Me sentía muy extraño.
Paul...
Sentía cómo si todas mi extremidades se hubieran puesto de acuerdo para no ejercer ni un sólo movimiento, pero aún así lograba sentirlas.
Paul...
Repito: era algo muy extraño.
Paulie... por favor despierta...
¡Oigan! ¡Ahora sentía una mano en mi cabeza! Pero, ¿por qué no podía abrir mis ojos?
No nos dejes antes de tiempo...
Un impulso hizo que abriera los ojos de repente. Al principio la luz del lugar donde me encontraba me cegó por completo, pero al paso de unos segundos logré hacer nítida la imagen y gracias a eso pude ver que quien me acariciaba la cabeza era Ringo y que me encontraba recostado en la cama de mi habitación.
—Richie... —Dije con una media sonrisa, pues no me sentía muy bien que digámos.
—¡Oh, Paul! —Ringo me dio un corto abrazo en el torso por la posición en la que me encontraba —Nos tenías preocupados.
—¿Preocupados? ¿Por qué? —Pregunté sin poder comprender a qué se refería.
—Te desmayaste hace algunos minutos, te veías muy mal y yo pensé...
Oh, ahora lo recordaba todo.
Recordaba haberme sentido débil al ver a John con aquella mujer, pero no entendía lo del desmayo. ¿Sería algún síntoma nuevo de mi enfermedad?
—Tranquilo —Le dije a mi amigo —No pasó nada —Sonreí para calmarlo e intenté levantarme, pero Ringo me lo impidió.
—No, tienes que descansar —Me ayudó a acomodarme en la cama —No quiero que te pase nada malo, ¿si? No quiero que...
Ringo fue cortado por el sonido de la puerta. Alguien habá guirado la perilla y se preparaba para entrar. Suplicaba en mi mente que no se tratara de John, porque probablemente terminaría de morir de coraje allí mismo.
—¿Puedo pasar? —La cabeza melenuda pero linda de George se asomó por la puerta entreabierta y sonrió. Al verlo, solté aliviado el aire que había retendio por si acaso se trataba de John.
—Claro—Respondí con tono suave y Ringo correspondió a la sonrisa de nuestro amigo.
—¿Cómo te sientes, Paul? —George se sentó en un pequeño espacio de la cama junto a mí y me miró. Por un momento maldije el día en que me enamoré de John en vez de George o de Ringo, ellos eran buenas personas, amigos fieles y atractivos... ¿por qué había sido tan pero tan estúpido? Ah, ya sé... porque el amor es ciego.
—Un poco mejor —Correspondí a su mirada y por un momento quise gritarle lo que me pasaba, pero no podía, George era muy explosivo y no quería que hiciera algo que no debía por mi culpa.
—¿Seguro? Pues yo te veo igual de feo que siempre.
Reí por la broma de mi amigo y miré a Ringo para verificar que la preocupación ya se había ido de su rostro, y por suerte, así era.
—No me hace ni una gracia, Harrison —Dije fingiendo estar molesto.
—No era un chiste o algo por el estilo, McCartney —George rio por lo que estábamos diciendo y, sin previo aviso, tomo mi mano delicadamente entre las suyas —Fuera de juego, estaba muy preocupado por ti.
Era irónico que alguien menor que yo se comportara como si fuera al revés, aunque no era secreto que George era muy cariñoso con las personas que apreciaba. Yo agradecía que se preocupara por mí, eso me hacía sentir menos solo. Oh George... de verdad lo sientía mucho, pues yo te pagaría mal todo lo que habías hecho por mí. Sólo esperaba que no me odiaras en un futuro.