Adoptada.

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La leche estaba tibia y el pan algo duro, también tenía sobre el plato un par de galletas y se le había dejado a un lado un pequeño empaque con mantequilla para untar así como mermelada de fresa y mora. Los cubiertos estaban perfectamente limpios cada uno en su respectivo lugar, puesto que en el momento no los necesitaba. El caldo estuvo bueno, o eso quería pensar, era consciente de que las señoras de la cocina se esforzaban en hacerlo bien, mas llendo de aquí allá en ocasiones faltaba y en otras sobraba sal.

— Mikasa ¿Escuchaste los rumores? —  La pequeña de ojos grises levantó su mirada en cuanto su compañera de mesa realizó aquella curiosa pregunta.

— ¿De qué hablas, Sasha? — Respondió Mikasa a la pregunta con una nueva interrogante. La pequeña glotona tragó un pedazo de pan que tenía en la boca antes de continuar con su recién empezada charla.

— Entonces no sabes... — La niña tomó una servilleta de la mesa y se limpió los labios con cuidado, estaban acostumbradas a la delicadeza que las monjitas les enseñaban día a día con amor y paciencia. —  La semana pasada Minna Carolina dijo que vio un fantasma dentro del baño de la madre superiora. —

Mikasa, tan tranquila como de costumbre, partió un pedazo de galleta mientras escuchaba atentamente a su compañera y se abstuvo de agregar al trozo integral mantequilla o mermelada. — ¿Y qué hacía ahí? Nosotras tenemos más de tres baños.

— No quiso decirle a nadie, solamente mencionó al supuesto fantasma. — Para nada fue sorprendente que Sasha terminara de comer antes que nadie y estuviese buscando con la mirada a una de sus compañeritas que se encontrara indispuesta o demasiado llena para seguir comiendo y así robarles las sobras. Aún tenía hambre.

— Es algo difícil de creer, es como decir que algún día saldremos de aquí. —

Sasha se vio algo afectada por el comentario de la azabache, puesto que detuvo su búsqueda y no continuó comiendo el resto de pan que le faltaba. Miró fijamente a la pequeña que estaba frente a sus ojos con algo de nostalgia. — ¿Tú crees? —-

— Estoy segura de que jamás nadie querrá adaptarnos. — Sentenció con seriedad, no se trataba de una niña fría y sin sentimientos, en realidad era alguien muy tierna y llena de dulzura, pero respecto a algunos temas parecía un adulto atrapado en ese diminuto cuerpecito, cosa que preocupaba a las monjas del lugar.

De un momento a otro el comedor fue sepultado en el silencio gracias a la presencia respetable de la madre superiora, una mujer de edad avanzada, llena de paciencia y sabiduría, pero cuando estaba de mal genio inspiraba terror, así que hasta no confirmar nada, todas las presentes preferían guardar silencio.

— Sasha. — Pronunció la mujer con dulzura, cosa que confirmó la buena mañana que había vivido y provocó un sonoro suspiro por parte tanto de las niñas, como de las hermanas y el personal de ayuda.

— ¿Qué fue lo que hiciste ahora? — Cuestionó la azabache a su compañera, quien moría de nervios lentamente, pensando que seguramente habían encontrado pruebas de que semanas atrás robó de la cocina un paquete de galletas, un trozo de queso y una patata caliente.

— No estoy segura, desame suerte. — Y así, la glotona niña de la coleta se despidió de sus compañeras de forma tímida, para dirigirse a la oficina de la mujer que la buscaba en el comedor siendo casi las siete de la mañana. Y no pudo despedirse de nadie, ni siquiera de Mikasa, no la volvió a ver.

Pasaron los días y Mikasa dio por hecho lo que era obvio, a Sasha se la había comido el fantasma del baño de la madre superiora, algo bastante lógico considerando que tenía seis años nada más. Ese fue su pensamiento más profundo a la hora del desayuno casi dos semanas después de lo ocurrido, la niña sólo miraba con tristeza el asiento vacío que un día perteneció a la chica patata, como solían llamarla de cariño, aunque las hermanas decían que aquello era una falta grave de respeto.

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