20.

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Una señora realmente linda está enfrente de mí con una bolsa de mano, su cabello es negro tirando al castaño y corto, llegando a rozar sus hombros. Unas arrugas se quieren ver pero sus gafas me lo impiden. Tiene un toque de ser madre de mi amigo.

—Hola linda, buenas noches. -saluda amablemente con un acento muy peculiar. —Sé que las horas dicen que ya no es tiempo de una visita pero acabo de llegar aquí a la ciudad buscando dónde se encuentra mi hijo, que vive en la casa de su novia y creo que es este número.

Por mi mente se me pasa lo que me había dicho Blas mientras me muestra un papel blanco con una dirección.

—¡La mamá de Blas! -digo casi gritando. —Yo digo que pase y le de una bonita sorpresa a su hijo que no va a venir hasta aquí. -hablo en voz baja para que no me escuchen, sonriéndome su mamá pasa adelante de mi pero se detiene.

—Antes de todo, tu eres... -pregunta dubitativa.

—Oh, soy Sofía amiga de Blas. -sonrío.

—Por tu acento no eres de aquí. -avanzamos y niego enseguida.

—No señora. -sonrío mientras caminamos hasta llegar al salón y ver como Ela termina de apagar la televisión que antes estábamos viendo. Aleluya.

—Chiqui. -su mamá le habla un poco emocionada en cuánto ve a su hijo.

Blas gira su cabeza a mi dirección pero sus ojos corren a ver quien se encuentra a mi lado.

—¿Mamá? -con la cara de sorpresa que lleva puesta se levanta del sofá tan rápido para poder abrazarla.

¿Va a llorar? Porque yo ya estoy haciéndolo, son tan bonitos los dos. Siento que sobra alguien aquí y esa persona soy yo. Debería de estar conociendo a mis suegros así si aquel chico rubio no hubiese sido tan imbécil, mientras más paso un día aquí siento que aún no puedo dejar de olvidar todo lo que fuimos y que ahora ya nada pudo seguir adelante. Sólo amigos hemos quedado pero no creo que a estas alturas lo parezca, nuestra comunicación murió desde que dejé su casa hasta ayer que me llegó su mensaje. Creía que nuestra relación iba a ser larga, íbamos a ser felices, pero no todo es como nos lo pintan, camino de rosas y cielos azules. Mentiría si digo que no lo extraño.

—Sofi te estoy hablando.

—¿Qué, que pasa? -miro a mi alrededor un poco apenada y sólo veo a Blas en el salón. ¿Tanto tiempo me fui a la luna?

—¿En qué pensabas? -arruga la frente.

-Nada, cosas mías. -finjo una sonrisa. Todos los días era lo mismo.

—No sé porqué siento que me ocultas algo pero te decía que me retiro mañana con ella, con mi mamá. Le prometí que pasaríamos el día aquí en la ciudad. -pone cara triste al verme apenada. —Además vendrán las familias de los demás y necesito pasarla con la mía. -dice regalandome una sonrisa. —Necesito verte ahí mañana, eres parte de la familia y lo sabes mi niña.

Hago una mueca, tratando de pensarlo, yo también extraño a mi familia joder.

—Recuerda que mañana... -me interrumpe Blas con su mano.

-—Te quiero ahí antes de las nueve de la noche si o sí. -asusta cuándo habla totalmente serio. —Deja de poner esa cara no voy a hacerte nada.

—Miedo me das. -finjo una cara de susto.

—No pongas esa cara. -me río junto con el y aprieto sus mejillas jugando con ellas. —Bien me voy a dormir ya, ti también deberías hacerlo. -me abraza y le abrazo muy fuerte.

Despierto a causa de mi alarma afirmando que es hora de levantarse. 7:30 de la mañana y siento que en mi primer día de trabajo no voy a aguantar. Me doy una ducha rápida y ahí mismo me arreglo para cuándo estoy lista un olor a perfume de mamá me despierta las fosas nasales.

