de la habitación estaba abierta y el viento agitaba ligeramente las cortinas blancas.

— Me da igual, te sacare de aquí a como dé lugar. Eso incluye arrastrarte fuera de la habitación, si es necesario.

     Hallen me miró entrecerrando los ojos.

— De acuerdo —Soltó un suspiro—. Me ducharé y me vestiré rápido… creo.

     Media hora después, Hallen ya estaba listo. Se había tomado su tiempo pero no me importo mucho esperarle, me había entretenido jugando videojuegos en su cómodo sofá, la relajación me caía de perlas.

¡No me voy a enamorar! (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora