Jack:
— Yo maté a mis padres.
Me sobresalté y abrí los ojos como platos en una mueca de sorpresa.
— No digas eso...
Se llevó las manos al rostro y sacudió la cabeza, como intentando esfumar aquellos recuerdos que le provocaban dolor.
— ¡Maldición Jack, sabes que es la verdad! Si no le hubiera dicho a mi madre que quería ir con ella a la playa entonces nada hubiera pasado.
— Tu madre sabía lo que hacía, ella fue la que decidió salir del hospital en lugar de permanecer allí.
— Pero lo hizo porque le rogué que fuera conmigo, por eso mi padre tuvo que venir en ese maldito avión...
— Lo hizo porque quería ver la puesta de sol contigo, sabía que su tiempo estaba terminando, el cáncer se había apoderado de todo su cuerpo y no había nada que hacer al respecto. Y lo de tu padre no pudiste haberlo provocado tú, de ninguna manera.
De repente, William me pareció un niño pequeño. Su elevada altura desapareció, su voz grave fue remplazada por la de un pequeño, su cabello espeso fue substituido por una dorada melena pulcramente peinada; tal y como su madre solía dejarlo para que su rostro, como decía ella, se viera, en lugar de estar oculto tras los mechones rebeldes que le caracterizaban.
Sabía desde pequeño que era únicamente mi primo; sin embargo, mi corazón lo veía como a un hermano, uno que siempre cuidó de mí sin importar las circunstancias.
Al ser un chiquillo nunca me di cuenta de que él también necesitaba a alguien que le diera apoyo, una mano que lo sacara de la obscuridad. Aunque él lo negara. Siempre fui una carga. ¿Hace cuánto alguien no le decía un “te quiero” o un “estoy aquí para lo que necesites” de esos que solo la familia pueden dar? Aquel chico, con la mirada perdida, estaba ahí, en el suelo. Fingiendo ser fuerte para no derramar lágrimas delante de su “hermano pequeño”.
— No es tu culpa William, no has matado a nadie.
Sus ojos de color oro se cerraron.
— ¿Crees que alguien me necesite?
Lo abracé y se sobresaltó ante mi inesperado movimiento, pero no negó mi contacto. Apretó los ojos intentando calmarse pero un lastimero sonido escapó de su boca, un sollozo reprimido.
— Yo te necesito, Oliver te necesita.
Su llanto silencioso se hizo más brusco.
Esa noche permanecí a su lado hasta que el sueño lo venció. Durmió entre mis brazos, como cuando éramos pequeños. Lo coloqué una cobija y recosté su cabeza sobre una almohada. Me hubiera gustado dejarlo en su cama, pero su altura y peso me dominaban. Tuve que dejarlo ahí en el suelo.
Cogí la caja de medicamento vacías, por suerte solo eran tranquilizantes. Caminé hasta el interruptor y apagué las luces. Tomé el pomo de la puerta y la abrí, para acto seguido cerrarla.
Me detuve en seco cuando vi que Oliver estaba durmiendo cerca de la puerta, y a su lado estaba Nathan.
— Lo siento, Iver quería entrar —Habló Nathan—, la única manera de detenerlo era estando cerca de la habitación.
Intenté hacer una sonrisa, pero estaba seguro que solo había conseguido hacer una mueca.
— Siempre quiere estar cerca de su padre—lancé un suspiro y me enrollé la manga izquierda de la camisa para observé mi reloj—. Ya es de madrugada, seguro estás agotado.
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¡No me voy a enamorar! (Yaoi)
Ficção AdolescenteHallen, se acaba de mudar a Japón para empezar una nueva vida. Toda la gente es muy amable, excepto alguien. Por azares del destino se tropieza con William, un chico con una personalidad muy poco amistosa, quien es la única persona que no le da una...