VII. Tercer candidato: Byakuya Togami. (II/II)

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Cuando sus ojos vuelven a abrirse Sakakura Juzo ve fuego, humo y escombros. El dolor en su costado le recuerda que sigue vivo, el olor del humo que está en peligro. No hay televisores con osos de peluche infernales por ninguna parte, sin embargo, escucha a lo lejos el rugido de las ametralladoras romper el silencio. Sakakura cierra los ojos y aprieta la frente contra el suelo. Escupe algo de sangre y piensa que, joder, está perdiendo la cabeza.

Togami no está por ningún lado y él espera, internamente, que no esté bajo ninguno de los escombros más grandes, sin embargo, no es la personas que sus ojos buscan casi con desesperación cuando los vuelve a abrir.

Asahina.

Sakakura ha perdido demasiados amigos por culpa de los hijos de puta de la Desesperación.

Yukizome.

Así que, aunque le duela y esté sangrando se levanta. Improvisa una venda en su cuerpo con la maldita chaqueta de su traje y es entonces cuando empieza a correr. Los cadáveres se extienden allí por dónde pisa y las náuseas le sacuden por dentro. Munakata está bien, a salvo, fuera de allí; se repite en la cabeza una y otra vez.

Pero ella no.

Ella está allí.

En peligro.

Aprieta los dientes cuando llega al pasillo y ve a un par de los terroristas que supone han provocado ese desastre. Mascaras de Monokuma cubren su rostro. La ira le sacude por dentro y pronto se encuentra goleando a uno de ellos con fuerza en la cabeza. Usa su cuerpo como un escudo antes de arrojarlo finalmente contra el otro. Una de las armas se dispara por la virulencia de los movimientos pero por una vez la suerte le sonríe y no le da. Se preocupa, aun así, porque eso puede atraer al resto. Mira a su alrededor y finalmente se mete dentro de un despacho. Maldice lo jodidamente grande que es ese maldito lugar.

Se deja caer de cuclillas en el suelo y respira agitado. Los recuerdos le sacuden el cuerpo con violencia y las imágenes pasan borrosas ante sus parpados cerrados con fuerza en esos momentos. No quiere verlo, no quiere escucharlo, solo quiere salir de ahí.

Eso no impide que escuche el débil quejido y, joder, él reconoce esa voz. La busca hasta encontrarla detrás del escritorio, la ve sujetarse el muslo, llorosa y hay tanta sangre que se agacha rápidamente para ayudarla.

Fukawa.

Se siente un monstruo por apenas haberse acordado de ella en todo ese maldito desastre.

Ella.

Después de Asahina ella debería haber sido la siguiente en acudir a su mente.

—Fukawa —le dice con una voz mucho más suave que cualquiera que haya usado nunca con ella. La novelista se remueve, se aleja un poco, se frota los parpados y Juzo imagina que hay algo que le duele más que el balazo en el muslo. Había tenido la vana esperanza de que ella no hubiera visto lo sucedido pero eso solo se lo confirma—. Déjame ayudarte —le pide sin dejar de mirarla y eso es, quizá, lo que parece hacer que la chica ceda.

—Due-duele —tartamudea la muchacha y Sakakura no está seguro de a cuál de los dos dolores se refiere. Así que improvisa una venda con trozos de tela y se ocupa del dolor que él sí puede paliar. Aunque sea de manera breve y poco efectiva a largo plazo.

—Fukawa —empieza a decir pero ella le corta.

—No se te o-ocurra co-compadecerme —pide la novelista. Hebras de color morado tapan su rostro por lo que no es capaz de ver su expresión cuando le agarra con fuerza de la solapa de la camisa y hace lo último que Sakakura habría imaginado jamás. Touko Fukawa le besa y por segunda vez en un día Juzo piensa que alguien allí arriba se está mofando de él. Se deja hacer. No la aparta porque comprende la razón de esa acción en apariencia tan aleatoria—. Un beso... indirecto —dice la chica al separarse y ríe, ríe mientras se le acumulan las lágrimas bajo los parpados y la sangre aun mancha su cara.

Objetivo: Un novio para Sakakura JuzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora