Veinte

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  Siempre me ha gustado el terror. El Slasher. El Gore. Viene a por nosotros. Uno, dos, viene por ti. Tres, cuatro, cierra la puerta. Un lindo canino escolta un trazo invisible en la tierra. Un negro se asoma tras los autos dejados en un verdadero cementerio de lata ¿Freddy? Y luego lo que no te esperas. Un fuego acallador demuestra terror. El trazo se hace visible al ojo humano. Se abre de par en par para invitar a vivir lo que a nadie le gustaría: Pánico. Un cuerpo inerte proveniente del más vívido infierno se regenera sin prisa alguna ¿Ya sabes de quién hablo? Y luego un resplandor que ilumina la oscuridad. No debieron sepultarme, no estoy muerto. Pero, por sobre todo, el terror psicológico ¡Qué mejor que asustarte de tu propia sombra! ¿Acaso no sabes que tus peores pesadillas provienen de lo que tú te creas? Sí, aun le tengo miedo a la oscuridad, y corro al apagar la luz hasta mi preciada cama. Pero esto es distinto, no se compara, esto es real.

   Los pasos que escuchábamos con tanta claridad de pronto parecen cesar sin más. Se siente un pequeño rezongueo que más que aterrador es impertinente. Un suave rasguño sobre el empapelado lo acalla todo. Una respiración pesada proviene de las escaleras. Me quedo incluso en forma de muerto con el tal de no aparentar signo alguno de presencia. Asomo la cabeza tras un cajón acomodado a mi gusto para saber que sucede allí fuera y diviso a una vieja enana que no debe de tener menos 78 años. Tiene problemas respiratorios, por su forma de recuperar el puto aire diría que puede ser una sentencia de muerte. La anciana saca de detrás de su largo vestido una escopeta que recarga con cierta dificultad.

—Sé que estáis por allí, malnacidos—Dice mientras dispara vagamente un escupo al suelo.

   Los pasos marcan un ritmo en mi corazón que no había sentido hace mucho tiempo, la alarma de la muerte.

—Os arrancaré los sesos y te los daré a ti mi pequeño—Habla a su can, quien sigue una ruta visual bastante estrecha, ya que, sin el permiso de su dueña no avanza más—Ve a por ellos Ruf.

   Dash trata de indicarme algo que no entiendo claramente. ¿Salir? ¿Por dónde? ¿Cómo carajos distraeremos al maldito perro? Luego mi amigo saca de su gran llavero una pequeña linterna proveniente de los ojos de Darth Vader y con ella me intenta decir que al perro le interesará y la seguirá para así tener tiempo para correr. Apruebo la única idea que podría salvarnos de ir a la cárcel por allanamiento de morada. Dios nos salve.

   Ruf parece algo torpe al investigar unos tontos trozos de vidrios tirados cerca de una ventana manchada por ¿Sangre?

—Perro estúpido, ve a buscar a esos rufianes, no juegues conmigo o te ensartaré una bala por el culo—Apunta la escopeta hacia su cola presionándola de tal manera de que su compañero se amanse rápidamente.

   Ruf levanta la vista ante la pronta señal de jugueteo. Una luz intermitente blanca que apunta a las escaleras enciende su sentido más juguetón y corre rápidamente hacia ella.

— ¿A dónde crees que vas Ruf?—Masculla la vieja levantando la escopeta, colocándola a la altura de su barbilla, mirando fijamente un punto determinado y al final disparando a la cabeza del animal. Luego va a toda prisa y vuelve a escupir, pero esta vez sobre él—Imbécil.

   El estruendo nos ha dejado unos segundos sordos a mí y a mi apresurado amigo quien ya se acerca a todo gas hacia la ventana.

— ¿Qué haces?—Susurro.

—Salvando mi vida—Contesta al estar ya sentado sobre el marco de la ventana.

—Nos quebraremos una pierna si saltamos.

—Al menos seguirás vivo—Se apresura y salta lo más cautelosamente que podría ser—Apúrate ya, no pasa nada.

   Me siento como en una película de acción, en donde los espías deben regresar a su van sin ser vistos.

—Está bien—Me paro sobre el marco y miro hacia abajo y simples dos metros se convierten en un abismo infernal. Viene a por nosotros. Y luego me lanzo, sintiendo al mismo tiempo como una bala resuena por sobre mi cabeza pasando de largo, gracias a Dios.

AnsiedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora