¿Por qué me quieres?

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Bethany POV

Terminé en casa de Cam y Eric.

-Hola –susurré cuando Eric me abrió la puerta. -¿Puedo quedarme aquí esta noche?

-Claro que sí, pequeña –Eric me hizo pasar y cerró la puerta. –Pero, ¿qué ha pasado?

Les conté lo de mi hermana perdida y el episodio de Lucas y Katelynn. Cam me abrazó y me dio una taza de chocolate muy espeso justo como a mí me gustaba.

-Deberías hablar con él –me dijo Cam acariciándome el pelo.

-¿Con quién? –me reí yo. -¿Con Hitler o con su aprendiz?

-No le digas así a Lucas, Beth –me reprendió Cam. –Él te quiere.

-Pues no parecía eso cuando estaba besando a esa zorra asquerosa.

-¡Beth! –Caroline vino directa hacia mí cuando Eric le abrió la puerta.

-¿Qué haces aquí? –pregunté mientras nos abrazábamos.

-Lucas me lo ha contado y me ha pedido que te busque –me explicó. –Se está volviendo loco en casa.

Bufé.

-Beth, fue Katelynn la que le besó –dijo ella. –Lo estuvo pregonando por toda la casa. Lucas la ha echado.

-Si quiere que le perdone que venga él a disculparse –exclamé y me encerré en el baño dando un portazo.

Pasaron cinco minutos y escuché unos suaves golpes en la puerta.

-Beth –Lucas estaba fuera. –Por favor, abre.

-¿Por qué debería hablar contigo? –pregunté con el recuerdo de él y Katelynn.

-Porque te quiero –gritó él desde el otro lado de la puerta.

Me quedé paralizada. Acababa de decirme que me quería. Abrí la puerta y le dejé pasar, la cerré detrás de él y me crucé de brazos, esperando lo que tenía que decirme.

-Beth, ella me besó. Ya la he echado de casa –hizo ademán de abrazarme pero no lo hizo. –Nunca estuve interesado en ella, a mí solo me importas tú.

-¿Por qué me quieres?

Él se rió como si fuera lo más obvio del mundo.

-Eres amable, divertida, preciosa, eres independiente y no dejas que nadie dirija tu vida, tienes una forma muy dulce de tratar a los que te sirven, una canción puede hacer que sonrías, adoras a los niños, tienes una voluntad de hierro, te enfrentas a tu padre y eso es algo que yo nunca me he atrevido a hacer, sabes lo que quieres y me encanta la forma en que te muerdes los labios cuando estas nerviosa, ocultas el rostro tras una cortina de cabello cuando no quieres que te vean mal y no dejas que el mundo te aplaste. Y te quiero, Beth –hizo una pausa y se acercó unos pasos a mí. –Eres la única a la que he amado de verdad. Te amo.

-Deja de decir eso –susurré intentando calmar los latidos de mi corazón. –No sigas o si no tendré que perdonarte y no quiero ponértelo fácil.

Lucas sonrió.

-Te amo –repitió y se acercó otro paso. –Te amo.

-Entonces ¿Katelynn no te interesa? –pregunté retrocediendo un paso.

Él negó con la cabeza y dio el paso conmigo.

-Te amo –no pude aguantarlo más y me le tiré encima.

Busqué sus labios con los míos y le besé. Lucas me sentó en la encimera del baño y me estrechó entre sus brazos. Le cogí la cara entre las manos y le aparté un poco.

-No vuelvas a besarte de esa manera con nadie que no sea yo ¿quieres?

-Encantado –susurró él y volvió a besarme.

-Lucas, recuerda que estás en mi casa y Beth es como mi hija –gritó Eric desde fuera aporreando la puerta.

Lucas y yo rompimos en carcajadas. Me arreglé un poco el pelo y el vestido y abrí la puerta.

-No te preocupes papá –le dije a Eric. –Además, recuerda que habéis concebido a ese bebé en mi coche.

Eric y Cam se miraron cohibidos. Esa había sido la razón de que cambiara mi primer coche. No podía ir en él tranquilamente sin que se colaran en mi mente imágenes que no quería tener. Era como pensar en tus padres haciendo esas cosas, es decir, tú sabes que las hacen pero nunca piensas en ello porque si lo haces quedas traumatizado de por vida.

-Volvamos a casa ¿quieres? –me pidió Lucas cogiendo mi mano.

. . . . . . . . . . . . . .

-¡Para! –le pedí a Lucas cuando vi entrar a Katelynn a un hospital de camino a casa. –Tengo que hablar con alguien.

-Te espero aquí –dijo él mientras yo me bajaba del coche.

Seguí a Katelynn por los pasillos del hospital y me detuve en la puerta cuando ella entró en una habitación.

-Hola mamá –decía. -¿Estás mejor?

Así que su madre estaba en el hospital. No sabía si sentir pena por ella o no.

-¿Qué tal te va todo hija? –respondió una débil voz de mujer.

-Bien, mamá –Katelynn parecía a punto de llorar. –Te pondrás bien –lo decía como si estuviera más preocupada en convencerse a si misma.

La mujer miró en mi dirección y yo pude verle la cara. Estaba pálida, delgada y no tenía cabello pero era muy guapa. Me sonrió.

-¿Es una de tus amigas, cariño? –le preguntó a su hija. –Ven, pasa.

Yo entré tímidamente y me puse al lado opuesto de donde estaba Katelynn.

-Eh, sí mamá –Katelynn me miró suplicante. –Es una amiga mía.

-Hola –saludé a la madre de Katelynn.

-Me alegro de que mi hija tenga una amiga, es muy solitaria ¿sabes?, la pobre ha estado cuidando de mí desde que enfermé de cáncer.

-Mamá –protestó Katelynn.

Estuve allí callada durante un buen rato observando como Katelynn cuidaba de su madre. La mujer se llamaba Helena y me estuvo contando anécdotas de su vida y la de su hija cuando era pequeña. Me cayó bien al instante y se notaba que Katelynn la quería mucho.

-Vamos –me dijo ella cuando su madre se durmió.

-Yo no lo sabía, lo siento –le dije. -¿Es muy grave?

-Sí. Es grave, podría morir –me miraba con dureza. -¿Has venido a ver como sufro por mi madre o a pelear por haber besado a tu novio?

-No me hace gracia el sufrimiento de nadie solo quería saber por qué eres tan mezquina pero ya no importa –la miré con compasión. –Si quieres que te ayude en algo solo dímelo, puedo pagar algún tratamiento o venir a hacerle compañía cuando tú no puedas.

-¿De verdad me ayudarías después de lo que te he hecho? –parecía sorprendida.

-Sí –respondí.

Ella rompió a llorar y yo no pude hacer más que abrazarla. Escuché como se disculpaba entre sollozos y por primera vez vi que no era tan mala como pensaba.

-Si quieres volver todavía hay una habitación libre –le ofrecí.

-Gracias –volvió a susurrar ella.

Asentí con la cabeza y me fui después de que ella entrara otra vez en la habitación.

-¿Todo bien? –me preguntaron a coro Caroline y Lucas cuando entré en el coche.

-Sí –fue todo lo que dije.

Yo no tenía derecho alguno para contarles lo de la madre de Katelynn, solo ella podía hacerlo si quería.

No quiero enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora