Capítulo 21

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En cuanto amaneció retomamos la marcha. Caminaba insegura, asustada por lo que nos pudiera esperar mientras acariciaba el frasco de cristal que Jayden me había entregado. La tan misteriosa Cura. Lo había atado con una cuerda para poder llevarlo a modo de collar.

- Jayden.

- ¿Por qué me hablas en tu mente?

- ¿De verdad crees que esto va a funcionar?

- Hay que ser optimistas.

- En estas circunstancias es difícil.

- Lo sé.

- Todo es tan surrealista... Si mi madre consiguiera regresar al pasado a través de mí... ¿crees que habría dos Dianas? Osea, dos versiones de mi madre, la joven y la actual.

- Todo es posible, no podemos saberlo y no hay tiempo para comprobarlo.

- ¿Y si esto fuera contra las leyes del universo y solo pudiera haber una versión de mi madre en ese instante? ¿Y si una de ellas comenzara a desaparecer, o ambas?

- ¡Basta, Katherine! Sé que estás asustada y confundida pero debes controlarlo.

- No me asusta mi muerte, pero si la de las personas que quiero.

- Supongo que yo no entraré en esa lista...

En verdad no sabía lo que sentía hacia él, por un lado me hacía sentir mariposas en el estómago pero por otro lo odiaba, lo odiaba con todo mi corazón por lo que hizo.

- ¡Chicos, allí! -exclamó Aiden, cuyo aspecto era ya irreconocible.

Seguimos su mirada y vimos varias columnas de humo en el lugar en el que se encontraba mi aldea.

- ¡Vamos! -exclamé echando a correr.

Ahora sí que echaba en falta de verdad mis alas. Corrí todo lo rápido que pude, mis pies apenas tocaban el suelo. A medida que me acercaba podía oír gritos y golpes además del sonido del fuego devorando las viviendas. Un ladrido llamó mi atención. No, no podía ser...

- ¡Sombra!

El animal corría hacia mí ladrando alegre. Cuando nos encontramos me agaché para abrazarla, había crecido mucho. Ya no era diminuta pero seguía siendo pequeña. Me lamió toda la cara y le dije:

- Sombra, llévame hasta papá y mamá.

El animal echó a correr como si me hubiese entendido y yo la seguí, ignorando si mis compañeros estaban detrás de mí o no. Cuando llegué a la aldea el aire abandonó mis pulmones. Aquello era un verdadero infierno de llamas, sangre y llantos. Los nuestros luchaban contra el Fundador y sus aliados con todo lo que tenían. Vi a Cleo tendida en los brazos de Amaru, con el cuello emanando sangre a borbotones. La imagen casi me hace desfallecer. Volví la mirada y vi a Alan rebanando las tripas de un enemigo con gran habilidad para luego recibir un hachazo en la espalda de improvisto. Ahogué un grito pero no pude contener las lágrimas al ver cómo su verdugo arrancaba el hacha de su espalda. Corrí hacia el cuerpo de mi entrenador mientras su asesino se retorcía y se tapaba los oídos, seguramente a causa de Jayden. Di la vuelta al cuerpo de Alan, que ya empezaba a escupir sangre.

- ¡Alan! ¡No, por favor, no te vayas! ¡Mírame! -sollocé mientras mis lágrimas caían sobre su rostro.

- Mi guerrera... -sonrió él. -No llores...

Alzó la mano hacia mi rostro, como si fuera a acariciarme la mejilla, pero la vida abandonó su cuerpo antes de que pudiera llegar a hacerlo.

De pronto alguien me cogió del brazo para ponerme a cubierto y después abrazarme.

- Dios mío, Katherine, mi Katherine...

- Mamá -sollocé.

- Menos mal que estás bien... Gracias a...

- Están... Están muriendo... -balbuceé.

- Tenemos que...

Un machete entre nuestros rostros nos sorprendió. Volvimos la cabeza para encontrarnos con mi padre. O lo que quedara de él.

- ¡Adonai, no! -exclamó mi madre poniéndose delante de mí con el arco en alto.

Mi padre siguió acercándose, esta vez pistola en mano.

- ¡POR FAVOR, ADONAI!

Pude ver las lágrimas deslizando por su rostro.

Mi padre alzó la pistola y puso el dedo en el gatillo, apuntando a la cabeza de mi madre.

- ¡NO! -exclamé.

Una flecha atravesó la distancia que nos separaba y se clavó en su pecho, justo en el pulmón. Mi padre comenzó a hacer extraños sonidos al intentar respirar mientras se llevaba la mano a la flecha. Mi madre volvió a disparar y esta vez dio de lleno en el corazón, acabando con su sufrimiento.

- ¡PAPÁ!

- ¡VAMOS, CORRE! -dijo mi madre tirando de mí para escondernos en una de las pocas viviendas que aún no estaba en llamas.

Mientras corríamos mi madre iba eliminando a los enemigos que se nos cruzaban. Noté cómo algo se clavaba en mi espalda, dejándome sin aire. Caí de bruces al suelo, ante la sorprendida mirada de mi madre. Volvió la cabeza y disparó a quien fuera mi atacante. Cada vez me costaba más respirar, mis pulmones no querían coger aire. Un familiar sabor comenzó a inundar mi boca.

- ¡Katherine!

Jayden... Entre él y mi madre me llevaron a una vivienda más apartada del caos y me tumbaron de costado en la cama para analizar mi herida. Un terrible dolor recorrió mi cuerpo cuando partieron la flecha a mi espalda. Me dejaron así para que me fuera más fácil respirar, aunque sin mucho resultado. Escupí la sangre que se acumulaba en mi boca y señalé mi colgante.

- Mamá... la Cura...

- Diana, Katherine debe llevarte al pasado para que soluciones todo esto. Esta es la Cura que nos convertirá a todos en humanos normales, la Cura que nos salvará -explicó Jayden.

- ¿Qué? -preguntó aturdida mi madre.

- ¡No tengo tiempo de explicártelo, se nos acaba el tiempo! Solo debes saber que tienes que conseguir que esta Cura llegue a todos para acabar con todo esto...

- ¿Quién eres tú?

- ¡Soy Jayden, hijo de Agnes! ¡Por favor, escucha atentamente: debes hacer llegar la Cura a la ciudad!

Mis ojos se cerraban.

- Katherine, no... -susurró mi madre estrechándome la mano mientras lloraba.

- ¡Katherine! ¡No te vayas, por favor! ¡No puedes irte aún! ¡Por favor, Katherine! -los gritos de Jayden sonaban lejanos para mí. -Perdóname, lo siento mucho...

- Ya estás perdonado, idiota -pensé intentando formar una sonrisa.

- Te quiero, Katherine.

Esa sería la última vez que escucharía su hermosa voz en mi cabeza.

Dime Quién Eres [2a parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora