La decisión correcta

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Cuando volví al hospital, me encontré el ambiente muy tenso en la habitación.

- ¿Todo bien? - dije al entrar. 

Carlos (padre) estaba sentado en el sillón, con los codos apoyados en las rodillas y con las manos cruzadas bajo la barbilla. Miraba sin pestañear los monitores a los que David estaba conectado. Daniil estaba sentado en el pequeño sofá, en el que tantas noches yo había dormido. Tenía la mirada perdida en la pantalla de su móvil. Y Carlitos, estaba de espaldas, mirando por la ventana con los brazos cruzados bajo su pecho. 

- Chicos... ¿todo bien? - dije cerrando la puerta tras de mí viendo que ninguno contestaba.

- Oh... todo bien Virginia, tranquila - dijo Carlos - ¿Has podido solucionar el problema con el proveedor? 

- Sí, ha sido un error de cálculo por ambas partes. Le he pagado la diferencia y me ha dejado la mercancía. He corrido todo lo que he podido.

- Tranquila mujer... hemos estado aquí charlando un ratito con él - y al decirlo miró a David apenado. 

- Yo también le hablo mucho. - sonreí tristemente y me senté a un lado de la cama - Le cuento cosas. Lo que hago día a día. Lo mucho que le echo de menos. Le leo sus libros favoritos y las noticias deportivas. 

- Él nos está escuchando... ¿verdad?

- Claro que sí.

De nuevo se hizo un silencio en la habitación. Todos estaban raros. ¿Qué habría ocurrido?

- ¿Con ganas de Brasil, chicos? - pregunté dirigiéndome a Carlitos y Daniil. Quizá hablando de F1 se anima la cosa...

- Sí... - dijo Daniil asintiendo - Ojalá termine de una vez esta temporada de mierda... - pobre Daniil, lo entiendo perfectamente.

- ¿Y tu Carlitos?

- También - dijo girándose hacia mí.

- ¿También con ganas de Brasil o también con ganas de que termine la temporada?

- De las dos cosas - y sonrió. Pero su sonrisa era forzada.  

Carlos suspiró y dijo algo entre dientes que no logré entender... Miré a David. Dormía. Su gesto era sereno. Relajado. Su respiración era pausada. Acaricié su mano que reposaba al lado de su cuerpo, sobre el colchón. 

- Buenas tardes ya... me he retrasado un poco, lo siento - dijo mi suegra entrando en la habitación.

- Buenas tardes - respondimos todos. 

- Hola Virginia, cariño, ¿cómo estás? - me preguntó acercándose a mí para darme un beso. A pesar de todo lo que me dijo y del daño que me hicieron sus palabras, supe perdonarla y ella, por lo que se ve, a mí también.

- Estoy bien Mari.

- ¿Y mi niño? - dijo acercándose a David - Hola mi vida, ¿cómo estás hoy? - y le dio repetidos besos en la frente. - Que bien hueles... ¿otra vez te ha puesto tu mujer ese perfume? Que guapo estás hijo mío. ¿Te vas a despertar hoy, cariño? - y acarició su mejilla. 

- Mari... - dije incorporándome - ellos son compañeros de David. A Carlos - dije refiriéndome a Carlitos - ya le conoces. Él es Carlos también, su padre, y él es Daniil, otro de los pilotos de Toro Rosso.

- Encantada - dijo mi suegra tras saludar con dos besos a cada uno - Muchas gracias por venir. 

- No hay de qué señora - dijo Carlos. 

- Virginia te he traído hoy para comer una ensalada de pasta  ¿te gusta? - dijo mi suegra sacando unos tuppers de la bolsa que traía. 

- Sí, me encanta. Gracias.

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