Epílogo

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Después de la perfecta boda de Jos y de la terrible borrachera que me había puesto ese día, decidí que era momento de alejarme de todo. No quería saber nada acerca de la feliz pareja, ni de Freddy ni de mis amigos. Quería empezar de nuevo en otro lugar y mi mejor opción era Playa del Carmen en donde vivía una tía de mi mamá con la que nos llevábamos muy bien, incluso quería a mi mamá como si fuese otra hija.

Llevaba casi dos años trabajando en una primaria, la verdad es que trabajar con niños no era sencillo pero amaba lo que hacía.

Durante casi un año estuve viviendo con mi tía hasta que por fin pude comprar un pequeño departamento con ayuda de mis papás; no estaba muy amueblado que digamos pero tenía lo que necesitaba. Nada de lujos.

No había visto a mi familia desde que me había mudado y los extrañaba mucho pero tampoco había hecho ningún esfuerzo por ir a la Ciudad de México y eso me hacía sentir mal.

Hice varios amigos mientras vivía con mi tía y salíamos frecuentemente. La última vez habíamos ido a Xel-Ha, un parque acuático y reserva natural, la pasábamos muy bien todos juntos. Se habían vuelto una parte muy importante en mi vida porque eran parte de ese "quiero empezar desde cero".

―Yo digo que ahora vayamos a Xcaret ―intervino Mariana―. Ya pasaron casi seis meses desde que fuimos a Xel-Ha. Nos merecemos otro viajecito así.

―A mí me gusta la idea ―dijo Patricio, prometido de Mariana.

―Pues entonces vamos ―sonreí―. Pero vamos en las vacaciones de invierno, ahorita hemos tenido mucho trabajo en la escuela y se acerca la semana de exámenes finales.

Todos estuvimos de acuerdo y un mes después nos encontrábamos comprando entradas, trajes de baño y otras cosas que pudiésemos necesitar.

―He escuchado que el espectáculo de la noche es precioso ―comentó Mary, una de mis compañeras de trabajo.

―También he escuchado eso. Estoy muy emocionada ―di pequeños brincos y después avancé en la fila.

Al momento de hacer el registro la chica nos colocó unos brazaletes y nos entregó un mapa del lugar.

―Este lugar es enorme ―comenté mientras abría el mapa.

―¡Vamos! ―me jaló Mariana quien estaba siendo casi arrastrada por Patricio.

Seguí a mis amigos hasta el lugar en donde estaban los lockers y nos deshicimos de todo lo que no necesitábamos. Decidimos que nadaríamos casi al final, justo antes de ir a comer.

La verdad es que estábamos pasando un rato muy agradable. Mary no dejaba de tomar fotos, había perdido la cuenta del número de selfies que nos habíamos tomado juntas; Mariana y Patricio se detenían en casi cada atracción y Mario, uno de mis compañeros de trabajo, estuvo todo el tiempo con Mary y conmigo.

―Vamos a nadar ―dijo Mario señalando el río.

A estas alturas yo ya estaba más que agotada, no podría ni patear una pequeña piedra. Habíamos caminado por casi cinco horas seguidas.

―Yo paso. Los espero en el otro lado o podemos vernos aquí mismo.

―¿Y qué harás?

―Oh, hay una atracción a la que tengo ganas de ir, no se preocupen.

Los chicos no estuvieron completamente de acuerdo pero al final accedieron. En cuanto se lanzaron al agua yo me encaminé hacía la atracción del río lento. Esta atracción consistía en un corto viaje en una pequeña canoa.

Para llegar al lugar de donde salían las canoas tuve que caminar por lo menos dos kilómetros entre la selva. De camino me detuve en un cultivo de orquídeas y tomé un par de fotos. Cuando llegué al lugar me pidieron que esperara a que se juntaran las quince personas que podían subir a la canoa.

―¿Ale?

La temperatura en mi cuerpo disminuyó de una manera drástica, mi corazón latía tan rápido y mis manos temblaban.

Levanté la mirada para encontrarme con Jos frente a mí.


+ + +


―¿Recuerdas cuando te encontré con ese vestido de novia?

―¡No me lo recuerdes! ―tapé mi cara con ambas manos―. Fue tan vergonzoso. Odié a Renata por hacer que me lo midiera.

―Te veías preciosa ―me abrazó―. Renata se veía pequeña a tu lado.

―No me vas a decir que no te gustó su vestido, porque yo lo elegí ―me destapé la cara y lo miré seria.

―Debo admitir que estaba lindo ―sonrió―. Pero mira ―señaló la foto en el álbum―, éste es mi favorito.

Sentí el calor subir por mis mejillas y bajé la mirada a mi mano.

―¿Lo imaginaste? ―preguntó.

―Creí que esto estaba perdido.

Mi mirada pasó de una foto a otra. Tres años habían pasado desde que Jos y yo nos habíamos vuelto a encontrar y dos años desde que nos habíamos casado. A pesar de que el matrimonio no era miel sobre hojuelas, habíamos logrado salir de cada situación que se nos había presentado y aunque no estábamos viviendo felices por siempre, estábamos teniendo nuestro "felices por ahora". Yo esperaba que fuese un "felices para siempre", como en los cuentos de hadas.

Tuve que dejar que Jos se fuera para que la vida se encargara de ponernos nuevamente en el mismo lugar.

―¿En qué piensas?

―En que tú y yo estábamos destinados a estar juntos ―sonreí.

―Qué cursi ―hizo una mueca.

―Como si tú no fueras igual.

Jos se quedó callado durante un par de minutos. Jugaba con su anillo y veía las fotos.

―¿En qué piensas? ―dije en un horrible intento de imitar su voz.

―En lo feliz que estaba cuando te encontré en aquél lugar, lejos de la Ciudad de México. En el lugar en el que menos esperaba encontrarte. Ahí estabas tan linda como siempre pero con un semblante triste, melancólico ―hizo una pausa―. Me gustó ver como se te iluminó el rostro cuando me miraste. Si me pidieran hacer una lista de los momentos más felices de mi vida definitivamente ese lo pondría al inicio ―sonreí―. ¿Ale, qué es eso que huele a quemado?

Jos y yo fruncimos el ceño y luego nos miramos atónitos: ―¡La comida!

This Love |Jos Canela|Where stories live. Discover now