No Te Enamores Del Novato. • Saphael •

(35)

SIMÓN

No podía creer que Raphael le había hecho eso, estaba colgado en la sala con una soga atada en sus muñecas y a centímetros del piso sin poder apoyarse aunque quisiera hacer punta pies, esto se parecía tanto a cincuentas sombras de Grey y se estaba avergonzando a imaginar a Raphael sin remera, con un pantalón sueltos dejando ver los contornos de su cadera, empezó a sentir cosquilleos en la parte baja de su abdomen sintiendo como su miembro se endurecía y sus colmillos salían también, se estaba excitando con esa imaginación y no podía permitir que vieran su estado de hormonas juveniles a los demás pertenecientes de la casa.

—Wow ¿Qué sucedió aquí?

Miró hacia donde provenía la voz de Magnus que estaba con una sonrisa en el umbral de la puerta y un vaso en su mano izquierda, se notaba divertido al verlo en esa situación.

— Raphael me puso un castigo por... ya ni me acuerdo porque fue.

— Un gran castigo—dijo Magnus.

Simón frunció la nariz, era todo lo contrario a un gran castigo porque lo hacía sentir incomodo al punto de que su mente divagara sin sentido, en su campo de visión entro Raphael con una bolsa de quesitos saboreando sus dedos donde debía haber restos de comida, Simón abrió la boca casi al punto de desfallecer, tenía hambre y ver aquello le hacía dar mucho más.

— Así que te han venido a visitar—dijo el otro vampiro.

Vio como Raphael se apoyaba en la pared y sonreía con superioridad, como si estuviera orgulloso de lo que había hecho y quería mostrárselo a Magnus en busca de elogios por su creatividad.

—Raphael—dijo Magnus tomando un trago— ¿Por qué tal creativo castigo?

Simón empezó a hacer fuerza para poder soltarse, era inútil y lo estaba molestando no poder hacer nada, no podía soportar seguir siendo humillado.

—Simón me ha faltado el respeto.

— ¿Y entonces se te ocurrió recrear una escena del sexy señor Grey? —preguntó con una sonrisa.

Magnus había leído los libros y eso era vergonzoso para Simón, miró a Raphael que miraba al brujo confundido por su comentario, el menor no hablaría para no meterse en más problemas, dejaría que los dos adultos siguieran hablando.

— ¿Sexy señor quién? — preguntó.

—Nadie—respondió Magnus con una sonrisa pícara.

El brujo se fue de la sala susurrando palabras que no pudo entender el menor, volvió su vista a Raphael y se maldijo, el vampiro estaba lamiendo sus dedos en una forma que podía excitar a cualquiera con solo malinterpretarlo un poco, o por lo menos a Simón si lo estaba haciendo.

— ¿Quién es Señor Grey? —preguntó Raphael.

—Es un personaje de un libro—respondió Simón nervioso.

Este castigo se había vuelto mucho peor cuando vio que Raphael se acercaba a él, con una bolsa de comida, con sus dedos que acababa de lamer, sus hormonas no podían soportar tanto, además estar en la situación que estaba, atado, hacia que tuviera sentimientos encontrados.

— ¿Unos de esos clichés que necesitan amor para ser mejor?

Había caído en la trampa de mirar a los ojos avellanas del vampiro, asintió sin poder encontrar su voz, se había olvidado de cómo hablar, de cómo pestañear, lo único que pensaba es que estaba comenzando a sentir vibraciones por todo su cuerpo.

—Entonces cuéntame que tiene que ver tu colgado, con ese hombre— pidió Raphael.

Simón empezó a negar reiteradas veces y a hacer fuerza para poder librarse del maldito castigo que estaba sufriendo, las sogas no podían ser tan fuerte para él, no podía permitir ser mas avergonzado, no podía decirle a Raphael de que se trataba todo el asunto.

—Tienes que decirme si no quieres quedar aquí colgado hasta que yo decida bajarte—dijo Raphael.

—Es muy vergonzoso—dijo Simón—es un libro muy...

— ¿Muy qué? —exigió Raphael.

—Suéltame—suplicó Simón—suéltame y te diré.

—No lo veo muy negociable—dijo Raphael cruzándose de brazo.

—Entonces no tengo por qué decirte algo.

—Disfruta estar colgado novato — dijo Raphael.

Vio como alzaba los hombros como restando importancia, se daba vuelta y se iba de la habitación sin detenerse al escuchar suplicando al menor que no lo hiciera, que lo desatara, que tenia hambre. Tuvieron que pasar tres horas para que el vampiro mayor apareciera en la habitación nuevamente.

—Tienes que decírmelo novato—exigió Raphael molesto— Magnus me está torturando diciendo que soy un pervertido y no lo soy.

Simón miraba como Raphael se colocaba frente a él exigiéndole algo cuando en estos momentos el se estaba muriendo de hambre, lo único que cruzaba frente a sus parpados era toda clase de comida deliciosa.

—Tengo hambre—dijo el menor.

—Y yo curiosidad.

No podía creer lo que hacía Raphael para saber algo, eso le enfurecía un poco por su actitud, su insistencia no era buena.

—Está bien— gruño Simón— Grey es una clase de "amo", un poco sádico, la historia trata de masoquismo, que le gusta tener sumisas y Ana su nueva sumisa lo deja que la cuelgue como tú has hecho conmigo ¿Contento? Ahora necesito comida, por favor...

Lo que menos que se esperaba era ver a un Raphael asombrado por el comentario, pero no era lo que se imaginaba como reacción.

— ¿Eso es lo que leen los mundanos? —Preguntó Raphael—eso sí que es asqueroso.

—Entonces deja de preguntar—dijo Simón ya cansado— bájame de aquí.

Raphael asintió al pedido y cortó la soga haciendo que el menor cayera al suelo en un ruido sordo, empezando a quejarse por el impacto.

—Dame las manos—pidió Raphael.

Obedeció alargando sus brazos viendo como Raphael cortaba la soga de sus muñecas, una marca había en ellas como recuerdo de lo sucedido, tendría que ocultarlas para no dar malos entendidos a las personas que lo vieran.

—Vamos a alimentarte—dijo Raphael— y tienes una mente muy pervertida, solo quería decírtelo.

— ¿Qué?

—Los libros que lees—dijo Raphael—hacen que tu imaginación se vaya de la ramas.

—Ese es mi problema—contestó Simón.

Era su problema imaginar a Raphael casi al desnudo gracias a esos libros, no de nadie más.

—Ahora solo quiero comer— añadió Simón—y no, no a ti, estoy diciendo de comida, para que veas que no soy un chico con mente sucia.

Pudo ver como Raphael sonreía y los dos empezaban a caminar hacia la sala, esto no tenía que volverse a repetir nunca más.