36- El zumo de la verdad

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Regresó sobre sus pasos. Despacio. Un pie detrás de otro, como si se hubiera olvidado de como caminar. Ignorando deliberadamente la voz en su cabeza que se empeñaba en repetir las palabras "¿Te gustaría quedar conmigo?"

De algún modo, llegó a la mesa, ahora repleta a rebosar por una variedad de platos. Sus amigos levantaron la cabeza al verla, pero Rose apenas los vio, su mente nublada por una duermevela. "¿Te gustaría quedar?" "A las 5 frente al reloj del Boulevard"

-¡Rose!- la voz en grito de Joshua rompió la ilusión- ¡Al fin! Ya creíamos que te había abducido la tapa del váter. Estábamos por enviar un ejército alienígena a rescatarte.

Rose bajó la mirada hacia él y sonrió débilmente. En otro momento hubiera tenido una respuesta inteligente, una retórica mordaz, pero hoy su cerebro había decidido traicionarla. ¿Era así como se sentía la gente de su edad habitualmente? ¿Feliz? ¿Confusa? ¿Boba?

- Baño de chicas, ya sabes- fue su mejor excusa. Se encogió de hombros.

Josh asintió como si lo comprendiera. 

-No sé que hacéis ahí dentro- comentó enarcando una ceja, sarcástico-  ¿Por qué tenéis que ir al baño en grupo?

Rose cruzó una mirada con Sophie. Preguntas, preguntas en los ojos de su amiga. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué has tardado tanto? ¿Estás bien? Preguntas que no iba a formular en voz alta, no frente a Joshua. 

En su lugar se volvió hacia el chico y lo fulminó con la mirada.

-No generalices. No todas las mujeres somos iguales. Rose y yo no vamos juntas al baño- le amonestó.

Joshua sonrió con sorna.

-Bueno, algo teníais que hacer separadas. 

Rose se dejó caer sobre el cojín y centró su atención en la comida frente a ella. Platos y platos que no sabía identificar. Tenía buen aspecto, aunque su mente estaba lejos de la realidad. Joshua la imitó, olvidando pronto la larga desaparición de Rose ante la visión de la comida. Así era su amigo, con las prioridades claras. Primero la comida y después el resto. Era un milagro que permaneciera delgado con lo que disfrutaba comiendo. Un metabolismo envidiable.

El almuerzo transcurrió deprisa pero despacio. Si es que aquello era posible siquiera. Era como si el tiempo se hubiera propuesto jugar con sus sentidos. Joshua llenaba el silencio con una conversación interminable, Sophie intercedía aquí y allá, a veces opinaba, a veces disentía. Rose tan solo comía, sin ser del todo consciente de lo que se llevaba a la boca, y de vez en cuando respondía a una pregunta, o hacía un comentario cuando sus amigos se dirigían a ella directamente. Más tarde ni siquiera recordaría de qué hablaron aquel día, todo difuminado en su recuerdo salvo una cosa: el tirón de magia que sentía cada vez que Jun se acercaba y el vacío que seguía a su marcha. 

Era ridículo, lo sabía. Que entre vampiros milenarios, cazadores de incógnito y sicarios mágicos lo que más la afectara fuera un mero chico mortal. ¿Pero cuándo había seguido Rose las leyes de la lógica? Pronto aprendería que el corazón no entendía de ecuaciones complejas.

De algún modo logró trascurrir la comida sin mayores incidentes. Hasta el último momento se odió porque su cuerpo en tensión aguardara la llegada del chico asiático. Nunca sucedió y tras pagar, sin un último vistazo a sus ojos azabaches, ni un tirón de su enigmática energía, salieron al exterior. 

Una vez más un caluroso día de verano, como cualquier otro. Pero de nuevo Rose no era la misma.

Josh anunció que debía volver a casa a cuidar de su hermana menor. Lo dijo con cierto rencor y mucho aburrimiento, y se despidieron de él en la parada del bus. No bien se hubo ido Sophie se volvió a mirarla.

El Hilo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora