Capítulo 26

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Caminábamos a paso ligero por el bosque junto con aquellos que habían aceptado nuestra alianza: Agnes, Aiden, Selene, Rashid, Aarón, Erin y Edric. El resto habían decidido volver con el Fundador, no querían negociar con los humanos. Alan no había venido aquella noche, al parecer vivía recluido en una celda por no querer acatar las órdenes del Fundador. Quise ir a rescatarlo pero Adonai me hizo entrar en razón y me dijo que si lográbamos que la Cura funcionase, todos serían libres mientras que ir a buscarlo conllevaría un riesgo demasiado grande.

— Hola.

La voz de Aiden a mi lado me sobresaltó.

— Hola, Aiden.

— Es una noche bonita, ¿verdad?

Miré al cielo, completamente despejado, aunque aún con esa especie de niebla fina permanente, podían verse millones de estrellas salpicadas por el inmenso cuadro nocturno.

— Sí.

Continuamos caminando uno junto a otro bajo un incómodo silencio.

— Mmm...

— ¿Qué ocurre?

Parecía querer decirme algo, pero estaba indeciso.

— No sé... Es que no quiero cagarla...

— No sé qué responder a eso.

— Mmm... ¿Tú sabes lo del Fundador y Agnes?

Su pregunta me golpeó de lleno en el pecho.

— Sss... sí —conseguí decir.

Noté que sus ojos se humedecían, un rasgo de humanidad que contrastaba con su aspecto.

— Yo me he enterado hace unas horas. Ella no lo sabe.

Dejé que hablara él, que escupiera aquella bola que le oprimía la garganta y le hacía difícil respirar.

— Diana, necesito pedirte algo. Si se presenta la oportunidad, quiero que me dejéis matar a mí al Fundador.

Lo miré sorprendida por su petición, a pesar de que la comprendía perfectamente.

— Está bien.

Caminar junto a él se me hacía extraño, era como caminar junto a un fantasma del pasado, alguien que, en teoría, no debería estar ahí.

— Lo creas o no, me alegré de verte en la aldea.

Aquello me sacó una medio sonrisa.

— Me dijeron que habías muerto aquel día cuando el puente se derrumbó.

— Yo misma pensaba que había muerto.

Y era verdad, mientras caía al vacío pensé que aquel iba a ser mi final.

— Eres afortunada, Adonai es un tío genial, durante todo este tiempo he podido comprobarlo. Tantos años llevándonos mal... para acabar unidos por una muerte que resulta ser falsa. La vida cada vez tiene menos sentido.

— Dímelo a mí —reí con sorna.

— Oíd, ¿por qué no hacemos un descanso? —propuso Agnes.

— Si queremos llegar de noche, no podemos pararnos —respondí.

— No sé vosotros, pero yo estoy agotado —añadió Edric. —Yo veo lo del descanso. Podemos descansar hasta que oscurezca de nuevo.

— ¿Perder un día entero?

— Para lo que sea que vayamos a hacer, necesitaremos estar descansados. Además, si me concentro mucho, quizá pueda crear una tormenta, eso nos servirá como distracción.

— ¿Desde cuándo controlas el tiempo? —intervino Erin.

— Soy el dios del agua, pequeña —sonrió él guiñándole un ojo.

— El dios de los idiotas —dándose la vuelta.

— Bien, pues en ese caso, descansemos —concluyó Adonai.

Nos acomodamos bajo el refugio de los enormes árboles. Desde hacía mucho tiempo me sentía más segura a su amparo que en cualquier otro lugar. Adonai se sentó junto a mí, aun sin mirarme. Me volví para verlo mejor. Su pelo castaño oscuro estaba despeinado y sucio, pero aún así se las apañaba para que le favoreciera. Sus ojos de aquel indescriptible color miraban hacia el infinito del interior del bosque mientras apretaba la mandíbula. Deslicé la mirada hacia su cuello, con la reciente herida de nuestra improvisada cirugía. En su espalda, sus alas brotaban de los dos orificios a medida que tenía su traje. Era algo inquietante y a la vez hermoso.

— ¿En qué piensas?

— Estoy intentando no leer tu memoria, aunque no sé si hacerlo. Si la leyera, entendería tu plan, pero también...

— No lo hagas —le corté incorporándome para quedar frente a él. —Necesito que me prometas una cosa —susurré.

— ¿El qué?

Apoyé mi frente en la suya. Sentir su aliento tan cerca del mío hacía que se me encogiera el estómago.

— Cuando consigamos "curar" a todos los mutantes y solo quedemos nosotros, hay una última cosa que necesito que hagas antes de "curarte". Necesito que me borres la memoria.

— ¿Qué? ¡No! —exclamó apartándose.

— ¡Adonai, escúchame! ¡No puedo vivir así, no podré ser feliz nunca! ¡No podré dormir ni una noche más porque las pesadillas me abordarán! Necesito paz... —mi voz se quebró. —Necesito olvidar...

— Y me olvidarás a mí...

— Será como empezar de nuevo, al fin y al cabo nos conocimos así, ¿no?

— ¿Cómo sabes que puedo borrarle la memoria a alguien? Nunca lo he hecho... Yo...

— Adonai, necesito que lo intentes, lo necesito para poder seguir viviendo.

— Dime que funcionará, que todo saldrá bien.

— Ni siquiera yo sé...

— Solo dilo.

— Todo saldrá bien —susurré en sus labios antes de que me besara. —Prométeme que lo harás.

— Lo prometo —susurró.

Nos tumbamos juntos, yo con la cabeza en su pecho, escuchando los latidos de su corazón. Bum, bum, bum, bum, bum... Parecía un reloj que llevara mi cuenta atrás. Qué ajeno parece el mundo en esos momentos, el tiempo se detiene y se te olvida respirar. Miré el cielo nocturno, pensando lo absurdo que era todo, hasta la propia existencia. Odiaba cuando pensaba de aquella manera tan abstracta pero a la vez me encantaba. Nosotros éramos como las estrellas, esparcidas en la oscuridad, unas más brillantes que otras, lucen durante un tiempo y luego se apagan. Yo me sentía apagar aquella noche.

— Te quiero —me susurró al oído.

— Y yo a ti.

Tic, tac, tic, tac, tic, tac...

No te duermas, Diana, no cierres los ojos...

O puede que no quieras volverlos a abrir.

Dime Quién Eres [2a parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora