Día treinta y cinco. "Mamá, Papá, perdón".

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No sé que sentido tiene escribirles esta carta, pues ya no están aquí para poder leerla, pero al menos puedo quitarme este peso de encima.

De pequeño no fui muy bien portado, siempre causando alboroto y haciéndolos enojar. En fin, todo un niño problema.

Al crecer no es que mejorara mucho, me escapaba de casa, me rateaba del colegio, y hasta llegué a meterme con las drogas. Papá, aún no olvido tus gritos, recriminandome por haberme encontrado droga en la mochila, mientras mamá lloraba en el sofá. Yo solo quería parecer alguien super cool y que me aceptaran en un grupo de pandilleros que fingieron querer ser mis amigos, para llevarme por un mal camino y usarme como mula de carga para robar, y señalarme ante las autoridades de criminal.

Cuando me volví adulto, me fui de casa para nunca volver. Por un lado no quería seguir siendo un estorbo para ustedes, y quería conseguir un futuro del cual estuvieran orgullosos de su hijo único. Pero al final terminé como un simple cajero de una tienda en un barrio bajo.

No quería verlos, me daba vergüenza que vieran que su hijo es un total fracasado. Por eso les colgaba las llamadas, y ni siquiera los visitaba en epocas festivas o cumpleaños. Que ahora que lo veo, fue demasiado estúpido y extremista. Yo quería verlos, hablar con ustedes, explicarles las cosas, pero el miedo y la vergüenza me ganaban al final de la carrera y nunca mas los volví a ver.

Pero, cuando me enteré de que habían fallecido, deseé con todas mis fuerzas poder volver el tiempo atrás, pero era inútil. Perdí tanto tiempo escondiéndome de ustedes, y ahora tan solo quisiera verlos un minuto más.

Mamá, Papá, perdón por ser el peor hijo del mundo.

Cartas de un solitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora