48.- La confesión

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Y hablaron.

Para ello Rose escogió aquel banco en la ladera de la colina, aquel viejo conocido que había sido testigo de tantas conversaciones con Sophie, algunos secretos y su primer beso. Con la ciudad a sus pies estaba a punto de hacerlo partícipe de la mayor confesión de su vida.

Con la mirada perdida en los ojos oscuros de Jun, Rose se preparó para desnudar su alma. No era tarea fácil, todas las palabras que nunca había dicho parecían agolparse en su garganta y por un momento vaciló, sin saber por dónde comenzar.

Se lo debo a Jun- se dijo. Le debía la verdad. Pero no podía evitar temer... ¿Qué pensaría de ella?

Se dejó embeber por su mirada y tomó una bocanada de aire.

-No sé por dónde empezar- confesó.

- Por el principio. El principio siempre es un buen comienzo- dijo Jun.

Rose asintió.

El principio. El principio sonaba bien.

- Soy adoptada. Bueno, no exactamente, pero algo parecido.- comenzó, aunque eso Jun ya lo sabía- Nunca he conocido a mis padres biológicos.

Jun resultó ser un oyente magnífico. Mientras la historia de su vida brotaba de labios de Rose como una verborrea de un grifo roto, el muchacho escuchó atentamente sin interrumpirla. Tan solo su expresión denotaba su asombro. En los momentos apropiados una exclamación escapaba de su boca o sus ojos se abrían de par en par hasta dibujar dos redondas canicas perfectas, y siempre tenía la pregunta adecuada o un comentario inteligente.

Rose se sorprendió con la naturalidad con que podía sincerarse ante él, quitarse capa a capa cada año de secretos y soledad y entregárselos. Era como si siempre hubiera estado esperando aquel momento, el momento de abrir la puerta y dejar entrar a Jun en su vida. Era una locura que nunca había tenido más sentido.

- Debes de extrañar a tus padres biológicos. ¿No te gustaría conocerlos, saber quiénes eran?- inquirió Jun de pronto. No era la primera vez que se lo preguntaba, pero ahora, desde el conocimiento, la cuestión tomaba un nuevo cariz.

A Rose la pregunta la tomó desprevenida. No era la que había estado esperando.

- No- murmuró casi automáticamente.

Contempló a Jun con los ojos muy abiertos y el chico le sostuvo la mirada aguardando pacientemente. Esta vez no se disculpo por causarle desasosiego y una vez más Rose recordó que se lo debía.

- Lo cierto es que no- meditó en voz alta, poniendo palabras a las inquietudes que la corroían por dentro- Siempre me he preguntado quién soy, por qué soy diferente... pero nunca he sentido curiosidad hacia mis padres. ¿No es extraño? Cualquier niño normal se hubiera hecho esas preguntas, ¿no es cierto? ¿Quiénes son mis verdaderos padres? ¿Eran como yo? ¿Siguen vivos? ¿Por qué me abandonaron? ¿No me querían porque soy un monstruo?

- No eres un monstruo- la interrumpió Jun con suavidad, tomando su rostro tiernamente entre las manos. Sus manos eran grandes, cálidas y ligeramente ásperas allí donde el trabajo en la cocina le había dibujado callos.- Eres asombrosa.

Rose le sonrió tímidamente mientras un recoveco oscuro de su alma quedaba deslumbrado por la luz que Jun había encendido en su corazón.

- No me considero un monstruo- lo tranquilizó mientras apretaba su mejilla inconscientemente contra la mano del muchacho para absorber su calidez- Solo diferente. Pero debo confesar que nunca me lo he planteado, la identidad de mis progenitores. Podría decir que Marcus y Cecil han llenado ese hueco tan magníficamente que nunca he tenido la necesidad de sentir curiosidad, pero sería engañarme a mí misma. Cualquiera se lo hubiera preguntado. ¿Por qué yo no? Es antinatural.

El Hilo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora