10-La pregunta.

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A la mañana siguiente salí de casa con una sonrisa en el rostro. No se puede decir que el tiempo no me acompañaba, pues el Sol calentaba en el centro del cielo como si una de sus intenciones fuera guiarme durante todo el camino.

Esperaba hacer feliz a Cecilia con la pregunta que iba a formularle, al menos mi idea principal era agradarla. Sin embargo por muy tranquilo que estés siempre existe una incógnita en tu vida, que vuela como si fuera la hoja seca del árbol en otoño. Y la mía era saber que me contestaría.

Cuando llegué a la facultad la vi sentada hablando con Olga y Raquel. Tras haber entrado a formar parte de nuestro grupo, Cecilia abandonó el banco en el que siempre se sentaba cuando no tenía a nadie. La miré parándome en seco y el mundo por una vez dejó de girar, por imposible que pueda parecer. Ella en consecuencia se dio la vuelta y me miró también entreabriendo los labios y apoyando una mano en la mesa, otra en la silla como si de un momento a otro fuera a levantarse para correr la maratón. Sus palabras resultaron inaudibles pero fueron suficientes para que nuestras amigas la animaran a acercarse. 

-Vamos, seguro que tiene algo muy importante qué decirte. ¿Te has fijado en cómo te mira hoy? Como respuesta Cecilia se acercó y se situó frente a mí. Ahora era yo quien no acertaba a pronunciar palabra alguna. 

-Cecilia-comencé-llevo días dándole vuelta a un asunto en mi cabeza y...me...Me gustaría que...Que me contestaras a la pregunta que quiero hacerte...Conseguí lanzar mi mensaje de seguido. Se quedó muda, detenida sin ni siquiera realizar un acto reflejo, durante unos segundos. Finalmente me respondió -depende de que pregunta quieras hacerme, Fernando. Pero ten por seguro que si no es ofensiva te responderé. 

Respiré hondo a la par que Bruno accedía al edificio por una de las puertas laterales. Me saludó con la mano y antes de que mi mente abandonara la cuestión que me concernía aquella mañana, volví la mirada hacia Cecilia, que dispuesta a escucharme mantenía una media sonrisa en el rostro.

-Cecilia...yo...yo...-Olga, Raquel y Bruno me animaban con el pulgar hacia el cielo. No podía cambiar de tema tan de repente, ya que ella pensaría que intentaba burlarme como habría hecho cualquier desalmado y entonces todo terminaría ahí.-No sé...No sé como pedirte que...que...Que tú seas mi...-Cecilia sonrió-Novia. Vamos, que...que...Que me gustaría que salieras conmigo...

Negó rotundamente mirando al suelo con decisión. ¿Pues qué había hecho yo mal entonces? Elevó la frente y mordiéndose el labio con una mano agarrada a la cintura comenzó a hablar. -Fernando, no sé si sabes a lo que te enfrentas y si estás dispuesto a ello...Porque...No me pareces un tonto ni un engreído para gastarme una broma de mal gusto...Así que pienso que tal vez no sabes donde te estás metiendo. 

Fue entonces cuando negué yo. Nada de lo que dijeran las malas lenguas sobre su padre y ella iba a importarme, puesto que mi cariño hacia Cecilia era totalmente desinteresado. -Mira, lo sé. Me lo han contado y quiero decirte que nada de eso me importa. Yo te quiero a tí: por la persona que eres y porque he visto que sigues luchando hacia adelante. Que no hayan podido aún contigo, toda esa pandilla de sinvergüenzas, demuestra que eres muy valiente. Probablemente la más valiente de todas las personas que he conocido hasta el momento...Sino quieres, no seré yo quien te obligue claro está, pero me gustaría demostrarte que mi intención no es ganar una apuesta ni tampoco burlarme de tí ni de tu familia en Internet. 

Se detuvo a pensar durante un par de minutos, el par de minutos más largo de toda mi existencia. Como acababa de aclararle, sino aceptaba mi propuesta no diría nada, por el contrario lo entendería. ¿Quién tendría el valor suficiente para enfrentarse a lo que tal vez pudiera ser una malintencionada mofa? Sin embargo, un vuelco en mi corazón me hizo adquirir la confianza necesaria para pensar que Cecilia me diría, como así fue: sí.

La chica del banco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora