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Navidad había llegado y yo no podía estar más feliz. Las luces navideñas por todos lados, los pinos artificiales y los que no lo eran, las esferas de múltiples colores y todos los adornos en las casas. Definitivamente no había nada más perfecto que eso.

Hacía casi una semana que Dani y yo habíamos vuelto de Italia y desde entonces no la veía pues estaba recuperando tiempo con su familia y yo hacía lo mismo con la mía. Estuve de tienda en tienda consiguiendo obsequios para mi familia y logré encontrar algo para cada quién. Mamá, papá, mi hermano Andrés y mi abuela. Sí, mi abuela vive con nosotros. Desde que mi abuelo falleció ella se enfermó y ya que vivía algo lejos se nos dificultaba ir de lado a lado de la ciudad para cuidarla, por eso decidimos que lo mejor era traerla a vivir con nosotros y había mejorado bastante desde entonces.

―Ale, ¿podrías traerme unas ollas que están allá arriba? ―preguntó mi mamá quien sacaba y metía cosas de la alacena.

―Si caigo por las escaleras en el intento de ser buena hija, recuérdame con amor ―dramaticé.

―Sigo dudando que tengas veintiún años.

―Y yo sigo dudando de que seas mi mamá pero qué puedo decirte ―me encogí de hombros y salí corriendo antes de que me lanzara el primer trapo que viera.

Las ollas que mi mamá quería estaban hasta arriba del anaquel de aluminio. Busqué algo en qué subirme y lo único que encontré fue una cubeta que antes había sido un recipiente de pintura.

Me subí sobre la cubeta y ni así alcancé las ollas así que me estiré un poco más pero eso no estaba funcionando. Con la mirada localicé un palo de madera y me bajé de la cubeta para agarrarlo y usarlo para jalar las ollas pero yo nací un poco torpe y al momento de alzar el palo para lograr alcanzar las ollas, se me resbaló y me golpeó en el pómulo.

―¡Alejandra! ¡¿Qué pasó?! ―preguntó después de que el palo cayera al piso de manera brusca.

No le contesté, estaba más concentrada en lo mucho que me dolía el pómulo.

―¡Alejan...! ¿Qué te pasó?

―Me pegué ―respondí con la voz entrecortada y sentí las lágrimas resbalar por mi mejillas.

―¿Con qué? ―señalé el palo de madera que yacía en el piso―. Déjame ver ―ordenó y quité las manos de mi cara―. Tienes muy rojo y se te está inflamando bastante. Busca la pomada de árnica y póntela mientras yo levanto esto.

Asentí y bajé las escaleras con mucho cuidado. Cuando llegué a la habitación de mi mamá busqué el botiquín y saqué la pomada para untármela sobre el golpe. Me miré frente al espejo y en efecto, tenía toda mi mejilla inflamada y roja.

―Sabes qué ―me giré para ver a mi mamá quien acababa de entrar a la habitación―, mejor ve a conseguir estas cosas para el ponche y para la ensalada de frutas. Llévate el carro y no te tardes mucho.

―¿Tú quieres que salga a la calle con esto en la cara? ―señalé en golpe y ella asintió.

―Ponte un gorro o un sombrero.

Bufé y arrastré mis pies hasta mi habitación para ponerme un sombrero.

Salí de la casa y me subí al auto. Conduje hasta el centro comercial en donde había un Walmart y entré a comprar lo que me había pedido. Encontré casi todo menos la caña para el ponche.

Después de llevar las cosas al carro me regresé a la plaza y me metí a una cafetería que solía visitar en estas épocas y en todas las demás también. Pedí un chocolate caliente y mientras me lo entregaban, me senté en uno de los gabinetes a ver a la gente pasar.

This Love |Jos Canela|Where stories live. Discover now