Arrepentido

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Con uno de los cuchillos más afilados que encontró en la cocina, se encaminó hacia la habitación de Dipper, abrió la puerta con sumo cuidado para evitar hacer ruido. Se desplazó casi en silencio, como si caminara de puntillas, acercándose al chico profundamente dormido. Observó al niño por unos segundos, notando las manos que cubrían su rostro y su cuerpo arropado por las mantas blancas. Sintió su corazón latir aceleradamente y apretó con fuerza el cuchillo. La rabia hacia el castaño hacía que su sangre ardiera, pero a medida que se acercaba, una mezcla de emociones humanas comenzaba a ablandar su corazón, haciéndolo dudar en su decisión. Al notar esto, Bill supo que si no actuaba pronto, esas crecientes emociones lo detendrían. Luego de un breve enfrentamiento consigo mismo, observó cómo el chico se movió en la cama, una mano cayó sobre su pecho y la otra cerca del borde. Después de un profundo suspiro, levantó el cuchillo sobre su cabeza cuando...

-No se vayan, por favor -empezó a murmurar el castaño entre sueños-. No me dejen.

El sudor apareció en la sien de Bill, temiendo que su posición fuera descubierta. Sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que el chico solo divagaba en su sueño. En ese momento, el niño comenzó a susurrar el nombre de su hermana de manera solitaria y conmovedora, como si implorara que no lo dejaran solo. Una de las manos de Dipper se alzó hacia el techo, como si intentara alcanzar algo que se alejaba, mientras su cuerpo temblaba ligeramente y sus súplicas a la nada continuaban. El rubio contempló la escena, reconociendo de inmediato el diagnóstico: soledad. Un sentimiento que él conocía desde hacía mucho tiempo.

Los rayos del sol empezaron a iluminar la habitación, marcando el fracaso del plan del demonio. Aunque deseaba apuñalar al chico y marcharse cuanto antes, sus manos temblaban demasiado y su corazón latía con fuerza por alguna razón desconocida. Optó por abandonar la habitación y planear otra forma de venganza, cuando su frágil cuerpo humano ya no fuera un impedimento.

Caminó hacia atrás, sin dejar de observar la cama por si acaso Dipper despertaba. En su intento por abrir la puerta, olvidó que había una mesa con un jarrón lleno de flores a un lado. Al moverse hacia un lado del umbral, chocó con la mesita y provocó que el objeto cayera al suelo, generando un estruendo. Tragó saliva, desesperado por su mala suerte, mientras dejaba el cuchillo en la mesa y se agachaba a recoger los fragmentos del jarrón recién roto. Irónicamente, rezó para que Dipper no despertara, pero aparentemente el cielo no respondía a los favores de los demonios...

¿Q-quien está allí? -murmuró el chico medio adormilado, frotándose los ojos desde la comodidad de su cama.

El rubio entró en pánico y trató de esconderse mientras continuaba recogiendo los fragmentos del jarrón que yacían en el suelo. En su apuro, uno de los fragmentos cortó la palma de su mano derecha. Dipper lo miró desde la cama, y al levantar un poco la mirada, el rubio notó que había sido descubierto. Trató de idear una mentira rápidamente, pero su mente estaba en blanco.

-¿Estás bien? -preguntó el castaño, levantándose de la cama con preocupación.

-S-sí, solo... -una punzada de dolor interrumpió sus palabras.

La sangre comenzó a fluir de la herida, tiñendo el suelo de rojo. Bill apretó los dientes, frunciendo el ceño antes de respirar profundamente e intentar continuar recogiendo fragmentos. Sin embargo, no pudo hacer mucho antes de ser detenido.

-¡Deja eso! -exclamó Dipper, sujetando su mano-. Estás herido, así que no te preocupes por eso. Voy a limpiar y vendar la herida.

Ambos salieron de la habitación y se dirigieron a la cocina. Dipper buscó su botiquín de primeros auxilios y lo llevó de regreso al chico, que estaba esperando con la mano ensangrentada. Con cuidado, comenzó a limpiar la herida.

NO ME DEBO ENAMORAR (Billdip)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora