Before.

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No podía creer lo que veía enfrente de mis ojos. El tipo de cabello largo y ojos celestes estaba tomando la cintura de mi Andrew. Yo lo sabía, y es que era obvio, lo había visto en su mirada, se quería apropiar de Andy. Por un lado no lo culpo, porque Andrew es la cosa más preciosa que pudo haber existido, pero el es mío.

Me debatí entre matar al tal Matt o si irme a casa, sin interrumpir a la "feliz pareja." Andy reía sobre el oído de el y este le acariciaba el cabello, sentía un fuerte dolor en la boca del estómago y unas inmensas ganas de vomitar, porque la escena simplemente me causaba todo el puto asco del mundo. Me encaminé hasta donde se encontraban estos dos, ambos seguían riendo y pararon de hacerlo cuando yo me encontré adelante de ellos. Sus ojos azules me perforaban lentamente, mientras que la curva de sus labios no se deshacía al verme allí, es más, parecía que disfrutaba el hecho de que yo estuviera allí con las lágrimas a punto de desbordarse de mis ojos. Clavé mi mirada en la cintura de Andy y Matt soltó una carcajada, mirando la expresión de cordero degollado que seguro se encontraba en mi rostro. Andy levantó ambas cejas y se dignó a hablar.

"¿Pasa algo, Oliver?" Preguntó sonriendo, yo sólo negué con la cabeza, iba a responderle, pero Matt me interrumpió.

"Hoy no podrá irse contigo a casa, ¿Verdad?" Este miró a Andy y le acarició la mejilla. Yo asentí, reprimiendo todos los sentimientos, porque sabía que esto podría llegar a pasar en cuanto lo ví hablando con el.

Andy no me volvió a hablar desde ese día, había pasado aproximadamente unos cuatro días y yo no podía parar de pensar en el, me sumergía en la miseria más asquerosa sin sus ojos azules mirándome con afecto. Sin su sonrisa que me iluminaba el día o simplemente sus manos acariciando las mías. Lo veía en el colegio, pasaba de la mano con el chico de ojos celestes, ambos sonreían y desaparecían entre la multitud de alumnos que caminaban hacia sus respectivas clases.

En el salón, Andrew me ignoraba, era como si yo fuese completamente invisible. Y es que me planteé el hecho de que yo no existiera, como cuando Andy también lo hizo. Andy, Andy, Andy. ¿Por qué mi orgullo no me permite hablarte? Lo observaba en el almuerzo, con sus tres amigos y el. Yo estaba solo, porque no quería que mis amigos me preguntaran por qué Andy no estaba conmigo, no quería que tocaran el tema. Comía la pizza sin ganas, por mi mente corrían miles de imágenes de Andrew. Andy sonriéndome, Andy besándome, Andy perdido en el tiempo.

El tiempo, sospecho que esto es obra suya, pero no voy a dejar que me gane. El timbre sonó como todos los días a la misma hora, daba a entender que ya era hora de irse. Y yo salí por la puerta, omitiendo a ambos chicos abrazados y sonriendo. Sonriendo. Saqué un cigarrillo y lo coloqué entre mis labios, desde que había estado con Andy ya no fumaba tan a menudo, Andy era mi cigarrillo, mi vicio.
Cuando llegué a casa, busqué la caja de madera con nuestras fotos y la carta. Dejé el boceto de Andy tirado por allí, porque sentía que su mirada cobraba vida y me juzgaba, me juzgaba por ser como soy.

Caminé a paso lento hasta la casa de Andy, los autos que iban a toda velocidad eran lo que menos me importaba. También con la llegada de Andy había dejado de cruzar cuando el semáforo estaba en verde. Ahora que él ya no estaba conmigo, esperaba que un auto me atropellara.

Cuando me encontré en la puerta de su casa, toqué el timbre y Andy rápidamente abrió la puerta con una sonrisa. Esa sonrisa se consumió como el cigarrillo que me había fumado hace horas.

"¿Qué quieres ahora, Oliver?" Preguntó él, queriendo deshacerse de mi.

"Uhm, te venía a traer esto, sé que bueno, estamos distanciados pero..." Una sonora carcajada me interrumpió, se estaba riendo de mí.

Eres tan patético, Oliver.

"¿Y yo para qué quiero esto?" Dijo tocando la caja con su dedo índice. Yo mordí mi labio y sólo entré a su casa sin permiso. Dejé la caja en su escritorio y cuando estuve a punto de salir, Andy me miró casi indignado.

"¿Lo quieres?" Pregunté de repente. Andy me miró fijo y se relamió los labios.

"Sí, Oliver, lo amo. ¿Por qué me miras como si estuviese loco? Se ve que en esa pequeña cabeza sólo entra mierda y más mierda." Habló Andy, con un evidente rastro de maldad en sus ojos. Andy soltaba veneno en cada palabra que salía de sus labios.

"¿Sufrí tanto por nosotros dos para que termines dejándome por alguien a quien apenas conoces, Andrew? ¿Es en serio?" Estuve a punto de quebrarme a mitad de la oración, la situación me tenía más que angustiado y yo sentía que si no me iba de allí, probablemente el otro estúpido sufriría las consecuencias. Las lágrimas traicioneras comenzaban a mojar mis mejillas y Andy sólo me miraba.

"¿Por qué estás rompiendo mi corazón como si no te importara?" Pregunté directamente, me siento tan asquerosa e inservible.

"No me puede importar algo que jamás existió, algo que ya estaba completamente quebrado, Oliver. No me busques más, no me sigas. No quiero saber de tu miserable existencia. No quiero saber qué ocurre en tu mente, no quiero ver a tus amigos, no quiero ver tus lágrimas. No quiero tener una puta relación contigo, eres tan egoísta." Escupió entre dientes. Sentía la presión en el pecho y las ganas de vomitar eran cada vez más grandes.

"¿De verdad lo amas a él?" Pregunté nuevamente, esperando que Andy me dijese que todo era una broma de mal gusto.

"Sí." Respondió directo, sin una mínima duda en su rostro. Suspiré sintiendo ira. Un calor muy feo rodeó mi cuerpo, se sentía horrible.

"Dudo que lo ames, ¿Sabés por qué? Ni aunque estés con mil personas a la vez vas a poder llenar ese vacío que tienes, porque eres una persona asquerosa." Sentencié, dejando en silencio al menor. Andy me miró a los ojos y todo en su mente pareció volver al principio de todo.

Lo veía a él esperando a que el semáforo cambiase, veía sus hermosas piernas forradas en unos jeans negros y rotos. Su anatomía delgada, su cabello. Sus ojos.

Me retiré sin decir una palabra, pero en el interior, en el interior estaba gritando.

Cuando entré a casa, Oskar se paró enfrente mío y me ladró. Me agaché para acariciar su cabeza, las lágrimas volvían a salir de mis ojos, cayendo en la cabecita de mi pequeño. Miré a mi alrededor; estoy tan solo, tan miserable, tan patético. Todas las cosas me parecían tan inservibles, incluyéndome. Todos los cd's que estaban en la mesita ratona de café fueron a parar al suelo uno tras otro, rompiéndose. El sonido del tic tac retumbaba en mi cabeza, me torturaba. Tomé el reloj y lo estampé contra el piso, las manecillas habían dejado de moverse, pero aún se escuchaba el sonido. Cuando fui a mi habitación, tiré todos mis libros al suelo, todas las hojas escritas con deberes del colegio. Mi ropa fue a parar junto a los libros, todo estaba en el suelo junto a mis ánimos. Sabía que estaba gritando, o quizás todo estaba en mi cabeza.

The distant blue. // sysack //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora