Andy III.

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   La noche era aún más fría que la mañana. No podía dormir, por lo que decidí salir a caminar, sí, en medio de la noche corriendo el riesgo de que me secuestraran y me violaran. Qué destino tan bonito me esperaba.
  Até los blancos cordones de mis zapatillas negras y tomé las llaves. Blanco se interpuso en mi camino, frotando su mejilla contra mi pierna derecha. Lo levanté rápidamente y le proporcioné un par de caricias a mi minino favorito.
   “Papá ya vuelve, bebé.” Dije en tono meloso, quizá el gato iba a ser mi futura esposa. Dejé al gato sobre el sofá y abrí la puerta de casa despacio, intentando hacer el menor escándalo posible y la cerré dándole dos vueltas a la cerradura. Antes de comenzar a caminar, el fiel cigarrillo se encontraba entre mis labios, el mechero en mi mano derecha y la llama sobre la punta del cigarro. Guardé el encendedor en mi bolsillo trasero luego de prender el cigarrillo, en el mismo lugar de siempre. Caminé, sintiendo la fría brisa tirar mi cabello hacia atrás, dejando mi cara completa al descubierto.
   “No más Andy emo.” Dije en voz baja, pensando que eso diría Jeremy o Ashley si me vieran ahora mismo. La calle era tan tranquila a la noche, sólo podía escuchar el movimiento del humo y a la gente en sus camas, removiendose por una pesadilla. También escuchaba sus relojes, el tedioso tic tac. Tic tac, tic tac. Una y otra vez, eternamente. Volví a plantear la teoría de que estaba loco, el tiempo me había vuelto loco, igual que el. Pensé de nuevo en sus ojos, en su sonrisa de ayer y el momento en el que desapareció. ¿Por qué? ¿Cómo? Miles de preguntas y ni una sola mísera respuesta a alguna. Seguí caminando unas cuadras más. El tercer cigarrillo se estaba consumiendo rápidamente, dándome a entender que el tiempo se iba rápido. Solté el humo y lo observé, observé las distintas formas que creaba. Rulos, círculos, líneas rectas, a él. ¿A él?  Apareció entre el humo como si fuera un puto mago.
   “¿Por qué un niño como tu está en las calles a estas horas?” Preguntó divertido, observandome directamente a los ojos. El sonreía, si, pero sus ojos no lo hacían. En lo absoluto.
   “Tienes los ojos más tristes que alguna vez he visto.” Solté de sopetón. El chico me miró fijamente, encogiéndose de hombros.
   “Tu tienes los ojos tan distantes como el horizonte, como si en realidad yo no estuviera o como si no existieras.” Habló analizando más de cerca mi ojo izquierdo. Mi lengua fue hasta mi piercing, moviéndolo de un lado a otro mientras yo seguía viéndolo a los ojos, esperando a que desapareciera.
   "Me pregunto cuándo vas a desaparecer otra vez. El tiempo parece pasar tan rápido que da miedo.” Caminé a paso lento hacia adelante. El ojiverde me acarició la espalda con afecto y mucho cuidado, como si tuviera miedo de que lo apartara. Cerré mis ojos mientras caminaba y lo escuché hablar nuevamente.
   “¿A dónde ibas?” Preguntó con curiosidad.
   “A ningún lado, las pesadillas no me dejaban dormir y decidí salir de casa corriendo el riesgo de que sujetos como tu me secuestren.” Dije dándole un toque de humor con la última frase. El chico suspiró, sus manos se encontraban en mi cintura, casi abrazándome.
   "Yo también tengo pesadillas, por eso salgo a estas horas de la noche, para aclarar la mente y convencerme de que esta es la realidad.” Dijo con la voz apagada, profunda. Este tipo era la depresión en persona, yo era emo y todo lo que quisieras, pero el me supera.
   "Andy, te conozco.” Dijo luego de un rato de silencio pacífico. No un silencio incómodo, uno lleno de paz y armonía. ¿A qué se refería con que me conocía? Quizá era amigo de mi padre o de alguno de mis amigos, parecía ser joven. El chico se congeló, mi mano se encontraba sobre su cuello, acariciando uno de sus tatuajes, una rosa colocada justo en el medio de su cuello. Sus ojos miraban a la nada, me traspasaban. ¿Estoy vivo? ¿Estoy…?
  
   El gato maulló cerca de mi oído, despertándome de golpe. Acaricié mi frente y tiré mi cabello hacia atrás, salí de la acogedora y caliente cama y revisé la hora. Las 6, hora de arreglarse. Estaba muy pálido, con dos grandes bolsas violáceas debajo de mis ojos, me veía terriblemente demacrado. No me peiné, no me maquillé. Me vestí como siempre y acaricié la cabeza del gato antes de irme como todos los días, era un ciclo repetitivo y sin fin. Salí a las corridas de casa, olvidándome por completo de cerrar, olvidando mi mochila, todo por haberme quedado colgado mirando a la pared, ya cansaba esto de perder el tiempo, el tiempo es valioso. Crucé las calles sin fijarme el semáforo, debía llegar a clases antes de que tocara el primer timbre o era hombre —Emo— más que muerto. Visualicé a Jeremy esperándome en la entrada con una mueca preocupada.
   “La princesa se quedó dormida.” Dijo con una voz burlona. Lo tomé del brazo y lo arrastré hasta la clase, entramos unos tres segundos antes de que tocara el timbre. Me sorprendió que no haya nadie, sólo Jeremy y yo.
   “Oye, ¿Por qué no hay nadie? Se supone que son las 7:45…” Dije observando mi reloj. Pero no eran las 7:45, eran las 7:10, corrí hasta aquí como un desquiciado para nada.
   “Me preocupas, Andy, no entiendo lo que te sucede. Te ves terrible hoy.” Dijo observando con atención mi rostro. No había falta que me lo recordara, estaba casi desnudo, yo me sentía así al no llevar maquillaje ni mi cabello peinado y sí, era un desastre.
   “Lo mismo, el tiempo.” Dije mirando al frente. Volteé la cabeza hasta la puerta y ví pasar al chico de la madrugada, me levanté del pupitre casi corriendo, llevándome por delante las sillas, el escritorio y la vida misma. Abrí la puerta rápidamente y caminé detrás de él. Toqué su hombro y el chico se dió la vuelta, sonriendo. Lo miré fijamente y suspiré.
   “Por qué te fuiste ayer.” Dije acariciando mis manos heladas.
   “¿Me fui de dónde?” Preguntó el chico confundido. Lo sospechaba.
   “Ayer estuviste conmigo en la madrugada, en la calle, caminando.” Le dije aún más confundido que el.
   “¿No recuerdas? Te dije que debía regresar a casa porque me estaba muriendo del frío y tu me dijiste que debías descansar.” La voz apagada de la noche, sus ojos. No, no recuerdo.

The distant blue. // sysack //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora