Oliver IV.

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  Mi mente me tenía cansado por completo, me frustraba en demasía el no saber qué era real y qué era producto de mi imaginación. El tacto de la mano de Andy se había sentido tan real, pero a la vez vacío. Su llanto también parecía real, aunque eso es lo único que me gustó de la situación imaginativa, que el llanto del ojiazul era pura imaginación y que no había ocurrido de verdad. Me rompería el corazón verle de esa forma, su carita se me haría más tierna y de bebé y lo abrazaría hasta que muriese. No quise recordar el tema del beso, eso era lo que más me preocupó. ¿De verdad quería besar a Andy? ¿Sentirlo de esa forma?

   “Sí, sí quieres.” Pensé al instante.

   Ya era media mañana. Estaba en clase de literatura, escuchando cómo el profesor recitaba una poesía totalmente desconocida para mi. Me gustaba la poesía, bueno, hacerla, pero me aburría escucharla. Andy era como una poesía, su personalidad rimaba con todo su cuerpo. Su sonrisa con sus ojos, y sus ojos con su alma. Estoy seguro de que Andy es real.

   Oliver se planteaba internamente formas de cómo saber si lo que pasaba era real, basándose en el vacío que había sentido en la madrugada. Los labios de Andy, en ese momento, no estaban calientes ni fríos, tampoco pestañaba, y mucho menos respiraba. El castaño tenía que ser completamente detallista y observador a la hora de ver al ojiazul. Recordar todos los detalles, tomar en cuenta los factores de riesgo y así se daría cuenta de si todo era su imaginación o era la realidad en su estado más puro. Sonaba algo muy loco, pero era lo único que se le había ocurrido en el momento.
   El receso comenzó, ni bien salió, se encontró con un Andy medio sonriente esperándolo contra una pared. Lo miró fijamente, el niño pestañeaba y respiraba. “Real.” Se dijo Oliver en su cabeza, la cual era un verdadero desastre en estos momentos. Antes de saludar, Andy se aproximó hacia él y lo abrazó con fuerza mientras la gente pasaba hablando de diversos temas, pero Oliver sólo podía concentrarse en algo: En Andrew Biersack.

   “¿Anoche no tuviste ninguna pesadilla?” Preguntó Oliver mientras caminaba junto al ojiazul por los pasillos. El negó con la cabeza y le preguntó lo mismo a Oli con preocupación. Oli comenzaba a importarle a Andy.

   “Algo así.” Dijo Oliver sonriendole al menor. Andy asintió y como si el tiempo hubiera pasado volando, las personas desaparecieron. Sólo estaba Andy ahí, igual de confundido que el. Ambos se miraron fijamente e hicieron una mueca de alerta.

   “¿Qué hora tienes?” Preguntó el pelinegro, mirando su reloj atentamente.

   “9:50, ¿Tu?” Respondió el castaño, mirándolo fijamente. Pestañeaba, esto es real.

   “Igual, por suerte.” Dijo con alivio. No cabía duda de que Andy también imaginaba cosas o tenía un problema con el tiempo. Oliver suspiró y tomó la mano del pelinegro. Había visto a un profesor caminando por los pasillos y seguro que si los veían, los mandarían a clase. Y el ojiverde no quería eso, el quería estar con Andrew. Fueron corriendo en silencio hasta el baño, donde ambos se escondieron en un diminuto cuadrado de dos por dos.

   Me sentí como un niño de primaria al estar escondido de un profesor en el baño. En mi infancia solía hacerlo seguido para evadir las clases. Observé a Andy cerrar la puerta con cerrojo y sacó un cigarrillo, prendiendole rápidamente. Yo negué con la cabeza sonriendo, esto definitivamente era real, muy típico de Ands. El ojiazul me miró con una ceja alzada y yo reí.

   “¿Qué te pasa, tatuadito?” Preguntó Andy con una mano en la cintura, totalmente indignado. En ese momento descubrió que la sonrisa de Oli era hermosa. Pero también se dio cuenta de que no le gustaba que se riera de el.

   “Nada, Drácula, me río de tí, ¿No puedo?” Contesté con una sonrisa burlona. El puso los ojos en blanco y siguió fumando hasta que tiró la colilla en el suelo y la pisó. Yo estaba sentado sobre el inodoro y el me miró, se encogió de hombros y se sentó encima mío, justo como había pasado anoche. Un escalofrío recorrió mi espalda. Cerré los ojos por unos segundos y los volví a abrir, el se encontraba parado, pisando la colilla. Mi respiración se aceleró y Andy lo notó, por lo que me agarró de la mano y me miró preocupado.

   “¿Qué sucede, Oliv?” Dijo acariciando mi mejilla. Yo negué con la cabeza y lo abracé, lo sentí respirando sobre mi cuello, el tacto no era vacío, este era Andy. Después de un rato, solté mi agarre y él me miró con duda.

  “Imagino cosas, Andy. Sólo eso, tu eres real ahora, ¿No?” Lo miré fijamente a los ojos y mordí mi labio. Justo como anoche, toqué el puente de su nariz, sintiendo la piel suave bajo mi dedo. Era el, era el. Seguí bajando mis dedos hasta encontrarme con la argolla, la cual estaba fría. La acaricié hasta encontrarme con sus labios suaves y tibios.

   “Soy yo, Oli, soy yo.” Susurró. Sentía que su respiración se agitaba, su boca me lo pedía a gritos. Pegué mis labios a los suyos con rapidez, no sin antes tomar su cintura y sentir el cuero frío de su chaqueta. Tomé aire y lo miré a los ojos, el olor a cigarrillo era muy notorio, al igual que el gusto al anterior nombrado y a café en sus labios. Volví a besarlo y esta vez sentí sus dedos en mi nuca, acariciándola suavemente. Su espalda chocó contra la puerta del baño y mi cuerpo estaba contra el suyo. Volví a sentir sus costillas apuñalando mi estómago. Sin previo aviso, el mordió mi labio y se alejó. Yo lo miré, el me miró.

  Sin que tuviera tiempo de tomar su cintura o su mano, el abrió la puerta del baño y se fue corriendo. Todo fue real, estoy seguro, lo fue. Salí del baño y fui hasta a clase, pidiendo disculpas por entrar tan tarde. Me senté y presté atención, queriendo no pensar en por qué Andy había salido corriendo. Quizás no le había gustado el beso, ¿O si?

   Oliver tomó una hoja y agarró una lapicera, iba a escribirle una carta a Andy. “Ands, Andy, Andrew, Emo de mi corazón...” comenzó a escribir con su horrible caligrafía, aunque legible después de todo.

   Para cuando acabó, guardó la carta y se sorprendió al no encontrar a nadie en el aula. Miró el reloj, hace unos veinte minutos que todos se habían ido, probablemente. Tomó sus cosas y salió rumbo hacia el trabajo, si, aunque no quisiera, tenía que ir.

   A la noche, cuando Oli llegó a casa, cayó rendido en su cama, sin quitarse la ropa ni nada, sólo durmió y soñó con los labios de su drácula, besando los suyos una y otra y otra y otra vez, eternamente.

The distant blue. // sysack //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora