Memorias de medianoche

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Las estrellas adornaban la noche como si fuera su único propósito: brindar luz y armonía al oscuro cielo. Asomado a mi ventana, me quedé viéndolas. Ya habían pasado cuatro días desde que ví a mi Luna y las noches no eran lo mismo sin su luz. No era solo mi luna, sino también la estrella que llenaba de luz mi vida. Recordé su frase: "Cuando estamos juntos, se ilumina todo" y no podría haberlo dicho mejor. Cada medianoche la llamé por su puesto, pero el no poder estar con ella era un obstáculo de la rancia y cruda realidad.

Abrí la ventana y bajé, escapándome de la monotomía de mi habitación. Tomé la bicicleta que me había regalado mi madre hace tanto tiempo y pedalié hasta la salida. Me escabullí por una puerta de madera pequeña que estaba en la esquina derecha de mi inmenso jardín. Al recorrer la hermosa Buenos Aires, me percaté de lo fantástica que se veía a esa hora. Me sorprendí al ver que mucha gente seguía en los bares, y en algunos de ellos, había personas bailando tango, género que recorría la ciudad con su ritmo y emoción.

Apenas llegué a su casa, el guardia me reconoció y me dejó pasar. El cesped se encontraba mojado por el rocío. Agarré piedritas pequeñas (lo último que quería hacer era romper la ventana de su balcón) y me dispuse a lanzarlas. Se abrieron las puertas y me aceleré. No podía verla aún, pero escuché palabras.

- Hay Matteo, ¿qué haces aquí? Sé que eres tú. - se asomó al balcón y por fin pude verla.

- Quiero estar un rato contigo. Te extraño mucho.

- Espera, ya bajo. - procedió a bajar por la escalera blanca al costado del balcón que conectaba a este con la tierra firme. Me acosté en el cesped y la observé. Se colocó al lado mío acurrucándose. Su cabeza en mi pecho y su brazo rodeándome me hicieron desear estar así de cerca el resto de mis días. Hubo un silencio mientras veíamos el firmamento hasta que fué interrumpido por su voz.

- No puedo parar de pensar en tí. Es irónico, una burla del universo, porque justo cuando más quiero estar contigo es el momento en el que no puedo estarlo. - dijo suspirando.

- Estoy contando los días hasta que Paulina se vaya.

- Yo igual. - besó mi pecho. Esta vez puso su cabeza en el cesped y continuó - me doy cuenta de tu mirada en el Blake.

- Es lógico que lo hagas, porque no paro de verte de reojo. No soy disimulado para nada, Gastón me codea cada 3 segundos para recordarme no babear. - su risa me calmó.

- Mira - señaló hacia una estrella que irradiaba el resplandor más notorio.

- está ubicada además en una posición estrategica para que la encuentres, arriba de las tres marías.

- si, es hermosa.

Continuabamos viendolas, su sola presencia era suficiente para mí. Oímos la voz de Mónica en el cuarto de Luna.

- ¿Luna? - al oir su voz, nos levantamos. Ya sabíamos que este encuentro llegaba a su fín.

- Cuidate mucho. - dijo acomodando mi camisa.

- Tú también. - alzó la vista para verme y apoyé mi mano en su mejilla. Sus ojos dulces tenían un brillo particular y único. Me quedé sin palabras ante ello. Agarrando de mi camisa me impulsó para que la besara. Fué rápido pero eterno a la vez.

- Considéralo un adelanto para cuando Paulina se valla. - asentí embobado y sonrió. Soltó mi camisa. Yo me fuí mientras ella subió nuevamente a su habitación, seguro con el pretexto de que había salido a tomar aire, ya se las ingeniaría para excusarse.

En cuanto a mí, nadie pareció percatarse de mi ausencia. Gracias al cielo. Lo último que quería es alguien preguntándome donde estuve, que hice y con quien estaba. Más si esa persona era Paulina.

No habrá distancia que Cambie lo que siento por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora