Imaginación

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Un vestido, dos faldas, una blusa, un par de medias, solo dos piezas de ropa interior y unos zapatos gastados, eran las pocas pertenencias que tenía Annie, la niña rubia que ese día se despedía del lugar que la cuidó cerca de seis años, es decir, vivía allí desde que tenía memoria, aunque tenía poca en ese momento, sin embargo, jamás olvidaría ese instante, ese auto o conjunto de ropa cara, que a comparación de su rota falda gris y sus zapatos hechos porquería se veían bastante bien.

— Annie, bienvenida a tu nuevo hogar. — Una casa enorme, chocolate caliente y un armario llenó de ropa, zapatos y demás. A partir de ese día tuvo dos hermanas mayores, Petra, de dieciocho años e Historia de diez años, inguna de ellas dos era adoptada, Annie era la única y fue capricho de las mujeres de la casa, quienes fueron al orfanato por una tarea de Petra para la Universidad, y luego de ver a la pequeña muñeca obligaron, literalmente al hombre del hogar adoptarla. Pero, por ejemplo Petra nunca pensó que la azabache que solía estar a su lado se convertiría en un problema demasiado cercano.

No sabía que decir con exactitud, era tímida y en ocasiones su comportamiento era extraño, pero eso no era importante, no por ese momento, es decir, todos los niños pasan por una etapa en la que tienen amigos imaginarios. Pobre Annie.

Al inició le costó mucho adaptarse a su nuevo estilo de vida, su hermana más grande era modelo principiante y la siguiente, quien aún se encontraba en la escuela soñaba con ser diseñadora de modas, su madre trabajaba como actriz y su padre era empresario... en otras palabras, pasó de ser una niña común, con poca ropa y falta de estilo a ser un personaje famoso de inmediato, salió en revistas y periodicos, todo el mundo sabía de su existencia, pero, no tenía ningún talento.

Su primer día de escuela no fue el mejor de todos, la gente se le hacía extraña y su amigo imaginario le rogaba encarecidamente que se alejara, le gritaba que sólo tenía que esperar un poco, que Mikasa, que Sasha o quizás Minna vendrían a salvarla, estaba seguro y ella obedeció.

Empezó con un pequeño grupo de dos chicas que se veían amigables, solían visitarla con frecuencia y además compartían con ella parte de sus meriendas, pues esta pequeña rubia solía pasar horas hablando con su querido amigo y debido a esto solía olvidar muchas cosas, como comer, dormir, salir de su habitación o hablar con quienes vivían en su casa. Lo único que jamás olvidaba eran sus deberes, ese amigo la apoyaba en gran manera.

De a poco, Annie notó un comportamiento extraño en sus amigas, la apartaban, la dejaban hablando sola, diciendo que era natural que ella hablase con alguien distinto al grupo, tiempo después se enteró de las reuniones que tenían las pequeñas en su ausencia, dejaron de visitarla y Annie volvió al rincón de su cuarto con una manta y un libro de garabatos luego de cumplir once años.

Un día cualquiera, la menor placticaba sobre lo tontas que eran esas chicas, su voz interna le comentaba que ellas se perdían la oportunidad de tener una amiga tan divertida y linda como ella, una amiga que se parecía a sus muñecas de plástico. Alguien tocó a su puerta, o bueno, parecían dos personas, y su mente dijo que un par de 'alguiens' con 's' estaban interrumpiendo su momento especial, que no abriera, que la obligarían a salir de su zona do confort.

— Annie, cariño mío ¿Estás bien? — Preguntó Petra, su hermana, quien sonaba preocupada, algo apagada.

— Bonita, por favor abre, traemos galletas. — Su debilidad eran las galletas de chocolate con chispas de Petra.

Dejó de lado lo que decía esa pequeña voz y se levantó para abrir la puerta.

No abras...

Su manito tembló antes de tocar la perilla, lo pensaba muy bien.

Galletas, luz del sol, fingen darte amor... sólo Mikasa, sólo Sasha lo harían.

La giró lentamente, abrió con las manos sudadas.

Ya verás... Annie.

Por fin, gracias a Dios, nos tenías preocupadas. — Comentó Historia, quien se apresuró para abrir las cortinas, causando una leve molestia en la menor.

— ¿Qué haces aquí sola? ¿Por qué no estás con tus amigas? — Preguntó Petra mientras tomaba asiento frente a la mesita en donde Annie apoyaba su libro de garabatos.

— Ellas no me caen bien, además a él tampoco... — Habló de más.

— ¿Él? ¿Quién? ¿Tienes novio? — La emoción recorrió el cuerpo de Historia, quien no demoró en sentarse junto a sus dos hermanas.

— ¡No! ¡Es mi amigo! El mismo de siempre. — Respondió bajando la cabeza, la última vez que explicó algo sobre él sus compañeros la miraron con miedo y un par más se abogaban en risas.

— Oh, bueno, dile a tu amigo que le agradecemos por hacerte compañía y no dejarte sola. —  Dijo Petra, esa chica era tan dulce, tan tierna, la quería muchísimo.

— Cierto, yo también tengo uno, bueno, no sé si es chico o chica, pero me ayuda a escoger mi ropa de vez en cuando. — Sincera, así era Historia, en su sonrisa se reflejaba todo, aunque en su caso se refería a que imaginaba hablar a su gato, pero bueno, Annie no lo tenía que saber.

— Aunque, si quieres hablar con alguien más, estamos nosotras, está mamá, papá también, y de todas formas regresaras a la escuela, pero, eso no significa que tienes que obligarte a hacer amigos, tienes cuatro en casa y uno en tu cabeza ¿Qué podría ser mejor? —Era cierto, no necesitabas mucho más, sabía que seguiría sufriendo esa clase de abusos o rechazos, pero podría superarlo, acostumbrarse, ignorarlo, cualquier cosa.

No está enferma, sólo tiene mucha imaginación...





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