Andy IV.

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   Unos ojos color oliva y caídos me miraban atentamente, esperando una respuesta. Yo sólo pensaba qué decir, si contar o no el hecho de que una de mis pesadillas la protagonizaba el, Oliver. No de una forma mala, el no me hacía daño allí, lo que me hacía daño era el monstruo en el que se había convertido, pero ese no era Oli, esa era otra cosa.
   En la pesadilla la cosa negra me perseguía, rasguñaba mis piernas y cuando finalmente me tuvo acorralado, lamía mi cara. Ese era el motivo por el cual estaba en la calle a estas horas de la madrugada. Había salido esperando encontrarme con el, aunque no me esperaba la pregunta que había hecho hace sólo un minuto.

  “¿Qué ocurría en tu pesadilla?” Había preguntado el castaño, observándome fijamente a los ojos, parecía estar obsesionado con ellos porque siempre parecía estar mirándolos fijo.

   Volví a dudar en si contarle o no, lo único que salió de mi boca fue un “No lo recuerdo exactamente, pero fue feo.” Lo siguiente que pasó fue sentir los tatuados brazos del ojiverde y sus labios sobre mi oído, soltando palabras de consolación. Yo asentía cada tanto, pero no lo estaba escuchando, sólo estaba atento a que no se fuera de mi lado como siempre ocurría. Se separó de mi cuerpo y yo le agradecí por la atención. Me tomó de la muñeca y nos sentamos en un escalón de una casa desconocida para nosotros. Sacó un cigarrillo y empezó a fumar, mirando al suelo.

  “Esto” dijo refiriéndose al cigarrillo “Las calla.” Dijo en voz baja. ¿Las calla? ¿Calla a qué? Dudé sobre qué decir, pero apenas abrí los labios, el asintió.

  “Es un tema complicado, Andy. Las voces, eso calla.” Admitió mirándome a los ojos. No me miraba como si estuviera loco, esa no era la mirada de un loco. Era la mirada de alguien que necesitaba ayuda y apoyo emocional.
   Sabía que era raro que me gustaran tanto las manos de Oliver, porque apenas lo consideraba un amigo. Simplemente me nació tomarle la mano y entrelazar mis dedos con los suyos. El no sacó su mano, yo tampoco saqué la mía. Comenzó a acariciar el dorso de la mano, sacándome una pequeña sonrisa.

  “¿Tus pesadillas siguen?” Pregunté en voz baja, como si fuera un secreto. El asintió, volviendo a inhalar del cigarrillo.

  “Es por eso que estoy aquí, Ands, también por las voces que no me dejan tranquilo.” El tatuado se rascó el cuello con la mano que no estaba entrelazada a la mía y yo seguí su mano con la mirada, observando la rosa.

   "Y… ¿Cuándo aparecen esas voces, Oliv?” Sólo simple curiosidad. Me intrigaba eso de las voces ahora que lo pensaba mejor. El puso cara de pensativo y apagó el cigarrillo contra el suelo y tiró la colilla lejos.

  “Cuando estoy estresado, cansado o enojado.” Yo solo asentí, quería ayudarlo. No sé por qué, pero quería hacerlo.

  “No desaparezcas ahora, ¿Si?” El me miró, apretó mi mano fuerte y asintió. Apoyé mi cabeza sobre su hombro y sentí un nudo en el estómago.

  “A veces me pregunto si soy real o si estoy muerto. ¿Crees que soy real o que estoy muerto?” Lo miré fijo con el ceño fruncido. Oliver se aclaró la voz.

  “Sabes, al principio creí que eras un fantasma por tu palidez extrema, o quizá Drácula. Tus ojos no ayudan en nada, es decir, son preciosos, pero siento que me lees el alma cuando me miras fijamente. No entiendo exactamente tu existencia, por lo que no puedo decir si de verdad existes, pero ojalá no seas sólo una voz más en mi cabeza.” Habló rápido, pero yo le entendí cada palabra.

  “En todo caso soy la voz buena en tu cabeza.” Dije. El sonrió, pero yo ya no estaba allí. El tampoco, ninguno estaba allí.

  Sólo podía escuchar la alarma que sonaba todas las benditas mañanas, pero en un tono diferentes. Masajeé mi frente y tiré mi cabello hacia atrás, intentando recordar lo que había pasado anoche. El insistente ruido de unas uñas sobre la puerta de mi habitación hizo que me parara y abriera la bendita puerta. Un cachorro color negro y marrón comenzó a saltar, mientras ladraba pero no de forma agresiva, sino en forma de “Hey, buenos días.” No pregunten cómo sé que es un ladrido de buenos días.
   Fui hasta el baño a lavarme los dientes y me encontré con una chaqueta que no era mía. ¿Eh? Me quedaba súper grande —Excesivamente— y era de color negro con algo escrito en los brazos. “Drop Dead” en letra gótica. No le tomé tanta importancia, seguro era de Oliver. Esperen, Oliver me había dado su chaqueta y no lo recuerdo, quizás debería consultar con un médico sobre esto.

   Me miré al espejo y las bolsas negras debajo de mis ojos eran cada vez más notables. Busqué mi sombra negra, pero no la encontraba, lo cual era raro porque siempre la dejaba en el mismo lugar. Yo estaba completamente vestido, incluyendo mis zapatillas. ¿No me los había quitado antes de dormir? Qué raro. Ahora que me daba cuenta, las paredes del baño eran de otro color, y el espejo era más grande. El cepillo de dientes no era el mío, nada era mío aquí. Fui hasta mi supuesta habitación y me encontré con alguien acostado en la cama, era ¿Oli? En seguida, toqué su hombro y lo agité hasta que escuché un susurro.

  “Oskar, déjame diez minutos más…” La voz sonaba con más acento del normal, también mucho más grave.

  “Aunque te parezca mentira, no soy un perro.” Hablé golpeando el hombro del castaño. De inmediato se paró y me observó fijamente, con los ojos medio hinchados.

  “Creí que había imaginado que te había traído a casa. Vaya, entonces no fue un sueño.” Dijo sorprendido, pero con una mueca divertida también.

  “No recuerdo nada de anoche, ¿Me drogaste?” Pregunté. Quizás me había inyectado algo o simplemente el me había golpeado en la cabeza y me había secuestrado. Escuché la carcajada que soltó Oliver. Fruncí el ceño y el paró de reírse, quitándose las sábanas de encima.

  “¿No recuerdas? Después de que te conté mi pesadilla tu… bueno, viniste a casa y simplemente me acariciaste el pelo hasta que me dormí, un bonito detalle por cierto.” Dijo acomodando su ropa, al menos estaba vestido y no había abusado de mi mientras dormía.

  “Supongo que te creo, ¿Dormiste bien?” El asintió de inmediato y me abrazó rápidamente. Miramos el reloj al mismo tiempo y luego nos miramos. Eran 7:20, era la primera vez que me despertaba tan tarde. Ambos salimos, sólo que yo no llevaba mi mochila, por lo que pasamos por mi casa. Saludé a mi bebé Blanco rápidamente y busqué mi mochila. El hecho de que Sykes viviera a unas cuatro calles de mi casa era genial, creí que vivía más lejos. Cerré la puerta de mi casa y fuimos prácticamente corriendo hasta el colegio, ya era casi la hora de entrar.

  “Te confieso, es la primera vez en mi vida que llegué a tener tanta tranquilidad a la hora de dormir.” Dijo el, tomándome por sorpresa. Lo volví a abrazar por unos segundos y corrí hasta mi salón, al mismo tiempo que el profesor de historia entraba. El día pasó rápido, demasiado rápido. No había vuelto a ver a Oliver en todo el día, sólo imaginaba hacerlo cuando volvía a casa, fumando en cada esquina o regalándome una sonrisa.

The distant blue. // sysack //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora