Oscuridad.

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En una casa con tantos integrantes era complicado quedarse totalmente solo, mientras ambos padres trabajan, y sus hermanos deciden formular un partido de fútbol, la chica esperaba ansiosa a que su mejor amiga tocara el timbre. Los empleados tenían el día libre y la tarde se veía nublada, siendo casi las siete.

Dejar a la chica en soledad no era una buena idea, pero ya tenía doce, podía soportarlo, no le temía a la soledad, si la acompañaban Levi y la luz de la enorme casa, si es que eso podía definirse así. Sin embargo, uno de los dos la abandonó, y empezó la batalla interna de una menor que se supone ya no debía temer a los monstruos entre las sombras.







 - ¿A dónde vas? Estamos por empezar el juego. - Comentó agitado Marco al ver que su hermano mayor se desplazaba hacia con  seriedad a la salida. 

- Hoy no tengo ganas, pero ganen en mi nombre. - En realidad, Reiner, había estado hablando un par de minutos con el chico que solía sentarse en la banca, el rubio sabía que el joven tenía potencial y energía, sin embargo, nunca se le daba una oportunidad, y es que se le daría, si no fuera porque tenían miedo a fallar, de modo que decidió retirarse para que pudiese mostrar que podía hacer, además, tenía tareas acumuladas. 

- Bien, por favor saluda a Mikasa de nuestra parte. -Pidió Eren, quien pasaba cerca y escucho que el mayor se retiraba.

- Eren, escuchar conversaciones de otros es mal educado. - Le regañó Armin, quien le acompañaba, mas no prestó atención a la conversación de sus hermanos.

- Calla, Armin, tu solo patea la pelota y listo. - Armin tenía un lado masculino bastante rudo, que solo se mostraba en ocasiones como esa u otras muy especificas. El menor suspiró y empujó al castaño en dirección a la cancha. 

Finalmente, el rubio tomó sus cosas y se retiró con una sonrisa de burla por las situaciones estúpidas que solían presentar sus hermanos. 

Reiner no solía compartir muchos momentos con Mikasa, en realidad, lo pasaban en grupo y ambos se llevaban bien, bromeaban y solían molestar a los demás en ocasiones, pero más allá de eso nunca habían tenido la oportunidad. Luego de un largo trayecto en taxi, el rubio llegó a su casa y permitió que el conductor conservara el cambio. 

Se alegraba de haber regresado, eso de dejar a un par de niñas solas en casa no le daba buena espina, sobretodo si ya empezaba a anochecer, era de un modo u otro peligroso. Y realmente hizo bien en regresar, puesto que Mikasa se encontraba en una esquina junto a la ventana, donde poco o nada de luz llegaba, la luz llevaba más de una hora sin aparecer, igual que Annie, quien por un resfriado no pudo asistir y se disculpó por medio de un mensaje de Facebook, que gracias a la falta de electricidad jamás llegó a la bandeja de la azabache.

La chica tembló asustada mientras sus latidos aumentaban, sabía que nadie llegaría hasta muy tarde, y aún así escuchó como alguien entraba en la casa. Se abrazó a sí misma y lloró en silencio, quizás esa persona no la vería entre la poca luz, podía confundir su silueta extraña con un mueble si se quedaba en silencio y evitaba moverse. Qué difícil tarea, pequeña.

El rubio intentó encender la luz, y al ver que no funcionaba se alarmó, razón suficiente para llamar a la menor, quien no podía moverse pese a que ya había reconocido su voz y logró que sus latidos se controlarán levemente, sin embargo, sentía que si se movía un solo centímetro se la comería alguien.

- ¿Reinii-san? - Preguntó queriendo asegurarse de su presencia, y con ese susurro fue suficiente para que el mayor lograra encontrar su ubicación y se acercara rápidamente para ver qué ocurría con su hermana menor.

- Mikasa ¿Qué pasa? ¿Estás enferma? ¿Te sientes mal? ¿Dónde está Annie? - Su preocupación se notaba a kilómetros de distancia, el pobre chico se sentía mal de pensar que su pequeña hermana se sintiera atrapada.

Pretty Little Girl Donde viven las historias. Descúbrelo ahora