-¡Caroline! –exclamé en cuanto vi su melena rubia. –Te he extrañado mucho –susurré mientras la abrazaba.
Había vuelto del internado hacía apenas unas horas y me había vuelto loca buscando a mi mejor amiga por toda la casa.
-Bienvenida señorita Thomas, me alegro de verla –respondió ella con una enorme sonrisa. Me alejé un poco para verle la cara e hice una mueca.
-Llámame por mi nombre. Sabes que detesto esos estúpidos títulos.
Ella rió.
-Bienvenida a casa Bethany Rose Thomas –dijo con tono solemne.
-Eso está mejor, aunque Beth sería mucho más corto.
Miré a mi alrededor. Todo seguía igual a como lo recordaba.
-Tendréis que contármelo todo luego, ahora debo ir a preparar la llegada de vuestros padres.
-De acuerdo. A las diez en el árbol del jardín –volví a abrazarla y la dejé salir de la cocina.
Caroline y yo nos habíamos hecho amigas cuando tenía cinco años y ella siete. Caroline era la hija de una de nuestras empleadas, la señora Scott. Ella había sido una madre para mi, era ella la que me había cuidado cuando era niña, la que me había calmado cuando tenía una pesadilla o me hacía daño, era ella la que me había dado todas esas charlas que se supone que las chicas tienen con sus madres. Caroline y yo habíamos crecido como hermanas y, para mí, ella era mi hermana aunque no tuviéramos la misma sangre.
Fui corriendo hasta el portón que separaba las habitaciones de los empleados del resto de la mansión y busqué la habitación de la señora Scott.
-Madeleine –dije con una sonrisa y un par de lágrimas en los ojos al verla –he vuelto.
-Ven aquí y dale un abrazo a tu nana –ordenó ella dulcemente.
Yo obedecí con gusto y nos echamos la una a los brazos de la otra. Ella seguía igual, con su pelo rubio del mismo tono que el de Caroline recogido en una coleta, apenas había envejecido y seguía teniendo esa mirada dulce y cariñosa que siempre me había gustado y que siempre había echado en falta en los ojos de mis padres.
-¿Cómo te ha ido niña? ¿Te han tratado bien en ese internado? –Preguntó estrujándome las mejillas – ¡pero mírate! Si eres una preciosidad.
Sonreí con cariño y algo de tristeza. Sí, sabía que era guapa pero nunca me consideré a mi misma una “preciosidad”, además, al ser tan rica tenía que estar constantemente en guardia contra la gente que buscaba aprovecharse de mí.
Le conté a Maddie todo lo que me había pasado en estos cuatro años en el internado. Las clases, mis amigos, mis novios (solo dos en realidad), cuando perdí la virginidad, mis vacaciones, le conté todo sin dejarme nada. Hacía cuatro años que no la veía. A Caroline pude verla todas las vacaciones. Mis padres me organizaban viajes por todo el mundo porque decían que eso enriquecería mi cultura, así que todos los años viajaba a sitios diferentes con un séquito de empleados de mis padres y yo siempre me las había arreglado para que Caroline estuviera en todos. Habíamos estado en París, Estambul, China, Alemania, Roma, España, Grecia, Cuba, Brasil, Turquía, Londres… la lista era interminable.
-Me alegra de que todo te haya ido bien hija –dijo Madeleine acariciándome el cabello.
-Yo me alegro de estar en casa –susurré.
En ese momento Caroline apareció por la puerta.
-Sabía que estarías aquí –me tendió una caja negra con un lazo rosa –los señores Thomas llegarán en una hora y han dicho que te prepares porque hay una cena con unos amigos, ese es el vestido –me informó y señaló la caja negra.
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No quiero enamorarme de ti
RomanceBethany ha vivido toda su vida bajo las restricciones de su padre y ahora la gota que colma el vaso ¡Le ha concertado una boda con un chico que no ha visto en su vida! Pero después de unos cuantos días con él, Bethany descubre que corre el peligro d...