Después de haber pasado la noche —En el sentido más inocente que puede haber, lo juro— con el chico Drácula, no me lo volví a encontrar más en todo el día
“Por desgracia.” Me dije a mi mismo.
El día fue de lo más aburrido. Los chistes malos de Matt me tenían con las pelotas hasta el suelo. ¿Lo peor de todo? Él disfrutaba de mi seriedad ante esos chistes. Cuando llegué a casa, me encontré con mi bebé, Oskar, el cual me dió una amable bienvenida. Se ve que alguien me había extrañado. Puse comida y agua en su plato azul y me encaminé hacia el baño, queriéndome duchar con urgencia. Digamos que este chico no olía tan bien.
Oliver tenía una especie de ritual —Nada satánico, lo juro— antes de ducharse: Colocaba una toalla en el suelo, buscaba sus cigarrillos y se acostaba a mirar el techo mientras fumaba y reflexionaba sobre la vida. Todas las veces que se bañaba era indispensable hacerlo, aunque el no tenía idea de cómo había nacido ese hábito, quizás lo había visto en alguna película. Mientras miraba al techo, no se sorprendió al encontrarse con que Andy estaba en su mente. Andy estaba en todos lados últimamente, y eso le parecía muy sospechoso a Oliver. Seguía pensando que era un producto de su imaginación, que todo esto era una fantasía suya. No saben lo mal que se sentía el castaño al imaginar que la belleza de Andy, realmente no existía, que todas las conversaciones —Y esa pequeña atracción hacia el— no eran reales. Ya le había ocurrido esto una vez, pero hace años, bastantes años. O eso parecía, ya saben, el tiempo. Oliver recordó vagamente aquella historia.
Tenía 14 años, era un chico bastante solitario y antisocial, algo extraño para un chico de dicha edad. Un ¿Lunes? había conocido a un chico nuevo. Era literalmente nuevo, venía de una ciudad extraña de Alemania y hablaba poco inglés, pero a duras penas se lograban entender. Forjaron una amistad bastante sólida, hasta que un día la madre de Oliver, Susanne, encontró a su hijo hablando solo en el patio de la casa. Esa fue la primera gran decepción de Sykes, el saber que su único amigo, era producto de su imaginación. Luego de eso, su madre lo envió al psicólogo, aunque el anterior nombrado era un estúpido y no hablaba de nada con Oliver, sólo le interesaba el dinero. El ojiverde había dejado de asistir a las sesiones —Aunque su madre no estaba enterada— y se gastaba el dinero en cigarrillos, de ahí su vicio.
Espero que no suceda lo mismo, aunque algo me dice que esta es la buena, esos ojos tan perfectos y azules no podían ser producto de mi retorcida imaginación.
Luego de haber pasado un rato, me había metido a la ducha y salí suave y limpio como un bebé. Me miré al espejo antes de salir, observando mi rostro. Me había vuelto más delgado, se me notaban más los pómulos y mi barbilla estaba aún más afilada que antes. Se me empezaban a notar vagamente las costillas, aunque con los tatuajes no se notaba demasiado.Fui hasta la habitación y me vestí con unos pantalones de pijama y una remera de una banda, Slipknot. Miré el reloj en la oscuridad, eran las doce de la noche, qué rápido pasa el tiempo cuando uno piensa, con razón siempre va lento todo. Reí ante mi idiotez, aunque estaba solo y eso era raro, es decir, ¿Reírse solo? Bueno, dejemos el tema.
Me acosté en la cama y Oskar vino corriendo a toda velocidad para lamer mi cara y colocarse a mi lado, mi fiel compañero. Me quedé mirando al techo por varios minutos, observando cómo se volvía todo cada vez más oscuro y de nuevo volvía a ser claro. Es la primera vez que me encuentro en esta situación, no puedo dormir. Busqué mi celular y abrí los ojos, sorprendido. ¿Tres de la mañana? ¿Es en serio?
Me levanté y prendí la televisión, en efecto eran las tres de la mañana, sep. Me puse mis zapatillas e hice lo que hago cada noche, salir a caminar. Cerré la puerta de casa con llave, lo último que quería era que me desvalijaran.
Caminé sin rumbo por veinte minutos, mientras escuchaba música a todo volumen. Me sentí vacío cuando no me encontré a Andy en el camino, aunque también me puse feliz porque eso significaba que no había tenido una pesadilla esta noche. O quizás si la había tenido pero no salió de su casa pensando que lo llevaría otra vez a la mía, soy un idiota. Me senté de nuevo en el escalón de la casa de siempre y observé la calle, las hojas secas y las colillas de cigarrillos. Las voces empezaban a aparecer en mi mente, leves susurros y ruidos que sabía que no provenían de nadie en especial, sólo eran voces. Negué con la cabeza y apreté mis pantalones, si, salí en pijama. Busqué mis cigarrillos y encendí uno con rapidez, inhalando profundo el humo cancerígeno.
A medida que pasaba el tiempo, el cigarrillo se consumía, al igual que las voces. A lo lejos, escuché un llanto, más bien unos sollozos. Levanté la mirada y no era lejos, eran enfrente mío. Un niño precioso, vestido de negro y paliducho con el maquillaje corrido lloraba. Era Andy. No tuve tiempo de pararme antes de tenerlo sentado sobre mis piernas, abrazándome, dejándome casi sin aire.El era como un cigarrillo, me quitaba el aire y me mataba lentamente.
Acaricié su espalda con la yema de mis dedos y besé su cabeza, sintiendo como temblaba. ¿Qué le pudo haber pasado? De repente, como si hubiese dicho la pregunta en voz alta, escuché su voz entrecortada.
“Oliver, no recordaba tu rostro. No recordaba nada. ¿Estás aquí realmente? No puedo más.” Dijo. Después volvió a romper en llanto. No me quedó nada que hacer, sólo acariciar su espalda y estar con el.
Después de un rato, levantó la cabeza y me miró por varios minutos. Extendió su mano y me tocó la cara, la acarició en realidad. Acarició la línea de mis pómulos, mis cejas, las dos ojeras medio violáceas que con el tiempo se volverían negras. Dudó cuando bajó hasta mis labios, por lo que yo asentí y el los tocó, mirándome a los ojos fijamente. Yo extendí mi mano hasta su rostro y acaricié la curva de su nariz, miré el vacío de sus ojos, que se iba llenando mientras siguió tocando mis tatuajes. Yo bajé los dedos hasta la argolla negra que rodeaba su labio inferior. Los toqué. Eran suaves, pero estaban lastimados, con pequeños pellejos y me encontré a mí mismo queriéndolos besar. Lo miré a los ojos, estaban hinchados y húmedos por las lágrimas de hace unos minutos. Él me acarició el cabello y yo acorté la distancia aún más, quedando muy cerca de el. Sonrió y me siguió mirando a los ojos, sus dedos se enrollaban en mi pelo y lo besé. Lo besé por varios segundos, minutos, pero se sentía vacío. Abrí los ojos, pero no había nadie allí. Nadie quien me acariciara el cabello, tampoco que me mirara como Andy, ni tampoco que tuviera los labios tan bonitos. Respiré rápidamente y lloré, porque muy en el fondo, sabía que ni mi mente podía recrear bien a Andy. Andy era inimaginable.
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The distant blue. // sysack //
Short Story// s y s a c k // ❝Estoy almorzando, pero ahora estoy cenando. Ya es octubre, ya es enero, ya estoy acá, ya estoy allá, el tiempo.❞ Una historia en donde es muy probable que termines confundidx.