Cap 22

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Entré a mi casa casi con cautela. La verdad no estaba segura en lo absoluto qué esperar de mi madre tras nuestra fuerte discusión. Esperaba que no hiciera un gran problema de la forma en la que me marché la noche anterior.

Cerré la puerta principal tras de mí y me introduje en mi sala de estar, buscando a mi madre con la mirada. Cuando me di cuenta que no estaba, avancé por las escaleras a toda velocidad, molesta conmigo misma porque actuaba como una ladrona en mi propia casa, pero sin poder evitarlo. Entré en mi habitación y guardé varias mudas de ropa en una mochila. Tenía toda la intención de quedarme alrededor de una semana en casa de Summer. No quería encarar a mi madre en lo absoluto.

Una vez tuve mis cosas listas, salí de mi habitación y me dirigí de vuelta a las escaleras para marcharme. Con el ceño fruncido noté que la puerta de la habitación de mamá estaba abierta. Me acerqué con curiosidad y vi que la cama estaba hecha, como si nunca la hubiera utilizado. Fruncí el ceño y bajé las escaleras pensativa, escuchando un sollozo proveniente de la cocina.

Me quedé paralizada en mitad de las escaleras, maldiciendo interiormente. No tenía ninguna gana de volver a enfrentarme a mi madre, pero tampoco tenía corazón para hacer oídos sordos si ella estaba llorando.

Suspiré con resignación y terminé de bajar las escaleras, acercándome a la puerta de la cocina y asomándome sigilosamente. Mi madre estaba sentada mirando a la puerta, sosteniendo entre sus manos un papel, el cual miraba con intensidad.

-Extraño mucho a tu padre, ¿sabes?- comenta mi madre entonces, sorprendiéndome. Ella levantó la mirada, sus ojos enrojecido e hinchados por haber estado llorando. Sus alas estaban ligeramente apagadas a su espalda y caídas, como si no tuviera fuerzas para mantenerlas erguidas. Yo me mordí el labio inferior y me adentré algo cautelosa en la cocina.

-Yo también le extraño, a pesar que no lo recuerde demasiado- le digo a mi madre presionando mi mano en su hombro y sentándome a la mesa en la silla a su lado. Dejé que mi sortilegio cayera y mis alas se agitaran ligeramente.

-Yo antes era como tú hija- dice mi madre entonces. Yo ladeé la cabeza desconcertada, sin saber realmente de qué estaba hablando.- Me imagino que casi todas las hadas eran como tú en un principio. Pero esta guerra nos ha llevado a odiar a toda una raza sin razón. Y es un odio tan intenso que consume toda la felicidad que uno pudiera tener. Y eso sólo genera más odio.

-No es excusa- digo seriamente.- Era un niño mamá. Sólo un niño pequeño. No tenías derecho a torturarle. No tenías derecho a ser cruel fortuitamente con alguien que jamás te ha hecho daño.

-Hija, odio a los elfos, con cada fibra de mi ser- me dice mi madre, sus ojos brillando con intensidad dándole más peso a sus palabras. Yo la miré con tristeza y ella frunció el ceño.

-Es una lástima- le digo con un suspiro de resignación.

-¿Qué es una lástima? Por qué te compadeces de una raza maldita- me espeta mi madre comenzando a irritarse. Yo rodé los ojos.

-Es una lástima que vayas a ser miserable por toda tu vida, odiando a personas que nunca te hicieron daño- le digo con un encogimiento de hombros.

Mi madre me miró enfurecida y me entregó el papel que tenía en las manos. Yo lo cogí, levantando una ceja con interrogación. No era un simple papel, era una foto. En ella se veía a mi padre con el cabello brillando azul, al igual que sus alas y sus ojos. En sus manos tenía un arco de luz y él sonreía mientras apuntaba a un blanco al otro lado del campo mientras yo, siendo apenas una pequeña de tres años, aplaudía con felicidad.

-Mi padre era genial- digo con la voz sollozante. Por primera vez lo estaba viendo como él realmente era. Quizá cuando era pequeña podría haberlo visto, pero yo no tenía recuerdos de esa parte de mi vida.

Maldición del Bosque (Maldiciones de Bosque Azul 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora