El ojiazul se quedó varios segundos, minutos, horas observando el sobre con la horrible caligrafía que le había dejado el castaño hace varios años. Lo acarició con sus dedos y suspiró, haciendo una abertura con sus uñas. Terminó de abrirlo con sus dedos y se encontró con una hoja un poco amarillenta y escrita con la misma horrible caligrafía que estaba en la parte de afuera.
Se fue a sentar en la cama junto a su gato Blanco y Oskar. Suspiró y se alentó a leer la carta; ya habían pasado dos años, tenía que hacerlo, la curiosidad lo mataba. Tomó aire y comenzó a leer con un poco de dificultad.
“Andy, Ands, Andrew, Emo de mi corazón; Si estás leyendo esto, es probable que realmente lograste capturar mi atención y a su vez conquistar a este chico loco y depresivo. La primera vez que te vi en esa calle a punto de cruzarla, sentí un flechazo ante tu apariencia. Esas piernas tan delgadas y perfectas, tus brazos flaquitos y pálidos, tu pelo negro y brillante y en especial, tus ojos; esos ojos azules que siempre que miraban los míos, sentía que leías mi alma. Sentía que con una sola mirada sabías todos mis problemas, todos mis traumas del pasado. Que podías escuchar todas las voces en mi cabeza, las que me pedían que acabara con mi vida una y otra vez. Siempre pensé que me rechazarías, aún no sé si lo has hecho porque esto lo estoy escribiendo después de que nos besamos en aquel baño ¿Lo recuerdas? Espero que lo hagas porque eso sería muy importante para mi, es decir, ser parte de tu memoria, de la memoria de mí Drácula. Y aunque es probable que nunca leas esta cosa con letra horrible (Déjame disculparme por esta letra asquerosa) sólo quería que supieras todo lo que pasa por mi cabeza, porque no me siento capaz de decírtelo. Porque mi voz se entrecortaría o tus ojos comenzarían a cristalizarse ya que eres un pequeño muy sensible y delicado o por diferentes razones que harían que me detenga.
Todos los días despertaba sudado y asustado por las pesadillas que tenía, que por si no lo sabías, trataban la mayoría de ti. En algunas simplemente morías frente a mis ojos, en otras me dejabas etc. Eso te lo diré otro día. Lo único que hizo que se detuvieran esas pesadillas, fuiste tú. Tu sonrisa perfecta, tus ojos distantes, pero que se sentían tan cercanos, todo tu ser me salvó. Las voces siguen repitiéndome que me vaya, que me suicide de una vez, que termine con todo. A veces imagino cosas, cosas que aparecen en mis pesadillas pero que se sienten tan reales, muy reales. Siento si en algún momento actué extraño, ya que seguro pasó o pasará alguna vez. ¿Recuerdas cuando despertaste en mi casa? Creí que había sido un sueño, que en realidad no estabas allí conmigo, que los monstruos de la noche te habían llevado, pero no. Simplemente no sé por qué estoy escribiendo esto, me siento tan ridículo y cursi. Lo siento Ands por si estás leyendo esto, probablemente te dio diabetes o algo por el estilo y por mi culpa morirás. Esperemos que no sea así porque yo sin ti no vivo. Espero que me ames para siempre, porque yo lo hago y lo haré. Te amo demasiado, mi alma es tuya, mis sueños son tuyos y todas mis sonrisas también.Tu Oliv.”
Andy simplemente se encontraba llorando. Pensaba en Oliver todas las noches, no se acostumbraba a no dormir con él, a no tener sus besos o sus caricias. O a consolarlo cuando despertaba de una pesadilla.
Dos años habían pasado y el seguía roto por dentro, seguía enojado con Oliver por su partida, pero esta carta lo cambió todo. Cambió la percepción de Andy ante toda la situación. Oliver se estaba disculpando por sus actos, no directamente, pero lo hizo. Lo hizo en esa carta.
Las lágrimas salían sin parar de los ojos azules de Andy, cómo pudo estar enojado con una persona tan dulce como lo es Oliver, su Oliv. Miró el reloj. Ya se le había hecho tarde, por lo que se quedó sentado en la cama y volvió a releer la carta una y otra y otra vez, por el resto de la mañana.En la tarde, contactó con los padres de Oliver para averiguar en qué cementerio yacía el cuerpo de su niño. Andy se vistió con una remera de Oliver, que era su favorita y que cuidaba como si fuera su propia vida encapsulada entre los hilos de la tela de dicha prenda. Se colocó su chaqueta negra y se adentró en sus jeans. Se puso sus botas y compró un ramo de margaritas en el camino, las favoritas de Oliver. No le quedaba demasiado cerca, pero caminó igual, prefería pensar en Oliver y en esa carta, había sido tan tonto. ¿Por qué no la había leído hace años atrás? Andy se insultó mentalmente una y otra vez por su estupidez.
El cementerio estaba en frente, la tumba de Oliver estaba cerca a esa entrada, según lo que le había dicho Susanne, la madre del difunto castaño. Cruzó la calle distraído, sin tomar en cuenta el hecho de que un auto venía a una velocidad alta.
Andy contaba las margaritas mientras se encontraba tirado en el suelo. 1, 2, 3… 15 margaritas, que quedaron teñidas de la sangre del ojiazul. Miró hacia el cielo, mientras respiraba con agitación ante el impacto. El auto frenó por unos segundos y pasó a un lado de Andy, sin siquiera salir a dar la cara por lo ocurrido. El ojiazul tosió y miró hacia el cementerio, luego miró una de las margaritas tintada de rojo y la tomó entre sus dedos. Era el mismo rojo de la rosa de Oli.
Arrastrándose, terminó de cruzar la calle. No se le habían quebrado las piernas, pero sus costillas ardían al igual que sus manos y el resto de todo su cuerpo. Sosteniéndose con las lápidas de los muertos, buscó la tumba de Oliver sin importarle el dolor punzante en diversas áreas de su cuerpo.
Cada vez su visión se volvía más y más tenue, pero él quería llegar, tenía que hacerlo. Y esta vez, el tiempo no haría de las suyas.
Se encontró frente a la tumba de su Oliv. Dificultosamente leyó:
“Oliver Scott Sykes. (1996-2016)”
Bajó un poco la mirada, sólo un poco ya que se encontraba arrodillado.
“Los ángeles arden en el infierno.”
Andy observó con una sonrisa la cerámica de la lápida y cayó rendido sobre esta finalmente.
Dejó con lentitud la margarita roja sobre la tumba de Oliver y con su último aliento, susurró las siguientes palabras:
“Te perdono, Oli. También perdono al tiempo por haberte llevado, porque él se encargará de llevarme contigo.”
Podía visualizar el reloj de su casa deteniéndose, justo como el día que conoció a Oliver. Y cerró los ojos. Su tiempo se había acabado.
Fin.
Dedicado al club del suicidio y a Jev Russek, que sin el dolor de su partida, esta triste historia no podría haber nacido en mi retorcida imaginación.
—Jèan.
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The distant blue. // sysack //
Short Story// s y s a c k // ❝Estoy almorzando, pero ahora estoy cenando. Ya es octubre, ya es enero, ya estoy acá, ya estoy allá, el tiempo.❞ Una historia en donde es muy probable que termines confundidx.