—Buenos días Sofi. -Mari me saluda cuándo llego a la cocina.

—Buenos días. -sonrío. Tomo un paquete de galletas de la alacena y las hecho a mi bolso.

—Sólo eso te echarás al estómago, con razón estás así. Ven que te preparo algo mejor.

No puedo decirle que no, me siento a esperar mientras reviso mi teléfono y veo como saca huevos y fruta.

—¿De dónde eres cielo? -pregunta.

—De México. -respondo y sonrío al recordar de dónde vengo, mi familia debe de estar desesperada por no comunicarme. A ver si ya lo voy haciendo.

—Oh mira, hace mucho que quiero ir ahí.

Se corta la conversación porque Blas aparece por la entrada saludándonos muy cariñoso como siempre.

—Hola Sof. -me abraza besando mis mejillas. —¿Hoy entras a trabajar? -asiento mientras me llevo a la boca una galleta. —Tienes toda mi suerte guapa.

—Te veo ansioso chiqui. -digo al verlo algo inquieto.

—Estoy contento porque sé que hoy será un gran día.

—Les deseo que pasen un día estupendo, ¿Y Ela estará en el plan?

—Sigue durmiendo, le hablé pero no me respondió. -me dice bajito.

-Bueno, ella se lo pierde. -me encojo de hombros.

—Aparte esta noche me regreso a Murcia con mi madre, así que está bien y no duele la despedida.

Nos quedamos callados, un silencio agradable que nos sienta bien en esta mañana.

—No te lo dije después de todo, pero lo que encontré es mínimo, pero algo es algo. -hablo después de tener mi desayuno en un plato. —Tampoco entiendo porque Ela me hizo ponerme aquel vestido, me sentía una extraña y, ¿sabes lo que hice? -me río al recordarlo. —Tuve que llevarme un cambio de ropa.

-Y para que no lo notara Isela, te volviste a cambiar o me equivoco.

—Ajam. -Blas revuelve mi cabello y me saca la lengua. —Oye, que estaba peinada.

—¿Peinada? -se ríe y lo vuelve a desacomodar.

Las horas siguen marchando y no pienso llegar tarde a mi trabajo. Me despido con muchos abrazos y besos a Blas. A su mamá tan dulce como es me dijo que un día se irían conmigo a mi ciudad natal.

Miro al cielo pidiendo que todo me vaya bien y me voy cerrando la puerta.

(•••)

Después de todo termino yendo a la casa de Isela y no al concierto de Auryn que ya tiene poco de haber empezado. Mi cuerpo duele y mis pies arden de haber pasado por todo el restaurante caminando y subiendo. Si, es dos pisos y muy prestigioso el lugar. Me acosté en el sofá mientras escuchaba música en la televisión, mis ojos empezaron a cerrarse  en menos de cinco minutos.

—Hey, que te quedas dormida en el sofá y no te podrás mover luego. Anda vamos a la cama, que ya es un poco tarde. -Isela me despierta después de haber llegado del trabajo.

Miro el reloj de pared marcando las 12:35 de la noche. ¡Qué me he quedado dormida más de tres horas!

—¡Auch, mi cuello! -me quejo cuándo me levanto.

—¿Cuánto tiempo llevabas ahí?

-Lo suficiente para alcanzar a lastimarme. Por cierto, ¿fuiste al concierto?

—Si, te perdiste un gran show.

Sigo a Ela por el pasillo, abro la puerta de mi habitación le deseo un buenas noches y me meto cerrando la puerta. Antes de meterme a mi cama veo una nota en mi escritorio. Es la letra de Blas, inconfundible para mi.

"Abrelo cada vez que tengas un mal día"

Lo ha puesto ahí el mismo y es que hoy ha sido un buen día para ser sábado y tener que trabajar pero hoy sólo fue de prueba. El lunes inicio formalmente, creo que me fue muy bien, me encantó estar sirviendo a la gente algunos más majos que otros.

Espero no abrirlo nunca.

Quédate conmigo, siempre [Dani Auryn] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora