Epílogo

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Seguro que os estaréis preguntando qué fue de todos nosotros y tal vez  también, que suerte tuvieron los acosadores. No temáis, porque no pienso dejaros viviendo con semejante incógnita.

Desde aquel día en que todo quedó aclarado, a Cecilia y a mí no nos ha ido precisamente mal que se diga, por suerte, sino que la vida nos regaló el mejor presente que se puede tener: ser padres de un niño. Pero no solo nos han pasado cosas buenas a nosotros dos y a mi suegro: Bruno se atrevió finalmente a declararse a Raquel y fueron los primeros en casarse. Contrajeron nupcias el mismo año que terminamos la carrera, ya que él había encontrado trabajo. Sí, también debéis de estar intrigados acerca de la vida de Olga y mi mejor amigo: poco a poco se fueron conociendo y debido a tener una amistad en común fueron acercando posturas en muchos aspectos, hasta que comenzaron a salir. A día de hoy continúan felices juntos y han tenido dos gemelos: un niño y una niña.

Ahora es el momento de hablar sobre tan despreciables, perdonadme la expresión, personas; capaces de destruir la vida de tantos otros semejantes, que no se dejan llevar por el camino que pretenden los primeros. En este caso no quedaron impunes. Como me dijo el padre de Cecilia en la cafetería cercana al ministerio: cursó la denuncia contra ellos puesto que ya eran todos, por aquel tiempo, mayores de edad. El trámite llegó a buen puerto y tras el juicio tuvieron que indemnizarnos a ambos, ya que yo también me querellé contra ellos. Sin embargo no terminó ahí su merecido no, la propia vida se encargaría de poner a cada uno en su lugar:

Uno de ellos acabó en prisión debido a su gusto por los crímenes en la red, que después pasarían al acoso a menores. Otra, a pesar del dinero de su familia, tampoco consiguió la felicidad, que nunca tuvo tampoco en la infancia ni en la adolescencia, y se defenestró desde su casa debido a las adicciones. Habría quien no sacaría ni un módulo en Formación Profesional. Y la tercera en discordia comentando en la red, está todavía en un centro intentando abandonar el hondo pozo del alcohol y la drogodependencia.

Aunque hayan pasado los años, cada vez que nos juntamos los seis, o Cecilia se detiene a pensar en el pasado, recuerda a punto de estremecerse el sufrimiento que conllevó, para todo el mundo, el maldito bullying. Y espera, al igual que yo, que nuestro hijo corra mejor suerte en el colegio, que su madre.

La chica del banco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora