El día de Oliver había comenzado agitado, seis de la mañana y la estruendosa alarma sonaba. Los cansados y ojerosos ojos de Oli se abrían de a poco con dificultad. Era demasiado temprano y el tatuado se había quedado despierto hasta tarde acomodando algunas cosas de su trabajo, en donde pasaba casi todo el resto del día los lunes, martes y jueves. Ganaba como para mantenerse a si mismo y a su adorable cachorro, Oskar, su más preciada posesión. Oskar, como todas las mañanas, ladró unas tres o cuatro veces mientras la alarma aturdía al pobre Oliver, logrando que por fin, se destapara y saliera de su caliente cama, exponiendo sus dos pies al congelado suelo. Oliver suspiró haciendo una mueca debido a las baldosas de su habitación, que estaban más frías que el hielo. Caminó de puntas de pie y a saltos hasta su armario, donde buscaba su “outfit” de hoy —La realidad es que se vestía casi todos los días igual, su misma chaqueta, alguna remera negra con algún logo de alguna banda desconocida y unos jeans. Depende del día si estaban rotos ya que debía ir a trabajar y no era “presentable” ir con algo roto.— Oliver caminó de nuevo a saltitos hasta el baño con las prendas de ropa que se colocaría luego de observar su hermoso reflejo en el espejo por un par de minutos —Horas—. Abrió la puerta, encontrándose con el baño aún más frío que el suelo de su habitación.
“Qué puto frío.” Había dicho el tatuado entre dientes, dejando la ropa en el suelo y acercando su rostro al espejo. Observó con atención su piel algo reseca y pálida por el clima, sus ojos color oliva, la línea que se encontraba sobre su nariz por el piercing que se había hecho cuando tenía unos… ¿17? Ni el se acordaba de eso, sólo sabía que le había quedado una horrible marca allí. Los tres puntitos debajo de su ojo derecho, sus labios agrietados, todas las mañanas hacía lo mismo, teniendo el miedo de olvidarse cómo era su rostro. El ojiverde había olvidado el rostro de su padre, ¿Por qué no podría olvidar el suyo? Se apresuró a desvestirse, dejando al espejo observar todo su tatuado cuerpo; La calavera alada, la rosa de su cuello, el reckless, sus brazos y el resto de su anatomía. Tomó la ropa y se la colocó con rapidez, el frío había tomado su cuerpo y el quería deshacerse de esa sensación de congelamiento —Como cuando iba a hacer las compras y necesitaba algún producto congelado, entonces necesitaba meter la mano y buscar algo prefrito. Así se sentía el, como un paquete de papas fritas congeladas.—
Buscó sus zapatillas, su mochila, las llaves de la casa y partió caminando hacia el colegio, que le quedaba un poco lejos. Caminar le hacía bien, le gustaba cruzar las calles como si fuera un dios y escuchar las maldiciones de los conductores. No valoraba demasiado su vida porque no tenía en qué gastarla, es decir, un empleo de mierda, el colegio, su asquerosa tristeza, ¿A quién le gustaría vivir así? Sintiendo que no encajas en ninguna parte, que no le caes bien a ninguna persona —Aunque Oliver tenía a su pequeño grupo de amigos, gente que en verdad lo quería y lo apreciaba hace años, siglos.—
Sacó un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta y se lo colocó entre los labios, acercó la llama del encendedor y lo prendió, inhalando de inmediato como reflejo. Después de todo, hace meses, años, siglos, que Oliver fumaba, estaba acostumbrado. Lo que más le gustaba de fumar era cómo se consumía de a poco el cigarrillo, el tiempo para el era eterno, era pesado, agobiante, casi como llevar una roca pesada en la espalda todos los días, a toda hora, cada minuto, cada segundo.
Miró en su celular la hora, nuevamente tarde. Maldijo internamente, comenzando a apresurar el paso, cruzando las calles con el semáforo en rojo, verde, amarillo, como sea. Se encontró con los escalones llenos de las secas hojas de los árboles que se encontraban cerca del establecimiento. La vieja entrada del colegio, las grietas de la pintura en las paredes, el césped recién cortado. Oliver prestaba atención especial en todos los detalles de todo, pretendía nunca olvidarse de algo. Caminó rápidamente hacia adentro, entrando en su salón. Ignoró al profesor alto y de traje que se encontraba dando clase y se sentó en el fondo, en su asiento. Miraba fijamente el reloj, esperando, deseando, anhelando y diferentes sinónimos de aquellas palabras a que terminara ya. Pero como antes dije, el tiempo de Oli era eterno. Buscó su cuaderno de hojas blancas y lisas, su lápiz negro y comenzó a trazar diferentes líneas, dando forma a una persona con la espalda descubierta, un hombre. Dibujaba la espalda delgada, los hombros ensanchados pero afilados, los brazos extendidos a los costados del cuerpo. La cabeza con el cabello un poco más largo de lo normal. A simple vista, parecía una mujer. Su mejor amigo, Matt, lo miraba con atención, dándose cuenta de que hoy Oli estaba distraído.
“Oye, viejo, ¿Está todo bien?” Dijo Matt, codeando la cintura de Sykes. Oliver parpadeó varias veces, la clase había terminado y se encontraba en el pasillo, camino al almuerzo, aunque hoy salía temprano.
"Sí, Matt, está todo bien sólo que…” Oli no terminó la frase ya que había perdido el hilo del pensamiento, últimamente le estaba ocurriendo todo el tiempo, hasta que en unos segundos, volvía a la realidad.
“¿No te ha pasado que sientes que el tiempo pasa demasiado rápido? Me refiero a que en un segundo estás en clase, al otro en el almuerzo, y al siguiente ya acabó el año.” Dijo Oliver, rascándose la nuca. Esperó una respuesta de su mejor amigo hasta que escuchó una estruendosa carcajada. Achinó los ojos y bufó suavemente sin que su amigo lo escuchara.
“Amigo, estás loco o muy drogado.” Dijo entre risas. Oliver negó con la cabeza, Matt era un estúpido.
Almorzó con sus amigos entre bromas, pero Oli parecía estar desconectado. Comía de su almuerzo y sonreía en algún que otro instante.
“Oigan, qué le sucede a Olivia.” Dijo Lee, refiriéndose a Oliver. Matt K. sonrió por el “Olivia” y toda la mesa observó al tatuado fijamente.
“No lo sé, hoy me habló sobre algo del tiempo que pasa muy rápido. Yo creo que sólo está drogado.” Respondió Matt, volviendo a reír recordando lo sucedido. Toda la mesa volvió a lo suyo, algunos comían, otros hablaban, pero Oliver permaneció quieto.
Llegó la hora de irse. El ojiverde caminó hacia la puerta, hoy le tocaba el trabajo. Recorrió las calles con rapidez, todavía siendo todo un suicida al cruzar la calle. Miró su celular, iba temprano, así que relajó el paso. Cruzó la calle mirando al suelo hasta que se topó con unas delgadas piernas cubiertas de un jean negro, bastante roto. Siguió por una remera del mismo color que el pantalón y dos pálidos y delgados brazos. Su rostro iba medio tapado por su cabello, negro, por supuesto. Su labio inferior estaba rodeado por una argolla negra, y sus ojos… Sus ojos estaban perdidos. Perdidos en todo el sentido que la palabra conllevaba. Perdido como cuando Sykes era pequeño y se extravió en el supermercado. El ojiverde los observó fijamente, recordando el color exacto, el tamaño de la pupila, de esa sensación de vacío existencial. Siguió caminando, el tiempo había pasado demasiado rápido y me temía que Oliver estaba llegando un poco tarde.
El resto de la tarde Oliver acomodaba los papeles de su jefe, era secretario en una empresa y le pagaban bastante bien para el empleo que había conseguido. Volvió a su casa en la noche, caminando por las oscuras y frías calles, viendo su aliento en forma de humo —Y no de cigarrillo esta vez.—
Buscó las llaves de su apartamento y de inmediato, justo cuando entró, oskar ladró dándole la bienvenida.
“Hola, nene, papi llegó a casa.” Dijo hablando como un bobo. Siempre era así de maricón con su bebé. Acarició la cabeza de su cachorro y se lo llevó a la cama, acostandolo a su lado. Esa noche Oliver tuvo sus pesadillas semanales, casi nunca las recordaba y cuando lo hacía, le gustaba escribirlas en un cuaderno, por las dudas. Quizás era porque no había comido, quizás por el estrés, quizás por aquellos ojos vacíos, distantes. Porque el sabe que la distancia no guarda ni significa nada bueno.
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The distant blue. // sysack //
Short Story// s y s a c k // ❝Estoy almorzando, pero ahora estoy cenando. Ya es octubre, ya es enero, ya estoy acá, ya estoy allá, el tiempo.❞ Una historia en donde es muy probable que termines confundidx.