Me sentía bien.
Ringo y George habían estado conmigo todo el tiempo posible, aunque sabía que Ringo lo por miedo, pero yo no podía hacer nada.
Hoy no me sentía tan mal, así que decidí salir a dar un pequeño paseo. Había ignorado a John la mayoría del tiempo y, aunque me resultaba doloroso, era mejor así.
Ringo había salido a comprar no sé que tanto para su batería y George se había quedado en casa a ver televisión, por lo que aproveché para separarme un poco de ellos y así dejarlos descansar un poco de mí. Sabía que no era fácil lidiar conmigo, podía ver estrés en la cara de George al tratar de no mencionar a John frente a mi y el cansancio en el semblante de Ringo. Pobre chico... lo setencié a sufrir por mí antes de tiempo.
Pero bueno, como les decía, me preparé para dar un paseo. No avisé ni nada, cosa que me hacía sentir un ser libre y no un enfermo.
Primero fui a Penny Lane a ver algunos negocios. Me agradaba sentir la fría brisa en mis mejillas al caminar y el ver a muchas personas animadas comprando o tomando un té en los restaurantes. Nadie me reconocía gracias a un abrigo muy largo, a un gorro que me cubría casi toda la frente y a una bufanda que había enrollado de mi cuello hasta cubrir un poco más arriba de la nariz. El ambiente era agradable y mi mente sólo tenía un pensamientos en esos momentos: Que Liverpool era una ciudad muy muy hermosa... y que la amaría hasta el fin de los tiempos.
Me detuve en un escaparate que tenía muchas figuras de porcelana. A mi madre le encantaba coleccionarlas cuando estaba viva, y el recuerdo de verla sonriente sentada en el sofá mientras limpiaba sus preciadas joyas me hacía querer llorar. La extrañaba mucho.
Iba a seguir mi camino cuando una figura en particular me llamó la atención. Era un pequeño perro ovejero blanco. Me encantaban tanto los perros que no pude contenerme y me adentré a local. Me acerqué a la figurita ansioso y la tomé con cuidado, pero no me fijé que al mismo tiempo que yo otro joven había decidido obtenerla también. Me sonrió apenado e hizo una seña de que quería llevársela, pero lamentablemente a mi también me gustaba mucho la pieza... así que daría batalla.
—Lo siento... Pero yo la vi primero —Dije con voz amortiguada por culpa de la bufanda. El entrecerró los ojos para escudriñarme el rostro pero después de unos segundos desistió. Seguramente me reconoció, pero luego dudó de que yo fuera el famoso Beatle. Mejor para mí.
—Creo que yo la vi primero... así que me la llevaré.
—Creo que no es justo, ¿sabes? —Dije — En mi opinión yo la vi primero.
Él rió por la pequeña riña infantil y se sacudió un mechón de cabello que le estorbaba en los ojos.
—Hagamos un trato... Lanzaremos una moneda y quién haya escogido esa cara de la moneda se llevará la pieza, ¿de acuerdo?
Yo lo pensé un poco pero al final asentí.
—Bien, ¿quién lo hace?
—¿Tienes una moneda?
—Sí —Metí mi mano al bolsillo de mi abrigo y encontré una— Listo.
—Genial, yo lo hago —Me dijo el chico extendiendo la mano mientras yo le lancé una mirada de incredulidad.
—Pero yo di la moneda... Es justo que yo lo haga.
—Lo harás si aceptas quitarte esa bufanda que te cubre la cara... Me pone nervioso sólo ver tus ojos.
Por alguna extraña razón me sonrojé y hundí más mi nariz dentro de la bufanda. El chico no era feo... tenía un lindo cabello rizado y ojos verdes... pero no era mi tipo.