Travesura.

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La rubia se acomodó en uno de los cojines rosa de aquella pastelosa habitación. Esa cosa era tan esponjosa que parecía una pequeña nube de algodón hecho de azúcar, Annie estaba acostumbrada a esa clase de lujoso ambiente, y no era para menos siendo hija adoptiva de la familia Ral, sin embargo, pensó que pese a que la habitación de su amiga era como un paraíso aquello con encajaba en su perfil de pre-adolescente, o por lo menos sabía que aquello dirían sus viejas amigas, pero dejando ese absurdo pensamiento una sonrisa se le escapó, porque sus gustos eran muy similares. Siempre tuvo que esconder su lado infantil.

- Este lugar es muy lindo. - Comentó mientras pasaba su mirada por todo el lugar, el que no había cambiado mucho desde que Mikasa se adueñó, por mucho cambió el interior del armario y le añadió un par de cosas más.

- Gracias, mamá acertó mi color favorito antes de conocerme. - Comentó sonriente mientras acomodaba una bandeja con galletas y dos vasos de leche sobre una mesa pequeña que casi daba por el piso, luego de aquello se sentó sobre un cojín fucsia y ambas empezaron una conversación amigable.

- Entonces... ¿nunca hiciste una travesura? - Preguntó Mikasa sorprendida, había pasado cerca de una hora en la que intercambiaron anécdotas, hablaron sobre sus gustos, miedos y alguna que otra duda.

- No, siempre la pasó con mis hermanas armando rompecabezas, nos gustan los juegos de mesa y formar castillos con las mantas y cojines. - Le contó con una sonrisa tierna a la azabache, quien estaba algo extrañada, pues su modo más común de entretenimiento eran sus travesuras en compañía de Connie. - ¿Cuáles haz hecho tú?- preguntó curiosa.

- Te contaré la primera vez que hice una maldad. - Sentenció con una expresión de malicia en su rostro, pues se sentía realmente orgullosa de haber seguido la corriente a su hermano mayor.

Ese día en particular Hanji estaba muy molesta, o quizás 'muy' era poco para describir lo que sentía, y era normal. Erwin había invitado a una compañera de trabajo para resolver algunos problemas leves que se desarrollaban en la empresa, sin embargo, querían evitar que en un futuro pudiesen ser aún más molestos.
Hanji no era una chica celosa, pero esa mujer en particular la hizo dudar de ella misma, todo por sus características físicas que según sus hijos eran de 'muerte lenta' cosa que le dolió en lo más profundo.

Hace unas semanas que el rubio tenía comunicación con aquella mujer, y por lo que sabía Hanji no tenían ningún tema importante para tratar, ella solamente convenció a Erwin para que hablaran con calma, pero el no aceptaría si era en privado. Toda la mañana los estuvo observando desde lejos, con disimulo, no quería verse o sentirse como una loca, hasta el punto en que pensó que seguramente en su vida pasada estuvo levemente fuera de sus cabales. 

La falda corta y el enorme escote, todo en ese personaje era repugnante, la amanera en la que se le insinuaba no era secreto ni para los mayordomos, que miraban con preocupación la escena entre el dueño de la casa y la invitada entonce la mujer parecía perder su atractivo de a poco. Cosas complicadas. 

- Usaginni-san ¿Qué le ocurre a mamá? - Preguntó la menor preocupada por la actitud que tenía la mujer, pues esta siempre llevaba una sonrisa incluso en momentos de mucho estrés.

- ¿Por qué me llamas así?- Ignoró la duda de la azabache y realizó una nueva pregunta, se le hacía algo curioso.

- ¿Te molesta? - Se sintió herida por aquello, pues le sonó a desprecio, cuando la razón era que el mayor le recordaba al travieso conejo que tenían como mascota en el orfanato. Sus lágrimas no tardaron en llegar, allí la convirtieron en una niña chillona, más sensible de lo normal.

- ¡No! ¡No! ¡No! ¡Para nada! - Respondió alarmado el chico, no quería sentirse culpable al ver llorar a una criatura tan tierna. - Lo siento, es que es el apodo más lindo que he tenido, los demás me llaman de formas algo crueles. - Sus hermanos podían ser algo insensibles y él se acostumbró a eso.

Pretty Little Girl Donde viven las historias. Descúbrelo ahora