Mi sueño se había cumplido: Cecilia me había dicho que sí y apenas podía creérmelo. Aunque fuera una de las mejores respuestas de mi vida, no fue fácil precisamente recibir la noticia. Ahora más que nunca tenía que medir mis acciones y comentarios, pues uno de ellos, por bienintencionado que fuera, dicho en un momento dado podía herirla.
-¿De veras aceptas mi petición?-Le pregunté incrédulo.-¿Sabes bien también a lo que te enfrentas? Sonreí formulándole la misma cuestión que minutos atrás había salido de su boca. Cecilia asintió y acto seguido comenzó a reír. -¿Cómo no iba a hacerlo, Fernando? Me has demostrado, no solo con tus palabras, que eres digno para recibir una oportunidad. Y...Supongo que no puedo continuar así toda la vida, te aseguro que en ocasiones es demasiado corta...Creo que al fin he encontrado personas que merecéis la pena, y no soy quién para no dejarte la opción de ser distinto a todos los sinvergüenzas que crecían como hongos a la sombra del instituto.
La invité a tomar algo la tarde siguiente para relajarnos tras un duro examen, que muchos días nos había llevado preparar. Iríamos a donde ella quisiera y por poco tiempo sí así lo deseaba, una hora y media o dos horas como mucho, con el fin de no preocupar a su padre. Al que por cierto, aunque hoy en día al recordarlo pueda llegar a ruborizarme, habíamos prometido no mencionar y de darse el caso, no más de lo debido. Este particular acuerdo había nacido de la intención de no dejarnos llevar por nada que no fuera nuestro cariño: todo debía quedar al margen de nuestra relación cuando estábamos juntos. Luego, cada uno hablaríamos de ello con nuestras familias, pero en los primeros momentos no inmiscuiríamos demasiado a nuestros seres queridos.
Nos sentamos en la única mesa libre de una concurrida cafetería. Pedimos algo caliente y mientras esperábamos le pregunté: -¿se lo has dicho a tu padre? Asintió divertida. -¿Y tú? ¿O es qué tienes miedo? Ya sabes a lo que me refiero...Rió de nuevo. Parecía que desde que había entrado a formar parte de nuestro grupo llevaba mejor las habladurías.
-Sí, pero a los míos, no a tu padre. Pero de momento estamos mejor así ¿no crees? Asintió de nuevo y en esta ocasión se adelantó ella. Con la taza en las manos y acercándola a la boca me comentó lo siguiente: -mi padre lo acepta y se alegra por mí, pero no hemos tenido demasiado tiempo. Estos días está muy ocupado. Sonreí feliz. Que el padre de Cecilia aceptara nuestra relación era un punto a favor.
Cuando llegué a casa mi mejor amigo me había dejado un recado: ¿qué tal me parecía esperarlo al día siguiente en el campus e ir a comer algo? Él tenía que quedarse un rato porque necesitaba un libro y buscarlo iba a llevarle algo de tiempo...Accedí y opté por pasar por la biblioteca en su busca, quizá estuviera allí.
-¿Y? Me preguntaron Cecilia y Olga intrigadas. Negué con la cabeza. No estaba en la biblioteca.-Creo que me quedaré un rato por aquí. Al fin y al cabo he quedado en esperarle.
-Bueno, entonces yo me voy yendo...Lo siento, me habría encantado esperar contigo pero no puede ser...Se despidió Cecilia cariñosa y Olga me comentó que ella podría quedarse un rato. Llegar hasta su casa andando no le llevaba más de quince minutos.
No habían pasado dos desde la marcha de Cecilia, cuando tuvimos que abandonar una de las salas de estudio por una repentina llamada. Era mi mejor amigo diciéndome que se había confundido de edificio pues no conocía el campus y quería que lo ayudase. -No pasa nada. Voy ahora mismo y de paso te presento a Olga, una buena amiga.
Cuando salimos, Cecilia se subía a un coche más allá de la plazoleta de la facultad. Un hombre que le mostraba afecto le había abierto la puerta y parecía preguntarle cómo le había ido el día. Olga atrajo mi atención dándome un leve codazo. -Ahí está tu "suegro", aunque realmente no lo sea.
-¿Es...Es su padre? Nuestra amiga asintió. -¿Comprendes ahora parte de la leyenda? Ladeé la cabeza y lo observé con detenimiento. -¿Y qué tiene de raro? ¡Solamente está bastante calvo, lleva gafas y sus orejas son un tanto...raras! Mis propias palabras me dejaron anonadado, acababa de entender a qué se refería Olga.
-Sí, dilo. Por su cabeza se asemeja a un murciélago, sus orejas son demasiado peculiares. Pero no creo que un Inspector de ministerio vaya a ser un vampiro...
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La chica del banco.
JugendliteraturCecilia es una chica con la que nadie habla.La causa, una historia que circula en la ciudad:su padre es un vampiro que ha matado a su esposa,la madre de Cecilia. Todo es igual hasta que comienza la Facultad.Momento en que las cosas empezarán a camb...