Una nueva vida

1.2K 67 23
                                    

Parece que embarazada el tiempo corre más deprisa, porque sin comerlo ni beberlo, estaba ya de 26 semanas.

Mi barriga era ya de embarazada total y toda mi ropa de pre-mamá. Y podíamos decir que había aceptado los cambios de mi cuerpo y lo llevaba mejor. Me encantaba ponerme de perfil delante del espejo totalmente desnuda y acariciar esa curva tan preciosa que formaba mi vientre.

Ya lo sentía moverse dentro de mí y era la sensación más maravillosa del mundo. Aunque David se mosqueaba, ya que por más tiempo que pasaba con la mano en mi tripa, no conseguía sentir a nuestro bebé.

- Ten paciencia hombre... - le decía con cariño.

- Quiero que me de una patada.

- Aún hay tiempo, ya te las dará - le contestaba poniendo mis manos sobre las suyas.

Estábamos viviendo momentos alucinantes, preciosos, íntimos... David estaba conmigo disfrutando de todo el embarazo. Me tenía como una reina. Entre algodones, como él decía.

Por las noches, pegaba sus labios a mi barriga y bajito tarareaba una nana. No sé si haría su efecto y el bebé dormiría, pero su mamá cerraba los ojos enseguida.

(...)

Era viernes, 4 de Agosto y nos encontrábamos en un hotel en Madrid.

Una fecha que iba a recordar siempre, porque se inauguraba mi nueva tienda (¡por fin!) y aprovechando el acto, hacíamos la presentación de mi libro. Quisimos hacerlo así, porque aún me encontraba con fuerzas y energía, más adelante seguro que me sería imposible.

- ¿Voy bien así o parezco muy embarazada?

- Vas muy bien y sí, pareces muy embarazada. Estás preciosa. Estáis preciosas las dos.

- Y dale... - me reí mientras negaba con la cabeza.

Había elegido para la ocasión un vestido corto en tono coral, con escote cruzado y media manga, muy ajustado. Sí, estar embarazada no me impedía seguir llevando mi estilo. Se marcaban todas mis nuevas curvas y dejaba a la vista un escote muy sugerente. Estaba embarazada, pero seguía siendo sexi.

Tras darnos los últimos retoques, pusimos rumbo a la inauguración.

La tienda había quedado preciosa. Quise darle un toque vintage, muy diferente al estilo de la tienda de Sevilla, que era más nórdico. Había quedado elegante y distinguida, como a mí me gustaba. Era muy amplia y podía dividir la sección de caballero y señora perfectamente, sin agobios. Al fondo, sobre el mostrador donde pasarían los clientes para pagar sus prendas, una foto enorme de él. De Carlos. Seguía colaborando con la colección masculina y era imagen de ella.

Estaba muy nerviosa. Había invertido mucho tiempo y dinero y quería que todo saliese a la perfección. El servicio de catering ya había llegado y el DJ ya montaba la mesa. Dentro de una hora esperábamos a los invitados.

- ¡Virgi! ¿Qué hago con las tarjetas de descuentos?

- Cuando lleguen los invitados, les comentas las promociones y les ofreces las tarjetas.

- Vale. ¿Estoy bien? - dijo algo inquieta.

- Guapísima Ana. - le dije apartando el pelo de sus hombros - Y tranquila que todo va a salir genial.

Ana. Sí, Ana Sainz. Quería trabajar este verano para ahorrar un dinero ya que el próximo año se va con las compañeras de interrail. Tenía muy buena relación con ella y no habíamos perdido el contacto.

Carlos (padre) le comentó a David una de las tantas veces de las que hablaban, si era posible hacerle un hueco en la tienda. Quería que su hija pequeña supiera lo que es ganarse un sueldo. Cuando David me lo propuso, al principio no me pareció buena idea. El tener a Ana tan cerca hacía remover en mí sentimientos que pensé que tenía olvidados... o al menos asimilados. Pero luego, me di cuenta que solo sería un mes, el de Agosto y quizá durante las vacaciones de Navidad, ya que en Septiembre comenzarían de nuevo las clases. A ella le vendría bien el dinerillo extra y ganaría experiencia en el mundo laboral. Y yo tendría a alguien de confianza en Madrid, ya que no podría estar allí todo el tiempo.

La Boca Del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora