Y entonces no lo soporté más,
rompiendo en llanto a las tres de la mañana
la lluvia nuevamente corría por la ventana,
acompañándome entre mi odio y dolor;
nunca creí sentirme odiada por las personas que más amaba,
tus brazos rodearon mí espalda y me susurraste al oído:
"Yo sí te amo".