Pasaron más de dos semanas,
no te podía olvidar ni aunque quisiera
no podía dormir, ya era media noche,
unos chasquidos tocaron a mi ventana
y ahí estabas,
con una rajadura en el labio y lágrimas en tus mejillas
un atisbo de tristeza y otro de necesidad;
no lo dude ni un segundo y nuestros labios se juntaron
en una danza de extrema intensidad.