El día del suicidio de Oliver, Andy se encontraba paralizado ante todo y todos. Incluso cuando llamó a la policía para reportar lo sucedido, las palabras no salieron. Sólo se había escuchado la respiración entrecortada de Andy y sus sollozos. Obviamente el oficial que le contestó el teléfono logró calmar al ojiazul y Andy contó lo sucedido intentando no quebrarse.
La policía estaba en la casa de Oliver. Algunos de los vecinos estaban afuera de sus casas, en la calle observando la escena. Andy tuvo una entrevista con un policía, donde le interrogaron y luego le pidieron con todo el respeto del mundo que se retirara, dándole una manta ya que se encontraba mojado y con varias lágrimas en las mejillas.
Se quedó afuera del área que las cintas amarillas rodeaban y esperó hasta que vio una bolsa negra, que contenía el cuerpo sin vida de su nene.
Llamó a su padre, quien conocía la situación de Oliver y Andy y para él estaba bien siempre que su hijo fuese feliz.
Él había contestado y fue la primera vez en su vida en la cual estuvo con su hijo, verdaderamente lo estuvo.
La noche siguiente al acontecimiento, el padre de Andy se encontraba en casa, se había tomado la molestia de pedir una breve licencia en su trabajo. Había comprado helado para su hijo, pero Andy no probaba bocado. No hablaba, no sonreía y tampoco parecía pestañar, sólo estaba ahí, quieto como una estatua. El timbre de la casa del pelinegro había sonado, por lo que su padre se había parado a atender. Quizás eran los policías buscando más información, aunque era más que obvio que había sido un suicidio. Abrió la puerta y se encontró con dos chicos vestidos de negro; Ashley y Jeremy.
“Venimos a apoyar a Andy, señor Alan.” Dijo el más pálido de los dos muchachos, Jeremy. Alan asintió abriendo más la puerta, indicando que entraran. Ambos, sin decir una palabra, se dirigieron hasta la habitación de Andy. Abrieron la puerta y el ojiazul los miró fijamente.
Sus ojos no reflejaban emoción, no brillaban, hasta parecían grises. Los dos muchachos se acercaron a Andy y sólo lo abrazaron, sabían que las palabras sobraban en esa situación. Andy correspondió su abrazo, negando con la cabeza. Cabeza que estaba siendo torturada por dentro por los pensamientos del pálido. Se culpaba por no haber llegado a tiempo, por no haber podido calmar a Oliver a pesar de que lo que haya ocurrido no estaba en sus manos. También por no haber podido callar las voces en la cabeza de Oli. Se lamentó por haber dejado que los policías se llevaran su cuerpo, se lamentó por haber dejado que el agua absorbiera su alma, dejando un cuerpo sin vida allí, flotando. Estuvieron varios minutos abrazados, ni Jeremy ni Ashley conocían demasiado a Oli, pero sentían la pérdida a través de Andrew.
Los tres amigos se separaron y se miraron. Andy se acostó y miró al techo, aún sintiendo las líneas de los tatuajes de Oliver, su piel congelada, su cabello suave. Oskar se encontraba con el ojiazul, acostado a su lado, sintiendo la pérdida de su amo. Lo había traído con él, era lo único que le quedaba del ojiverde. Blanco se encontraba a su lado, mirándolo fijamente. Jeremy y Ashley no dejaron a Biersack por toda la noche, y su padre estaba atento al llamado de su hijo por si tenía pesadillas.
Los segundos pasaban, las horas se consumían lentamente y los días pasaban volando, Andy apenas dormía. Estaba mucho más pálido que antes y sus ojos estaban negros, no precisamente por el maquillaje. Su padre le había convencido de que no había sido su culpa, pero había cosechado un odio hacia Oliver por parte de Andy.
Lo odiaba por haberlo dejado, por haber terminado su relación de la peor manera posible. Lo odiaba por no haber ido al médico a causa de las voces de su cabeza. Lo odiaba por el simple hecho de haberse ido. Había asistido a su funeral anteriormente, vagamente los recuerdos de ese momento pasaban por la cabeza de Andy.
Ese día se había encontrado con los padres de Oliver, a sus amigos —Que eran varios, aunque sólo conocía a los cuatro chicos, ambos Matts, Jordan y Lee.— También se encontró con el ataúd de madera suave, pulida y adentro, él. Margaritas yacían sobre la puerta del ataúd, sus favoritas.
Se destacaba su palidez, sus labios resecos y violáceos, sus pestañas largas y la expresión de paz. Sus manos se encontraban entrelazadas. Sentía las lágrimas, pero me contuve, me contuve porque sabía que mis lágrimas no iban a revivirlo, mucho menos las iba a sentir. Mientras nadie miraba, me tomé la libertad de tomar su mano y acariciar sus tatuados nudillos, sus uñas, el dorso de su mano y de recorrer las líneas de la palma de su mano. Entrelacé mi mano con la suya, ambas estaban igual de pálidas. ¿Estaría yo muerto? ¿Esto sería una horrible pesadilla?
Andy volvió a la realidad y observó el techo. Se levantó de su cama y Oskar hizo lo mismo, siguiéndole. Buscó una caja, la misma caja que Oliver le había regalado unas horas antes de su muerte. Lo había notado algo extraño, tendría que haber preguntado, tendría que haberlo hecho.
Tenía varias fotos suyas, pero algo le llamó la atención. Un sobre desgastado, manchado con tinta y con el nombre “Andrew” escrito con una mala caligrafía, que obviamente era de Oliver. No lo abrió, simplemente lo dejó todo en su lugar y fue al colegio, después de todo ya era hora.
Andy despertó mirando su biblioteca. Varios libros de la universidad se encontraban allí, desde libros de matemáticas hasta de historia, también algunos libros de poemas. Pero había algo que resaltaba más que nada; la pequeña caja de madera que tenía una ligera capa de polvo. Andy se peinó su cabello rubio y recordó aquel sobre que había recibido hace dos años, sintiendo un nudo en su estómago.
¿Debería…? Andrew se paró y agarró la caja, sin importar que debía de ir a la universidad. La abrió y tomó aire, observando sus fotos con Oliver. Se notaba el amor que le tenía el ojiverde a Andy, ¿Por qué lo dejó?
Agarró el sobre rugoso y con algo de polvo, mirándolo por varios segundos mientras la interrogante seguía en su cabeza. ¿Debería…?
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The distant blue. // sysack //
Short Story// s y s a c k // ❝Estoy almorzando, pero ahora estoy cenando. Ya es octubre, ya es enero, ya estoy acá, ya estoy allá, el tiempo.❞ Una historia en donde es muy probable que termines confundidx.