Las personas suelen decir que la calma siempre precede a la tormenta. Y cuanta razón tienen.
Me confíe demasiado, disfrutando de la tranquilidad que venía acompañando mi día a día y no preví que una tormenta me azotaría, me debilitaría, me dejaría expuesta y haría tambalear mi completa existencia.
La semana comenzó tranquila, mis días se mantenían en una rutina pacifica; trabajar, ensayar, bailar y bailar y luego a casa.
Llegaba a la hora justa a los ensayos y era de las últimas en irme, haciendo tiempo en los vestuarios tomando un baño, para evitar cualquier contacto con Santino. A veces, las chicas del grupo de baile junto al príncipe Sigfrido, así lo llamaba porque no recordaba su nombre, me invitaban a quedarme con ellos en la plazoleta que estaba a unas cuadras. Allí se dedicaban a pasar el rato, comer algo, algunos fumar, habito que no compartía y en cierta forma aborrecía, y tomaban mate. Aunque jamás lo había hecho me anime a probar esta bebida y termino gustándome. Además de convertirse en algo que fortalecía nuestro vínculo. Claro que no éramos amigos ni nada semejante, pero me caían bien, eran graciosos y amables, no me juzgaban ni les molestaba mi taciturnidad o mis silencios, sino que los respetaban. En otras palabras, no me invadían.
Y eso justamente era lo que las intenciones de Santino me hacían temer. Sus palabras reflejaban que quería conocer todo de mi, cada espacio oculto, cada rincón donde guardaba mis más oscuros secretos y eso me aterraba.
Alguien que supiera todo de mi, que pudiera leer mis páginas a su antojo era algo peligroso y sobre todo tendría causas irreparables en mi, porque nadie, absolutamente nadie querría permanecer a mi lado si conociera la verdad.
No creía que existiera persona que pudiera pensar en porque soporté todo aquello, o que siquiera pudiera comprenderme y, aunque no es bueno generalizar, la gente siempre prefiere juzgar y sacar sus propias conclusiones, llevarse por las habladurías e inventar, que conocer realmente la causa de las cosas y ponerse en el lugar del otro por un instante.
Dos semanas transcurrieron con absoluta calma, antes de que los cambios comenzarán a producirse, tan sigilosamente que me pasaron inadvertidos.
Un sábado luego de los ensayos me dirigí a las duchas, como ya se había vuelto costumbre. Tal vez estaría distraída o la música que siempre ponía impedía que mis sentidos estuvieran alerta. Alguien entró y dejo un paquetito sobre mis pertenencias y jamás lo note hasta salir y toparme con eso allí.
Era algo pequeño, una cajita quizás, envuelta en color azul y moña blanca. Parecía elegido a conciencia, despertaba en mi una sensación que no podría definir, era como ver algo poderoso y puro en combinación.
Lo examine, temblorosa y con el corazón latiendo a mil, no traía ninguna tarjetita ni nota alguna que indicara de parte de quien procedía. Comencé a mirar para todos lados, temiendo que aún hubiese alguien en los vestuarios, pero el silencio y mi persona eran los únicos presentes.
Guarde todo en mi bolso y salí disparada a la calle para encaminarme a mi casa.
¿Quién podría querer hacerme un obsequio? No tenía amigos, familiares, ni ningún novio o pretendiente. Estaba el intento de amistad de Santino, pero me parecía algo exagerado pensar que pudiera hacer algo así y teniendo en cuenta el mutismo que se instaló entre ambos estas últimas semanas descartaba por completo que fuera él. Pensé que intentaría hablarme de nuevo o insistiría en su propuesta de compartir una merienda, pero no fue así, al contrario respeto por completo mi decisión. ¡Asombroso! Otra cosa que nunca me había pasado, porque mi opinión no solo no se respetaba sino que no se tenía en consideración alguna y por ella muchas veces recibí castigos atroces.
ESTÁS LEYENDO
Brillando en la oscuridad. #C12-16
RomantizmLa vida no a todos les toca fácil. Algunas personas son más sensibles, susceptibles y el destino, Dios o la vida misma, les pone duras pruebas para volverlas fuertes. Salir victoriosos sólo dependerá de con cuanta fuerza defiendan su vida, de cuant...