11.

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"Odio a las Puertas"




Mi mente estaba completamente sumida en la confusión de la situación. La proximidad de _______________, sentir su cuerpo tan cerca del mío, y la tensión eléctrica que flotaba en el aire entre nosotros, me estaba volviendo completamente incapaz de pensar con claridad. Pero, cuando escuché su voz instándome a levantarme, entendí que debía hacerlo.

—Justin... Levántate —susurró su nombre, y sus manos, delicadas y decididas, se posaron en mi pecho, empujándome suavemente. Aquel toque me envió una sensación embriagadora, pero luché por recuperar la concentración. Era evidente que ella deseaba que me apartara.

—Oh, no sabes cuánto me gusta mi nombre en tus labios —susurré cerca de su cuello, dejando un rastro de mis labios sobre su piel. Mi aliento cálido rozó su oído mientras continuaba bajando por su cuello con mis labios.

—Justin —su voz emergió más como un gemido que como una advertencia—. Levántate —insistió, pero mi deseo de besarla estaba aumentando a cada segundo. Mis labios se dirigieron hacia las comisuras de los suyos, que se mostraban entreabiertos y tentadores. Era casi imposible resistir la tentación de besarla.

Justo en ese instante, la puerta de su habitación se abrió de golpe, y yo me puse de pie de un salto. _______________ hizo lo mismo, y ambos quedamos atrapados en el acto por la sorpresa. En el umbral de la habitación, estaba la ama de llaves, Anny, quien entró y cerró la puerta tras de sí.

—Lo siento, debí tocar antes de entrar —se disculpó Anny, aunque la tensión en el aire era evidente.

—No, Anny, espera... ¿Qué necesitas? —preguntó _______________ mientras luchaba por recuperar la compostura. Anny parecía incómoda, pero siguió adelante con su mensaje.

—Solo venía a informarle acerca de la entrevista que tiene programada para hoy a las 10:00 —dijo con profesionalismo antes de retirarse, dejando la habitación sumida en un silencio incómodo.

—Bueno —finalmente _______________ rompió el hielo—, como puedes ver, mi vida es bastante ocupada, así que necesitas irte —me empujó hacia la puerta, revelando claramente su deseo de que me marchara.

—¿No olvidas nada? —le sonreí con picardía, deseando prolongar mi estadía. Debía llegar al tema del que quería hablar: nosotros.

—No —respondió con firmeza, pero mis intenciones estaban claras. Me acerqué a ella, y aunque trató de retroceder, la acorralé contra la pared.

—¿Qué sucede? —me miró con confusión—. A mis labios no les falta nada —afirmó cuando notó que mi mirada estaba fija en ellos. Retrocedió de nuevo hasta que quedó atrapada entre la pared y mi cuerpo. Parecía un tanto asustada, pero no intentó escapar de mis brazos que rodeaban su cintura. Tal vez estaba perdiendo la razón, pero ella era la culpable de ser tan irresistible.

—Esto —susurré y me incliné hacia sus labios. Era como si una fuerza magnética nos atrajera inexorablemente uno hacia el otro. Ambos anhelábamos ese beso, y el ambiente se cargó de electricidad mientras nuestros rostros quedaban a centímetros de distancia. Estábamos a punto de besarnos, y yo estaba a punto de dejar de contenerme.

Pero, una vez más, la puerta se abrió y nos interrumpieron. No podía creerlo, estaba empezando a odiar las puertas. Antes de que pudiera identificar a la persona que había entrado, salí abruptamente de la habitación, sintiendo que todo mi cuerpo ardía de frustración. ¿Por qué esta mujer tenía el poder de volverme completamente loco? Estaba decidido a averiguarlo, pero primero necesitaba un poco de distancia para recuperar la calma.


Mundo de la fama |MDLF| (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora